¿Cómo evitar las ampollas y tener los pies sanos?

Quien más, quien menos, todos hemos sufrido algunas ampollas en los pies. Estas bolsas hinchadas que supuran líquido cuando las reventamos por error, algo bastante frecuente, suelen aparecer por la fricción y la presión constante del calzado que utilizamos, bien porque aún no lo hemos domado lo suficiente, bien porque no tiene el tamaño correcto y es imposible que exista un roce y separación adecuados entre la piel y el material del zapato.

Las ampollas suelen aparecer cuando distintas capas de piel, separadas progresivamente, se llenan de suero o plasma sanguíneo. También si sufrimos una quemadura, una picadura de insecto especialmente agresiva o una infección cutánea, por nombrar solo alguno de los focos que las provocan.

¿Cómo las evitamos?

Utiliza un calzado ajustado a tu talla

Un buen comienzo para prevenirlas es seleccionar correctamente nuestros zapatos. Hay que asegurarse de que sean de la talla correcta y el ajuste podal sea adecuado para nuestro tipo de pie y forma de caminar. Queremos evitar la fricción.

En este sentido, los materiales transpirables (cuero, tejidos técnicos) son los más recomendables, ya que reducen la acumulación de humedad en la piel en contacto con el zapato y minimizan los puntos de presión. El calor excesivo y pasar demasiado tiempo expuestos a altas temperaturas pueden hacer que la ampolla brote con más facilidad. Lo mismo sucede con los zapatos que no transpiran lo suficiente. Al final, acabaremos sufriendo las consecuencias de llevar un mal calzado para nuestro tipo de pie y talla.

Los calcetines también son un aspecto que debemos tener muy en cuenta, puesto que a menudo miramos más el precio antes que la calidad del tejido. Es mejor seleccionar y comprar un tipo de calcetín que absorba la humedad. Suelen ser adecuados los de algodón o los de ciertos materiales sintéticos.

Pies secos y mucho talco

La mayor parte de las veces, la clave para evitar ampollas estriba en lo secos que tengamos los pies antes de meterlos en el zapato, bien cuidados e hidratados. Es fundamental reducir la fricción lo máximo posible. Los expertos sugieren utilizar polvos de talco, especialmente si nos hemos bañado hace poco o vamos a practicar deporte de forma intensa.

También podemos optar por productos específicos para aumentar la lubricación antes de realizar la actividad deportiva, ya sea una larga caminata o una sesión de running: parches, lubricantes antiampollas, incluso vaselina.

Camina bien

Aprender a caminar correctamente puede marcar la diferencia entre un pie que pisa correctamente y uno que fricciona repetidamente una zona específica en la que, más tarde, suele aparecer esa molestísima burbuja repleta de líquido. Toca tratar de corregir la postura, pisar correctamente y evitar arrastrar los pies.

Nuestros zapatos deben contar con una amortiguación adecuada, y si no lo conseguimos, tocará utilizar plantillas que nivelen y equilibren la pisada.

Cómo curar bien una ampolla

Si la ampolla ya está ahí, no tenemos más remedio que curarla de forma correcta para que no se infecte. Es importante resistir la tentación de reventarla, una reacción instintiva que aumenta el riesgo de infección y ralentiza el tiempo que tardará en sanar. La piel que cubre la ampolla actúa como una barrera natural contra las bacterias. Al romperla solo estaríamos eliminando un muro para protegerse de cualquier patógeno.

Si la ampolla se ha roto, hay que drenarla y lavar la zona con delicadeza con agua tibia y jabón suave y evitar los productos irritantes. Una vez limpia, utilizaremos apósitos de gel de silicona o almohadillas específicas para proteger la zona donde ha brotado el absceso lleno de líquido, ya que esto redistribuye la carga que soporta y favorece la curación. Estamos creando una barrera protectora, esta vez artificial (sería natural, la de la propia piel, si la ampolla estuviera intacta). Los parches para ampollas pueden adquirirse en cualquier farmacia.

De la misma forma, podemos aplicar una capa de crema antibiótica y cubrirla con un apósito estéril, además de algún producto calmante (aloe vera, caléndula o extracto de hammamelis, ingredientes que ayudan al cicatrizado).