El orgullo de ser un anciano gay: ponemos rostro al grupo LGTBIQ+ más invisibilizado

  • La Fundación 26 de Diciembre intenta dignificar la última etapa vital de muchas personas que sufrieron acoso por su orientación sexual y actualmente parecen condenadas al olvido

  • "Cuando alguien muere y vemos que no ha logrado aceptarse es muy duro”, se lamenta el máximo responsable de la asociación

  • Ofrecen acompañamiento, asistencia a domicilio y, en breve, la primera residencia pública LGTBIQ+ del mundo

Después de salir del armario como gay tras media vida fingiendo –llegó a casarse y tiene una hija–, Federico Armenteros supo que quería hacer algo por su comunidad. Animado por Boti García Rodrigo, actualmente a la cabeza de la Dirección General de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI, se fijó en un grupo del colectivo al que nadie estaba prestando especial atención: los mayores.

El 26 de diciembre de 1978 se eliminó la ley de Peligrosidad y Rehabilitación social, evolución de la Ley de Vagos y Maleantes, que llevaba 50 años persiguiendo sistemáticamente a las personas del colectivo LGTBIQ+ en España. De un día tan señalado coge su nombre la Fundación 26 de diciembre, fundada en 2010 y presidida por Armenteros, que se encarga de dignificar la última etapa vital de muchas personas que sufrieron el acoso de esa ley y actualmente parecen condenadas al olvido.

“Son personas que en muchos casos siguen en el armario”, explica. “Es chocante, porque entras en casas del siglo XIX y te encuentras a personas de 80 años te piden discreción porque ‘no lo sabe nadie’. Aunque muchas veces la única persona que lo sigue ocultando es él”.

Sin derecho a nada tras una vida de amor

Víctimas del odio y el rechazo de sus familias, las personas que atienden desde la Fundación (llevan más de 5000) encuentran en su acompañamiento un entorno seguro para pasar sus últimos días. “Son personas que han vivido con miedo, a pesar de que ha veces sí han desarrollado una vida en pareja. Cuando alguien muere y vemos que no ha logrado aceptarse es muy duro”, se lamenta Armenteros.

La situación legislativa es también a veces un impedimento. “Es triste cuando no se reconoce la viudedad, porque algunas de las personas que atendemos no se han atrevido a casarse. Nos hemos encontrado casos de en las que un miembro muere y la otra persona, que la ha estado cuidando toda la vida, se queda desamparada y sin derecho a nada”. Federico recuerda el caso de un señor “que murió en 2015, y que todavía me decía los últimos días: es que yo no soy como vosotros. No se atrevía a ser visible, le daba miedo”.

Las personas mayores de la comunidad LGTBIQ+ española han sobrevivido a una dictadura y a la crisis del SIDA. “Te encuentras con personas de 90 años que no han superado el dolor. Han vivido la mitad de su vida en un estado de alerta permanente, han tenido que ocultarse como las ratas”. Armenteros remarca el desamparo de muchos hombres gay que cuyos “amigos murieron en la pandemia del SIDA, muchas veces sin que se reconocieran los derechos de sus parejas. Son personas que tienen interiorizado que era mejor no ser visibles”.

Así será la primera residencia pública LGTBIQ+ del mundo

Frente a esa historia vital repleta de miedo y rechazo, la Fundación ofrece una vía de escape. Ofrecen acompañamiento y asistencia a domicilio, además de apoyo legislativo y burocrático y, en breves, la primera residencia pública LGTBIQ+ del mundo. “Tenemos todo el plan arquitectónico terminado y solo queda el último papeleo para los permisos. Confiamos en poder inaugurarlo para el próximo 26 de diciembre”, adelanta Federico.

“Pretendemos dar esperanza, tener un impacto positivo en la vida de quien nos reclama. Ser esa familia elegida que protege, que acompaña, porque muchas veces la biológica no lo ha hecho”, explica. Y piensa en Josete Massa, la persona que dará nombre a la residencia, “que tras una vida muy dura me decía en los últimos momentos que ya no se quería morir. Estuvo 17 años solo en su casa, y nosotros llevamos la alegría a un hogar que había renunciado a ella”.

Dentro de la diversidad del colectivo, la Fundación atiende a muchos más hombres gays que lesbianas. “Ellas muchas veces sí han construido tradicionalmente una red de cuidados. La invisibilidad que han padecido al menos les ha servido para no hacer saltar las alarmas cuando convivían y se cuidaban entre ellas” comenta Federico. También ayudan a personas sin hogar, que muchas veces “tienen deterioros cognitivos que no han sido tratados, porque no poseen un entorno que haya dado la voz de alarma”.

La parte más dura, pero “quizás la más bonita”, es acompañar a las personas que atienden a morir. “Al principio sentía que tenía una funeraria, porque se morían al poco de que entráramos en sus casas”, comenta Armenteros, socarrón. “Duran muy poco, creo que porque se relajan y su cuerpo sabe que puede dejarse ir. Pretendemos dignificar a las personas, aunque sea los últimos quince días de su vida. Algo tan sencillo como preguntarles qué quieren para comer, qué les apetece ver en la tele… Muchos ni siquiera han tenido eso”.

Visibilizar la tercera edad del colectivo es también un reto para la Fundación 26 de diciembre. “Parece que cuanto te haces mayor, dejas de existir”, se lamenta Federico. Acciones como la aparición de varias personas de la asociación en la segunda temporada de Drag Race España sirven para generar conversaciones en torno a su labor y a las personas a las que asisten. “Si queremos ser una sociedad decente, tenemos que cuidar a quienes han logrado que las cosas avancen”, culmina Armenteros.

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