Uno de los dulces más típicos de Semana Santa son las torrijas, elaboradas principalmente con pan y leche. Una receta que con el tiempo se ha mantenido para deleite de los más tradicionalistas, pero que también ha ido experimentando ciertos cambios hasta tener una variedad tan amplia de versiones que las hay para todos los gustos.
Los más golosos pueden encontrar el postre dulce ideal en las torrijas, que tienen el toque de azúcar perfecto, así como el regusto especial que le aporta la canela. Sin embargo, como siempre hay gente que quiere más, las torrijas con leche condensada pueden convertirse en ese capricho culpable con el que pases todo el día soñando.
Una receta sencilla, que se parece mucho a la original y con la que se consiguen unas torrijas jugosas y deliciosas a partes iguales. Si además las comemos cuando todavía están tibias, puede que se conviertan en el dulce preferido, ya no de Semana Santa, sino de todo el año.
Se puede aprovechar el pan del día anterior o también utilizar uno que hayamos comprado para la ocasión, solo tendremos que hacer rebanadas gorditas, pero no demasiado y colocarlas sobre una bandeja. Cubriremos el pan con una mezcla de leche condensada y agua a partes iguales.
Para prepararla solo hay que poner a fuego medio un cazo con los dos líquidos, una rama de canela y unas cortezas de naranja; dejamos que hierva por unos minutos. Después apagamos el fuego y dejamos que repose unos diez minutos, aprovechando cuando todavía está templada la mezcla para echarla por encima del pan mientras la colamos, para evitar que caigan la canela y la naranja.
Dejamos que el pan se empape bien, quedando en remojo una media hora y, de vez en cuando, dándole la vuelta a las rodajas, para que absorba el líquido por ambos lados. Hay que tener cuidado, porque el pan es delicado y puede romperse, por lo que se trata de una tarea que requiere atención.
Batimos un par de huevos, cogemos cada trozo de pan y lo pasamos bien por el huevo batido, por ambos lados, después, colocamos el pan en una sartén con aceite caliente y, cuando esté dorado por un lado, le damos la vuelta para que se haga por el otro. Cuando esté en su punto, sacamos las torrijas y dejamos que reposen un rato sobre papel absorbente, para eliminar el exceso de aceite.
Estas torrijas pueden comerse solas, pero también podemos espolvorearlas con una mezcla de azúcar y canela para darle un toque más especial. Podemos servirlas a la hora del desayuno, tomarlas con un café a media mañana o dejarlas para la hora de la merienda. En cualquier caso, si has decidido reservarlas para la tarde, asegúrate de que hay suficientes o de que nadie tiene acceso a ellas, porque es muy probable que, llegado del momento de disfrutar de ellas, ya no queden.
Esta es una forma deliciosa de modernizar una receta tradicional que hará las delicias de los más golosos.