En todo grupo de amigos siempre hay uno que cuenta bien las historias. Es el caso de Daniel López Valle. Lo que sucede es que generalmente las historias de amigos son anécdotas que le han pasado al que habla, y en el caso de nuestro autor son anécdotas de la historia.
El resultado es que la Historia, en letras mayúsculas (para muchos una tediosa colección de nombres insignes y hechos relevantes), se convierte en historia con minúsculas, un relato adictivo que no queremos que acabe nunca y nos invita a indagar sobre otras pequeñas curiosidades de la historia. Es decir, lo que le gustaba a Montaigne, unir la enseñanza con el entretenimiento... sin hacer excesivos esfuerzos.
El caso es que esa curiosidad innata del autor (Elche, 1982) le llevó primero a estudiar Periodismo y luego a superar baches laborales concursando en el sempiterno ‘Saber y ganar’, de RTVE, donde tuvo una actuación destacada, lógico dada su no buscada erudición. Luego ese conocimiento se trasladó a los entretenidos ‘Cuadernos de vacaciones para adultos’ y ahora desemboca en ‘HEX, Historias extraordinarias’, también publicado en Blackie Books.
Como dice el título, son “proezas olvidadas, pasiones humanas o caprichos históricos que han marcado a la humanidad”. ¿Un ejemplo? Cuando Alejandro Magno decidió quemar Persépolis después de un pique en una borrachera con amigos. O cuando Joseph, patriarca de los Kennedy, decidió ‘lobotomizar’ a la hermana pequeña del que sería presidente de Estados Unidos por su discapacidad intelectual.
¿Sabíamos que Julio César se depilaba y sufría muchísimo por su alopecia? ¿O que al entrar en Roma sus tropas victoriosas gritaron: “romanos, esconded a vuestras mujeres, os traemos de vuelta al calvo follador”? Quizá después de leer esto nos apetezca indagar más en la historia de Roma, plagada de estas rarezas (léase también el caso del emperador Augusto y su hija Julia, desterrada por su padre por su liberalidad sexual).
Hay historias sobre hallazgos insólitos, como el rastro de la todopoderosa reina egipcia Hatshepsut, descubierto por accidente por el francés Champolion; historias imposibles, como la de los dentistas británicos que ensayaron su propio desembarco de Normandía; y también pasados amargos, como el de la joven “alta, flaca y con una nariz demasiado grande” que luego se convertiría en Audrey Hepburn.
Daniel López Valle sabe que estas historias nos llevan a otro lugar, a un diálogo con nuestro pasado, y nos reconcilian en parte con el mundo, con las pasiones, las miserias y las pequeñas grandezas humanas que han existido siempre.
¿De qué sirve saber que Cervantes, Isabel I o George Washington no tenían casi dientes? Sirve para cogerles cariño, para entender mejor su época, su contexto. Lo que sea. ¿O reconocer que el mal ha existido siempre, ya sea en su forma más histriónica (Adolf Hitler) o cómica (Gabriele D´Annunzio)? Hasta en la vida de los peores hay detalles entrañables y humanos. El autor nos cuenta qué le dijo la madre de Stalin a su hijo cuando se enteró que era casi como un zar: “Pues te habría ido mejor como cura”.
No hay que destripar más el libro. Solo aspirar a que Daniel López Valle siga contando estas historias que nos alivian durante unas horas de la pesada carga del día, como le ocurría –eso también lo cuenta el libro- al anciano Maquiavelo.