De los 1.200 millones de jóvenes que hay en el mundo (según Naciones Unidas) la peruana Lucía Zegarra-Ballón fue una de las 10 personas de no más de 26 años elegidas para hablar en petit comité con el Papa Francisco. Pero, por qué. ¿Por qué ella entre tanta pascalidad de probabilidades? Porque su historia vital, que contó en exclusiva para Yasss, no sólo pone en cuestión los cimientos del sentido de la vida, sino también la santidad de la Iglesia. De su Santa Iglesia.
Lucía tuvo poco tiempo para explicarle a Bergoglio por qué, habiendo sido monja, ya no cree en la existencia de Dios. O, por lo menos, de ese "Dios católico y castigador" en cuyo nombre fue humillada, abofeteada, aterrorizada y llevada al borde del suicidio por su congregación. Quienes ella consideraba sus guías espirituales, aprovecharon esa relación de poder para despojarla de su humanidad; algo curioso (ojo al eufemismo) en una religión que dice amar al prójimo y ser misericordioso con el ser humano.
Sólo la somatización y sabiduría de su cuerpo consiguieron alejarla de la Iglesia, al necesitar hospitalización. Y, ahí, en el silencio y la distancia, pudo comprender exactamente qué es lo que le había pasado. Con más madurez y una carrera de psicología a la espalda, esta exmonja, que no le tiene "especial simpatía" al Papa, pero al que supo ver como el "anciano al que le costaba sentarse en una silla", expuso su historia:
"Hace algunos años fui monja, católica y muy creyente, pero ya no lo soy y estoy más tranquila. Más feliz. Creo firmemente que la formación religiosa está basada en el abuso psicológico, además del abuso sexual, porque yo viví en una congregación en la que se me prohibió ver y hablar con mi familia, no podía salir de la casa, no tenía acceso a periódicos ni información, todos mis mensajes o e mails eran monitoreados y, aún así, traté de luchar por mi fe de todas las maneras, pero no pude. Yo fui allí buscando el amor y sólo encontré violencia", le dijo sin tartamudear esta joven de 25 años al mismísimo Papa en su encuentro en Vaticano.
"En la Iglesia hay mucha corrupción. Hay mucho daño en la institución eclesiástica y lo que dices del abuso de poder, es verdad. Hay conventos donde existe abuso de poder y religiosas que hacen lo que tú has contado. Y, cuando eso pasa, hay que alejarse y tomar distancia. Tú salvaste tu vida de una situación que te tenía aprisionada y, aunque no te des cuenta alguien te está acompañando", le contestó Bergoglio en lo que podemos pensar que es una extraordinaria y moderna contestación de un Pontífice que también habló de sexo, del aborto y hasta del Tinder.
Sin embargo, para ella fue insuficiente: "No me gustó, porque en realidad no contestó ninguna de mis preguntas, sino que mas bien las evadió. En general, habla de situaciones que él mismo podría cambiar, pero no lo hace y siempre se ha quedado en el discurso. Las palabras se las lleva el viento. No asumió ninguna responsabilidad, siendo él el representante de la institución violenta. Dijo que salvé mi vida, pero ¿qué hubiese pasado conmigo si yo no hubiese tenido los recursos emocionales para salvarme sola? La congregación a la que yo pertenecí, sigue existiendo y sigue reclutando con los mismos mecanismos abusivos", ha denunciado en Yasss, decepcionada por su temor de que el documental solo sirva para "lavarle la cara" a la Iglesia católica.