Su mera presencia ya causa sorpresa y curiosidad. En una de las atestadas calles de Chueca en plena semana del Orgullo, bajo el incesante calor y las banderas arcoíris que dan color a un barrio que rezuma purpurina y libertad, un pequeño local destaca entre discotecas, pubs, sex shops y restaurantes. "Dios es amor y TRANSciende toda frontera", se lee en una pancarta que cuelga sobre su puerta. Es la entrada a Crismhom, una comunidad formada en su gran mayoría por personas creyentes que, a su vez, también se integran dentro del colectivo LGTBIQ+. Actualmente, la asociación cuenta con 52 socios y casi 300 simpatizantes. Dentro del local, los miembros desarrollan diferentes actividades y reuniones como una oración ecuménica semanal, encuentros entre familias o ayuda psicológica para aquellos que se sienten rechazados por la Iglesia al amar a la vez a Dios y a alguien de su mismo sexo.
Raúl lleva siete años dentro de Crismhom. Es uno de los "veteranos" y, como cada jueves, va a participar en la oración junto a otros compañeros. "Este acto es el corazón de la comunidad", asegura. Trece hombres y dos mujeres se saludan, intercambian besos y abrazos y bajan a una planta inferior para leer un pasaje de la Biblia, escuchar canciones religiosas y pedir por la salud de sus familiares y amigos. "Chrismhom nació hace dieciséis años con el objetivo de normalizar a ojos de la sociedad que hay muchas personas que somos creyentes y LGTBIQ+", explica. "Normalización tanto en el mundo de las iglesias cristianas como también dentro del colectivo. Porque, a veces, se nos discrimina en el mundo homosexual por ser creyentes. Es como si tuviéramos que salir de un doble armario: por nuestra orientación sexual y por nuestra espiritualidad", asegura.
A lo largo de su historia, la Iglesia ha condenado la homosexualidad y la ha considerado un pecado que aleja a los hombres del Reino de Dios, algo que ha llevado a muchas personas LGTBIQ+ a sentirse apartadas, marginadas o incomprendidas en su vida espiritual y de fe. "Cuando me dicen que soy tonto por ser creyente y gay, a veces me planteo si eso es verdad. Porque la Iglesia no ha dejado de darnos palos hasta en el carné. Pero es mi elección personal. Yo me siento a gusto creyendo en Dios sin que eso afecte a mi vida como homosexual", explica Raúl.
Lara, de 31 años, dio con Chrismhom hace tres años cuando buscaba por internet información sobre cristianos LGTBIQ+. "Yo me veía a mí misma como un bicho raro por ser creyente y lesbiana a la vez" asegura. La joven admite haber estado 'contaminada' muchos años por los mensajes excluyentes de la Iglesia, que le provocaron una herida en su interior aún sin cicatrizar. "Me decían que ese no era el camino, que nunca iba a ser feliz al lado de una mujer e incluso me propusieron hacer una terapia de conversión. Y yo no estaba de acuerdo, porque quería estar cerca de Dios pero también de una mujer", explica. En Chrismhom comenzaron a confluir estos dos caminos, al verse rodeada de personas que, al igual que ella, son LGTBIQ+ y creen. "Mis amigas lesbianas no entienden cómo puedo creer en Dios y que me gusten las mujeres, y mis amigas cristianas no saben lo que es vivir con este estigma", asegura Lara.
Juan, de 22 años, llegó a Crismhom gracias a la recomendación de su propio cura. "Yo me confesaba con él y me habló de esta comunidad. Y aquí estoy", dice con una sonrisa. El joven, homosexual, asegura haberse sentido amado por Dios "no a pesar de ser lo que soy, sino precisamente por lo que soy". Y añade: "Aunque haya sacerdotes que tengan discursos homófobos, mi experiencia con Dios siempre fue de amor e integración".
Los tres coinciden en que la Iglesia católica, a un paso lento pero irrefrenable, está evolucionando en lo que respecta a sus miembros LGTBIQ+. "Nosotros tenemos una misa al mes con un sacerdote y tenemos contacto habitual con curas, religiosas e incluso con la diócesis de Madrid. No estamos en la clandestinidad", remarca Raúl. Y todos sostienen que, algún día, la Iglesia acabará aceptando el matrimonio homosexual e incluso las mujeres celebrarán misas. "Yo creo que no lo llegaré a ver porque el miedo les hace ir muy despacio. Pero ocurrirá", dice el veterano miembro.
La crisis de fe no es algo circunscrito al colectivo LGTBIQ+. Según unos datos publicados el pasado mes de mayo, cada vez se celebran menos bodas, bautizos y comuniones en la Iglesia. Menos de un tercio de niños se bautizan y en diez años el número de comuniones se ha desplomado. Es la crisis de los sacramentos, a la par con el descenso de creyentes. "La Iglesia ha maltratado tanto a la gente que ya no recurren a ella", explica Lara, una psicóloga heterosexual de mediana edad que también acude a las oraciones que se celebran en Chrismhom. "Nuestra misión es devolver a la Iglesia la dignidad y el valor de restauración y bienestar que ha perdido. Ese es el gran reto de nuestra generación. Nosotros no vamos a ver una Iglesia cristiana-romana inclusiva, pero tenemos que trabajar para que eso algún día llegue a suceder", asegura.
La otra Lara coincide en esta tesis: "Ser creyente no está de moda. La Iglesia muchas veces es un anti-testimonio del amor de Dios y eso es lo que ha prevalecido en la sociedad de hoy. Yo estoy enfadada con la Iglesia, muy dolida, pero a su vez la quiero porque tiene mucha verdad para mí y hay personas dentro de ella que hacen maravillas. Yo me considero parte de la Iglesia por mucho que les pese a algunos. Y ojalá nos abra las puertas algún día y nos dé nuestro lugar".
Al final de la oración, los socios y simpatizantes de Chrismhom abandonan el local para irse juntos a cenar. Lara enfila con ellos la céntrica calle Barbieri mientras, emocionada, manda a través de Yasss un mensaje a aquellas personas que, como ella en el pasado, puedan sentirse afligidas ante el reto de derribar su doble armario: "Dios te quiere tal y como eres y puedes vivir feliz siendo LGTBIQ+ y siendo creyente. Sólo tienes que amar a Dios, porque él te dará la verdadera felicidad".