Una misteriosa enfermedad ha estado causando la muerte masiva de pingüinos durante algún tiempo. Los investigadores pensaron inicialmente que se trataba de una malaria aviar, por lo que un equipo científico de Australia se trasladó a Isla Pingüino recientemente para tomar muestras y realizar análisis, pero no era la malaria lo que estaba detrás de la tragedia, sino la toxomasplosis que transmiten los gatos.
No hay gatos en Isla Pingüino, pero de alguna manera la toxoplasmosis ha llegado hasta allí. Un grupo de investigación liderado por Kym Campbell, patóloga veterinaria del Departamento de Industrias Primarias y Desarrollo Regional, junto con la Universidad de Australia Occidental y la Universidad de Murdoch, viajó hasta la isla para realizar necropsias en los cadáveres de los pingüinos hallados muertos. Sus análisis revelaron una infección parasitaria y órganos agrandados, incluidos hígados, bazos y corazones, y acaban de ser publicados en un artículo en el International Journal for Parasitology: Parasites and Wildlife.
La toxoplasmosis es una enfermedad que se produce como consecuencia de una infección por el parásito Toxoplasma gondii. Se contrae bien a través de la carne cruda, al exponerse a heces de gato infectadas o durante el embarazo, por lo que suele recomendarse a las embarazadas que no estén en contacto con heces de gatos para evitar malformaciones en el feto a causa de la toxoplasmosis.
Isla Pingüino se encuentra al suroeste de Australia, a un kilómetro de la costa de Perth, y está poblada por los emblemáticos pingüinos pequeños (Eudyptula minor), los de menor tamaño de su especie, y los únicos nativos de Australia.
En los últimos años sus poblaciones se han visto disminuidas, lo cual se atribuye a causas humanas como la alteración del hábitat, la reducción de las poblaciones de peces, la contaminación o el enredo en parafernalia de pesca, pero la toxoplasmosis es un problema nuevo.
Lo que está claro para los investigadores es que el parásito del toxoplasma que solo puede desarrollarse en los gatos ha entrado de alguna manera en el hábitat de los pingüinos. Su teoría es que el parásito “entra en el sistema de aguas pluviales y, en el medio ambiente marino, los peces se comen esos huevos y luego los pingüinos desafortunadamente mueren de toxoplasmosis", ha explicado Belinda Cannell, coautora del estudio, en el Sydney Morning Herald.
“En el pasado se ha descubierto que las sardinas, una especie de presa importante para el pequeño pingüino, pueden transmitir la enfermedad una vez que llega a las vías fluviales”, publica este medio. También se ha observado toxoplasmosis en pingüinos africanos y delfines de Nueva Zelanda.
No está claro dónde exactamente pudieron contraer los pingüinos la toxoplasmosis, dado que viajan muy lejos de Isla Pingüino para conseguir alimento. Por algún motivo, las muertes por esta enfermedad alcanzaron cifras históricas entre 2011 y 2013, lo cual los científicos creen que podría tener que ver con la ola de calor marina extrema que se vivió aquellos años, que habría obligado a los pingüinos a cambiar su dieta, lo cual habría hecho que comieran peces infectados con el parásito.
"Entonces, si se están alimentando de especies que provienen de áreas más tropicales y hay más gatos en esa área... ese es el tipo de cosas que simplemente no podemos medir", concluye la bióloga.
Las constantes olas de calor y la actividad humana han hecho que la población de pingüinos pequeños haya pasado a los 2.000 ejemplares en Isla Pingüino a menos de 300, según el último recuento. El exceso de calor hace la supervivencia imposible para los polluelos, por lo que las olas de calor tienen como consecuencia el fracaso total de la temporada de reproducción.