En los meses de verano, los helados se convierten en un complemento indispensable de muchas comidas y no solo en el toque dulce que añadir al final de las mismas. Apetece en todo momento y por eso no dudamos en incluirlo siempre que podemos, ya sea acompañando al postre o incluso como condimento de nuestras ensaladas o sopas frías.
El helado se convierte en nuestro mejor aliado para plantarle cara al calor y por eso probar diferentes sabores y texturas pasa a ser casi un juego, descubriendo nuevas opciones que hacen que nunca resulte aburrido. Además, si aprendemos a hacerlo en casa podemos disfrutar de unos momentos de distracción para toda la familia, pues seguro que a los más pequeños les parece la mar de divertido ayudar a crear un helado de la nada.
Podemos optar por las versiones más sencillas, esas en las que se clava un palo de madera a un yogur o un zumo y se mete al congelador unas horas, pero también preparar un cremoso postre donde el aceite de oliva virgen sea el gran protagonista. Una opción que puede que no sea la primera que nos venga a la mente al pensar en helados, pero una vez que probemos seguro que eso cambia.
Si bien hemos comentado que este helado se puede hacer en familia, hay partes en las que es mejor no perder de vista a los más pequeños, porque será necesario emplear un cazo que pondremos al fuego, por lo que hay que evitar que puedan quemarse. En ese cazo, habrá que calentar, sin dejar que llegue a ebullición, 250 ml de leche entera, la misma cantidad de nata para montar, media taza de azúcar y un poco de sal.
Si se puede dividir el trabajo, mientras alguien se ocupa de calentar la leche y la nata, otra persona puede ir separando cinco yemas de huevo y colocándolas en un recipiente junto con otra media taza de azúcar. Una vez que las tengamos todas, batimos hasta obtener una mezcla que haya duplicado su volumen.
Si dejar de batir, incorporamos al recipiente de las yemas, la mezcla de leche caliente, una vez esté completamente integrado, lo volvemos a poner a fuego suave, evitando que hierva y removiendo constantemente, hasta que la mezcla coja cuerpo. Una vez que haya espesado, retiramos del fuego y dejamos que se temple.
Es ahora cuando incorporamos el aceite de oliva virgen extra (unos 100 mililitros) y mezclamos bien hasta que esté completamente integrado. Una vez hecho esto, ponemos la mezcla en una heladera, o un recipiente hermético si no tuviéramos, y lo guardamos en el congelador. Pasada una hora, lo sacamos, removemos y volvemos a guardar, haciendo esto mismo cada media hora durante las dos horas siguientes. De este modo quedará cremoso y evitamos que se cristalice, haciendo que el helado quede con la textura perfecta.
Antes de comerlo, es recomendable sacarlo del congelador durante unos minutos para que esté en su punto y sea más sencillo servirlo.