Si la escritora Carla Nyman tuviera que describir su novela ‘Tener la carne’ (Reservoir Books) con un adjetivo, ese sería delirio. Y no extraña. En ella, una chica que ha matado a su novio con la ayuda de su madre llama insistentemente a un juez para contarle lo ocurrido. Pero como este último no coge le coge el teléfono, se recrea durante todo un verano contándole cómo ha sido el asesinato y por qué.
Durante esas llamadas, que en realidad son un monólogo, la protagonista pasea con el cadáver por la costa de Almería junto a su madre. Los tres van a la playa, toman cócteles y pasan unas vacaciones “convencionales”. Una historia surrealista que le sirve a la autora para tratar sin filtros los temas sobre los que realmente quería hablar: las relaciones familiares y el desamor. Todo ello contado con mucho humor.
¿Cómo se te ocurrió escribir algo tan disparatado?
Más allá del asesinato, que no es tan común en la vida cotidiana (risas), todos esos pensamientos de su pareja acerca sobre los celos, la infidelidad o la rabia, o la relación hostil que tiene con la madre, al final son pensamientos que todos tenemos de alguna forma. Ese caos mental lo traducimos a una manera más limpia y cordial cuando nos relacionamos, por lo que en nuestra imagen pública nunca lo vamos mostrar. Lo que me interesaba era radiografiar todos sus pensamientos en bruto sin pasarlos por el filtro de la moral o la gramática convencional que todos llevamos cuando nos relacionamos en sociedad.
En ese caos mental tratas diferentes temas. Como la relación madre-hija. Y en un momento escribes: ‘mi única patología es mi madre’.
La hija es consciente de que tiene el cuerpo de la madre simbólicamente pegado. En un momento en la novela se dice que está atravesada por el hilo de pensamiento de su madre. Como si hubiese casi una confusión entre ambos cuerpos; ya no físicamente, sino porque sus vidas son tremendamente parecidas. La vida de la madre tiene su efecto reflejo en la de la hija. Por eso hay una sensación de que su única patología es su madre. Además de esto, hay una incomodidad mutua, ya que cada una se tiene que hacer cargo de la otra.
¿Es enfermiza la relación madre-hija?
Siempre hay algo de disfuncionalidad en todas las familias. Cuando estrechas el vínculo con alguien, no solo vas a conocer su lado público, sino que a través de los poros y lugares más oscuros vas a conocer las intimidades de la otra persona. Por eso es más sencillo que haya algo más truculento, aunque tiene todo el sentido del mundo. En cuanto a las relaciones materno-filiales, siempre va a haber algo íntimo, por lo que va a ser sencillo que surjan aspectos que nos disgusten o nos resulten terroríficos. Pero en eso consiste enlazarse con el otro.
Hablamos de la relación madre-hija, pero la protagonista también tiene muchas carencias paternales.
Tanto el padre como su novio representan la ausencia y esos duelos que están viviendo las dos. Ellas tratan de cubrir esas ausencias de maneras totalmente absurdas. La protagonista ha matado a su pareja porque representa a todos los hombres de la vida de la madre y la hija que la han rechazado o no han sido pertinentes con los cuidados. Creo que el duelo es el fantasma o el hueco que deja alguien que ya no está: una deformación en la realidad, un desajuste en el día a día. El cadáver es justo eso, esa persona que ya no está y que ha dejado una ausencia que tienes que ir arrastrando día tras día.
En este sentido, ¿cómo se relacionan amor y muerte?
El amor es algo que están persiguiendo constantemente, pero que no lo consiguen. Por ello lo buscan en lugares tan raros. Y la muerte es lo que imagino que anticipa la necesidad de búsqueda de cariño. Son dos personas que están profundamente atravesadas por el desamparo que buscan el otro extremo, el amor. Y para buscarlo, hacen cosas tan absurdas como mantener un cadáver. Es su única forma de acceder a los cuidados. También estrechan el vínculo entre ellas dos, hasta el punto de que es enfermizo.
En estas relaciones tienen mucha importancia los fluidos corporales. ¿Por qué?
Esto es algo que empecé a trabajar hace unos años. ¿Por qué esta necesidad de profundizar en ello? Creo que hay algo en la protagonista de buscar esos cuidados, ese amor, y para ella es el colmo que ni siquiera la biología sea una garantía de ello. Hay algo de querer sostener la carne, de querer tenerla, para que le puedan devolver ese cariño arrebatado. Es algo que va más allá de lo espiritual, va casi a lo físico. Ella necesita tener en las manos eso.
¿Por qué contarlo desde lo excesivo?
Me interesaba llevar los personajes al límite, conocer sus pasiones. Si me quedara en algo más templado, me costaría conocer su psique. Quiero entrar en esa mente más primigenia sin pasarla por el código civil. Quiero saber cuál es deseo profundo de cada personaje, por eso los pongo al límite y no vale con ellos un acuerdo tácito o tratar de fingir que todo está bien. En el exceso es donde se van a desarrollar más profundamente. También es algo que descoloca al lector, algo que buscaba porque quería que se viera desde otro punto de vista. No quería que se asumiera como una forma cotidiana, lo que lleva a reflexionar sobre el hecho.
Partiendo de la base de que todos tenemos un monstruo dentro, ¿por qué nos produce ese extrañamiento leer algo así?
El extrañamiento hace que nos horrorice, como si viéramos a un personaje que nada tiene que ver con nosotros. Pero todos tenemos esos pensamientos de alguna forma. Nuestros deseos e intenciones nunca están ordenados. Al final prima más la imagen pública de nosotros, ya que lo tenemos identificado con lo correcto. Es más la expectativa de cómo deberíamos actuar a cómo estamos actuando. Creo que nos asusta ver estos pensamientos porque estamos viendo los nuestros, aunque nos parezca inaceptable que alguien lo pueda hacer a la ligera. Nosotros tenemos ese filtro constante.