Los mejores discos de 2022: el año en el que Rosalía arrasó con 'Motomami'

Un nuevo año comienza y otro termina. 2022 ha supuesto nuestra vuelta a los festivales, a conciertos como los conocíamos antes, a disfrutar de veras de la música en general y en vivo en particular, amén de un gran legado de discos internacionales y nacionales con los que marcar momentos de nuestra vida.

En los últimos coletazos de este año, qué mejor que bucear por algunos de los mejores discos que hemos encontrado a lo largo de estos doce meses tan musicales.

Harry Styles: ‘Harry’s House’

El hombre del año. El músico y actor, Harry Styles, ha explotado de manera sublime en este 2022, con sold out en WiZink Center de Madrid (y futura visita en el nuevo espacio Mad Cool en 2023) con un trabajo a la altura de las circunstancias. En “Harry’s house” hace de increíble anfitrión para acompañarnos mientras bailamos, soñamos y nos dejamos llevar de su mano con ritmos cálidos y otros explosivos, véase su hit mundial “As it was” o el brillo que reviste “Late night talking” entre muchos otros, invitaciones a disfrutar en vida de su música.

The 1975: ‘Being funny in a foreign language’

Matt Healy y compañía se visten de etiqueta para un álbum de alto copete. La banda británica deja la experimentación, mira a los 80 y factura algunas de las mejores canciones de su carrera. Un álbum elegante de principio a fin, con propuestas tan maravillosas como la bailable y sensual “Happiness” o la brillantez romántica que es “I’m in love with you”, imposible no enamorarse y disfrutar con una obra tan emocionante. Podremos verlos el próximo año en Mad Cool en Madrid.

Arctic Monkeys: ‘The Car’

Ya lo sabemos, estos Arctic Monkeys poco o nada tienen que ver con ‘AM’ y anteriores trabajos, pero no podemos negar la brillantez compositiva de estilo crooner de la que ha dotado Alex Turner al nuevo sonido de la formación. Ya lo mostraron en su anterior obra, pero es “The Car” el volantazo definitivo del romanticismo musical que atesoran sus nuevas canciones. Podríamos hablar del proyecto en solitario de Turner, pero este disco atemporal (no válido para cualquier momento, todo sea dicho) es el ejemplo de magia compositiva. “There’d better be a mirrorball” nos desnuda y con “Jet skis on the moat” Alex nos ata a la cama. Todo es brillante, por mucho que pese a los puritas de la banda.

Fontaines D.C.: ‘Skinty fia’

Los irlandeses lo clavan en su experimentación, en la oscuridad que generan sus nuevas canciones y ese tono denso en el que renuncian a la velocidad con ese poso emocional y ciertamente romántico con el que aciertan. Es “Skinty fia” un viaje lúgubre y extraño a la par que necesario.

Maggie Lindemann: ‘Suckerpunch’

La compositora, cantante, diseñadora y empresaria Maggie Lindemann mira en su última obra al pop-punk pero dotando de una esencia mucho más oscura, cruda y directa a unas canciones que entran y a veces incluso duelen. La intensidad rotunda de “Take me nowhere” efectista y moderna, el punch de esencia Lavigne de “She knows it” o lo electrónico de “Casualty of your dreams” hablan por sí solas de una montaña rusa de sensaciones de una de las artistas más explosivas del año que termina.

Florence + The Machine: ‘Dance fever’

Nos dejaron nuevamente boquiabiertos en Mad Cool pero es que con su último trabajo, ‘Dance fever’, Florence Welch vuelve a mostrarse como una diva espectacular. Su soft rock mezclado con el pop y la grandilocuencia musical y visual, dan como resultado una banda tan diferente como especial. Un álbum convertido en baile eterno, sinuoso y representativo de su frontwoman, todo manejado con dramatismo vocal cuando se requiere para ir subiendo tono y notas, explosionando en canciones que parecen tener dos vidas en forma y voz.

Charlie Puth: ‘Charlie’

Si los ingleses tienen a Harry Styles, los norteamericanos tienen a Charlie Puth. El treintañero debió pensar para su tercer disco que lo mejor era titularlo simplemente “Charlie”, para ofrecer un disco tan natural como sobresaliente. El de Nueva Jersey juega con los aderezos pop, el R&B y el pop rock consiguiendo un atractivo coctel musical que luce a un nivel altísimo. Sensualidad apabullante, como la que muestra en exquisiteces cálidas de la talla “Smells like me” o la juguetona “Light switch” con la que vivir a tope.

Phoenix: ‘Alpha Zulu’

Los parisinos sorprenden rememorando sus mejores tiempos en un álbum en el que “cuando haces play ya no hay stop”. Un trabajo que entra en bucle jugando de manera experta con esa mezcla de indie pop, synthpop y electrónica bien llevada. Fluimos, bailamos, disfrutamos y nos quedamos ensimismados con ritmos de canciones que entran fácilmente y nos dejan ese regusto necesario y tan falto a veces en el conjunto de un disco. Desde Francia con amor.

Sharon Van Etten: ‘We've Been Going About This All Wrong’

La épica y el dramatismo que conforman su obra brilla dentro de la oscuridad de lo que cuenta en un trabajo inmenso. Es notable la interpretación de Sharon Van Etten en cada canción, una especie de banda sonora de película dramática que te llega a lo más hondo, capaz de hacerte llorar, pero de la que sales tan dolido como satisfecho ante una escucha única. Temas como “Darkness fades” es simple sentimiento, mientras que a guitarra acústica y voz puede regalar canciones de envergadura,“Epic” y “Tramp” son claro ejemplo de ello mientras que sonidos emocionales juegan con el folk más pop en “Come back” elevándonos al cielo para quedarnos allí con ella. Un disco mágico, lento y eterno.

Maggie Rogers: ‘Surrender’

A sus 28 años, la cantante norteamericana consolida su buen nombre en una segunda obra inmensa y descarnada. Maggie es un portento compositivo y vocal, estilosa en todas sus facetas, destaca por su profundidad, emocionalidad y refinada voz para adornar unas canciones que te atrapan y tocan por dentro, algo difícil muchas veces en un momento de consumo rápido. Ella atempera y marca los tiempos y nosotros con ella para abrazar su épica emocional, esa que se eleva en cortes como “Overdrive” a la pegada de pop “industrial” que hace notar en “Want want”. Un disco cálido y notable.

Demi Lovato: ‘Holy Fvck’

Lovato regresó de los infiernos que han rodeado una complicada vida desde que fuera chica Disney. En ‘Holy Fvck’ saca sus demonios regresando al pop-punk en un álbum de producción endiablada y cortes comerciales pero atinados. Rock fresco que mira a los 2000 para conjuntar un repertorio que entra como un tiro, con algunas colaboraciones acertadas como la de Yungblud y letras sin tapujos, la dosis de adrenalina de “Substance” o la pérdida de amigos de la que habla el precioso medio tiempo “Happy Ending”, siendo algunas de sus mejores canciones en tiempos.

Avril Lavigne: ‘Love sux’

Siguiendo con reinas del pop-punk, también con doloroso pasado, en este caso tras superar la enfermedad de Lyme y un disco de redención, la artista canadiense por excelencia ha vuelto a sus orígenes cerca de los 40 convertida de nuevo en una ‘adolescente’ en el año en el que su debut ha cumplido veinte años. ‘Love sux’ sirve para reivindicar su posición con uno de los mejores discos de su carrera. No inventa nada ni lo necesita, pero recupera la pegada e incluso suma a lo que conocimos en sus inicios con Travis Barker, Machine Gun Kelly o Mark Hoppus sumando enteros a una gran función “punkera”. El sonido 2000 sigue muy vivo con ella.

The Weeknd: ‘Dawn FM’

Capacidad innata la de The Weeknd para generar hits ochenteros accesibles y cuyo consumo fácil hacen que sea algo más grande si cabe de lo que quizás realmente es. En ‘Dawn FM’ repite la fórmula de su predecesor sin miramientos, canciones bailables que se consumen de manera natural, “Gasoline” o “Take my breath” son solo una pequeña muestra de ello. Temas de estadio para salir con una sonrisa, habrá que ver si es capaz de no repetirse eternamente para descubrir su límite.

The Faim: ‘Talk Talk’

La banda australiana da el do de pecho con un disco notable. “Talk Talk” es el álbum de los hits, es mainstream de calidad, canciones sentidas gracias a la impecable voz de Josh Raven de temas diversos para los que han contado con varios productores. Frescura pop de “You (and my addiction)”, las ínfulas de Harry Styles que dibujan en “Faith in me”, toda una rompe corazones o el brillo de los sintes de “Me because of you” que construyen en un ochentero estribillo, de lo mejor “de la casa”.

Foals: ‘Life is yours’

Aunque surgido en los tiempos convulsos de la pandemia, Yannis Philippakis y los suyos quisieron recuperar las camisas playeras para dibujar unas canciones hechas por y para el baile, que aparecían justo en el mejor momento para ello, el verano. Un álbum festivo, alegre y vivo, justo lo que necesitábamos entonces y ahora.

The Hellacopters: ‘Eyes of oblivion’

Podrían haber vuelto con un disco como elemento secundario, donde lo importante era el regreso de los suecos en sí, pero no, estamos hablando de Nick Royale, Dregen y compañía, y estaba claro lo que podríamos esperar de ellos. Muchos años después, una de las mejores bandas de rock de siempre ha decidido que con “Eyes of oblivion” tenían cosas que decir, y de qué manera, porque es un álbum que recupera su mejor esencia, un disco lleno de energía, con un tema blues inclusive (“So sorry i could die”), pero donde la nota dominante es el rock de guitarras de siempre, véase “Can it wait” o su inicial y portentoso “Reap a hurricane” con joyas adictivas y aceleradas como el tema que da título a su vuelta, la que hizo y sigue haciendo grande a los suecos.

Sexy Zebras: ‘Calle Liberación’

Las cosas pendieron de un hilo, hubo cambio en la formación y una especie de reset mental para volver con el mejor trabajo de los madrileños. ‘Calle Liberación’ era esa válvula de escape necesaria para dejar salir todo y ofrecer un conjunto sobresaliente de canciones, de las mejores de su repertorio, con joyas como la adrenalina que desprende “Jaleo”, la frescura sincera de “Nena”, lo pegadizo y enérgico de “Tonterías” al viaje musical romántico que es “Marte”, mágico regalo para el oyente. Fueran o no conscientes en su proceso, estaban construyendo el mejor álbum hasta la fecha. Bendito “reseteo”.

Camellos: ‘Manual de estilo’

El mejor regalo que podían hacernos Camellos es seguir siendo ellos mismos. Los madrileños vuelven a reivindicar el rock que manejan bandas como Los Enemigos o Siniestro Total para en tono desenfadado contar historias de todo tipo con su sonido de siempre. El resultado es un álbum con pegada, lleno de ritmo y sello característico, un rock que mira al pasado sin dejar de lado el presente con el tono divertido que ya conocemos. Una “camellada” en toda regla.             

Maryland: ‘Cataratas del paraíso’

Los gallegos, deudores de la música alternativa de los noventa, ya tenían un buen currículum en la escena independiente, pero a fuego lento han cocinado una obra mayúscula como ‘Cataratas del paraíso’. Un disco a todas luces emocionante, una historia gigante que es fiel a esa idea de los noventa que era la de escuchar un disco al completo, donde todas sus canciones eran hits y eso es lo que han conseguido justamente en la era del single, dando sentido pleno al concepto de disco. Ya deberían estar en lo alto de los festivales. Moitas grazas.

Cariño: ‘Cariño’

El siempre complicado segundo disco para una banda parece haber servido de acicate para consolidar la propuesta que ya le conocíamos a Cariño grabando un álbum homónimo tan atractivo como especial. Una forma de manejar el pop independiente con lucidez, talento y personalidad. Hay mucha esencia generacional que manejan con brillantez contando historias agridulces pero que a pesar de ello te sacan a bailar y te dejan un poso final positivo, convirtiendo sus canciones en hits dulces y crudos a su vez. 

Yawners: ‘Duplo’

Como ya ocurriera en su debut, Yawners vuelve a mirar al rock alternativo de los 90 con la salvedad que en ‘Duplo’ juega al castellano e inglés con la misma sintonía y tino que antes. Guitarras y esa línea melódica de estribillos contagiosos que factura Elena en canciones directas como “Paranormal” con compañeros de sello como Cala Vento, temas pandémicos, “Mi cumpleaños” o incluso dedicatorias “Rivers Cuomo” a sus queridos Weezer. Un álbum atinado y bien ejecutado en una de las referencias que van hacia arriba en la escena nacional.

Pol Granch: ‘Amor escupido’

Talento innato el de Pol Granch como bien deja patente en su nueva obra. ‘Amor escupido’ es un disco que consolida lo que ya le conocíamos, afrontando un estilo pop clásico pero preciso, bien ejecutado y con canciones que brillan en el mainstream pero que son del todo reconocibles bajo el sello “Granch”. Una personalidad propia, difícil de encontrar en estos tiempos, para pulir una figura artística con un potencial que sigue descubriéndonos. Es un álbum de equilibrios, desde lo más profundo de “Alterboy” al ritmo vivo y peligrosamente adictivo del conocido “No pegamos” sobre flechazos, amores y desconsuelo. Lo mejor, su estilo reconocible y poderoso.

Sidecars: ‘Trece’

Juancho, Ruly y Dr. Gerbass demuestran que siguen en un estado de gracia eterno. Un grupo de amigos que ha sabido formar una familia en torno a un sueño, ese que con “Trece” regala algunas de sus mejores composiciones, véase el regalo musical que es “Caballos salvajes”, un viaje puramente sentimental sobre la otra persona, la energía del rock clásico que suena en “Ruido en la calle” o el dolor de un momento y una relación anclado en “Filomena”. Dulce, intimista, con sus bríos rockeros y pegadizos estribillos. Un plato exquisito cocinado lentamente.

Rosalía: ‘Motomami’

La artista del año, la más aplaudida, el ciclón TikTok, la ‘despechá’ de todos no podía más que estar en lo alto de mejores del año. Éxito tras éxito en todo lo que hace, polémicas de directos tiktokeros aparte, Rosalía se muestra en ‘Motomami’ como un torbellino musical que sabe explotar su amalgama musical como nadie. Te puede dejar descolocado pero la riqueza sonora que encuentras en este trabajo es digna de mención. Juega con lo ultramoderno, los beats, el baile, el reguetón y el flamenco, para mostrar un conjunto brillante, a veces inconexo para hacerlo más rico si cabe en una colección musical de aplauso con la que quedar “tocado”. Éxtasis puro.

K!ngdom: ‘Quiero meterme en tu cama’

La banda madrileña vuelve a tirar del mejor sonido ochentero basado en lo electrónico y el pop más pegadizo para hablar de una relación que empieza y termina. El amor como hilo conductor para cinco canciones que son un cuento romántico, crudo y brillante, capaz de hacernos sentir bien a pesar de los recovecos duros que tienen el amor y el desamor, caras de una misma moneda o, como en este caso, de un gran trabajo musical.

Hoonine: ‘Roca roja’

Carmen Alarcon, o mejor dicho, Hoonine, ha sabido sacar rédito a la pandemia para ajustar las tuercas y ofrecer en su obra “Roca roja” la personalidad necesaria de su proyecto, con unas canciones que entran, gustan y no salen. Y lo hace con una amalgama de downtempo que mezcla lo electrónico con esencia R&B y pop, y lo hace hablando de sentimientos, familia, amor e infancia, una forma de vernos representados o de identificarnos cuando menos, con un gusto infinito.

Menta: ‘Un momento extraño’

Es de lejos una de las sorpresas del año. Los jóvenes madrileños Menta sorprenden con un debut que resumen la ansiedad, momentos duros o sueños perdidos que marcan por momentos a la juventud de hoy en día en “Un momento extraño”. Lejos de la escena independiente, la banda ha querido dotar de protagonismo a las guitarras, plasmar el momento que toca vivir y afinar su acidez lírica en la poderosa voz de Cristina Mejías, todo con un gancho melódico que hacen de su disco un rara avis disfrutón y exultantemente adictivo.

Second: ‘Flores imposibles’

La peor noticia es su despedida como banda, ¿la mejor? Un último disco, “Flores imposibles”, para un álbum póstumo que hace valer una de las carreras más sólidas, aplaudidas y humildes de la escena independiente española. Elegantes desde su principio y hasta este final, Second ha sido, es y será esa banda única, cuyas canciones florecen como una primavera eterna, todo en un adiós elegante, sobrio y sin aspavientos mediante, siempre exquisitos en tiempo y formas, haciendo de su música estilo propio para dejarnos otro puñado musical compuesto de nueve rosas musicales que en temas tan cálidos como “El contorno de tus miedos” o “Volver a esa paz” olvidan toda culpa y suponen otro regalo con el que despedirse en lo alto.

Rubén Pozo: ‘Vampiro’

Resulta que Rubén Pozo quiso tomarse su tiempo para ofrecer una mirada más sencilla y personal en “Vampiro”. El disco saca su vena más tranquila, pero con pulso, acompañada de historias con las que poder identificarnos en muchos momentos y cuyo más acertado legado es ser humilde en lo musical, haciendo que cada canción sobresalga y encontremos excelsas perlas. Por momentos, voz y guitarra son los meros acompañantes de un disco tan profundo, ágil y natural como estupendo.

Natalia Lacunza: ‘Tiene que ser para mí’

Lacunza es esa artista que conocimos en OT pero que ha crecido musicalmente de manera indudable. Es una creadora pop única que explosiona en “Tiene que ser para mí” un disco adictivo, bien ejecutado, doloroso en temática con momentos románticos quebrados, en lo que es un diario intimista de pensamientos y experiencias sentimentales contadas en alto, todo con tintes electrónicos, melodías pop contagiosas y ambientes que se mueven entre lo ensoñador y doloroso. Se habla de rupturas, pero nosotros lejos de romper juramos amor eterno a la pamplonica. Lacunza en estado puro.

Biznaga: ‘Bremen no existe’

En un momento de falta de conciencia de clase, Biznaga tiran de ese punk clásico para dejarnos exhaustos con un lenguaje y proclama directo que apunta a todo. Miran al “Espíritu del 92”, critican la pasividad crítica generacional en “Contra mi generación” o hablan de la juventud de manera ácida y directa en una espectacular “Domingo especialmente triste”. Ellos son actitud ante lo depresivo por momentos del mundo en un disco que podría englobar el espíritu del libro del periodista y colega, Héctor G. Barnes: “Futurofobia”. Presente y futuro del punk patrio.