Sabemos que eso del calor es relativo. Por ejemplo, no es lo mismo 34ºC en Sevilla –un paseo para los andaluces– que en Siberia, una de las regiones más frías del planeta. Aunque cualquiera lo diría. El 2020 está siendo de los años más calurosos en la Tierra (sin un evento de El Niño, cosa rara) y es fácil dar con el origen echando un ojo a los mapas de anomalías: Rusia. ¿Cómo es posible que el norte del país más gélido casi alcance la misma temperatura que la ciudad más tórrida de España?
"Lo inusual en este caso es cuánto tiempo han persistido las anomalías más cálidas que el promedio", concretaba el programa Copernicus de Agencia Espacial Europea al finalizar mayo de 2020, el más cálido registrado en la Tierra.
Se refería a Siberia occidental, que entró en una espiral de incendios y pérdida de permafrost sin precedentes en enero… Hasta hoy. El distrito de Evenkiysky, o Evenkia, alcanzó los 33ºC el pasado viernes, lo mismo que varias ciudades del territorio de Krasnoyarsk, y hace poco la Organización Meteorológica Mundial (OMM) se pronunció sobre los 38ºC de Verkhoyansk, llamado el "polo del frío" porque no es raro que haga -50ºC por allí en invierno.
"Hay años que se da un pico de calor porque ocurre el fenómeno de El Niño", explica Juan Jesús González Alemán, doctor en Física e investigador en la Universidad Complutense de Madrid. Este evento define un calentamiento anormal en la región del Pacífico ecuatorial-central que, en última instancia, puede desatar un aumento de la temperatura global porque modifica los patrones atmosféricos. Ocurrió durante la mayor parte de 2015 y el primer tercio de 2016, resultando este último el más cálido en la Tierra.
Pero este año no hay El Niño y, aun así, 2020 apunta maneras para batir un récord de calor. "Siberia es la causante de que el 2020 esté resultando tórrido", apostilla este físico. Hablamos de temperaturas que en ocasiones han sobrepasado el promedio en más de 12ºC, una barbaridad que, como hemos visto, representa incluso a calores más propios del sur de España, como los 38ºC de Verkhoyansk.
La pérdida de hielo es pasmosa. "El deshielo ha sido temprano, y ahora partimos de una capa menor de lo normal. Esto favorece que aumenten las temperaturas", aclara González Alemán. Un efecto en cadena que hace que el calor se vaya magnificando y, a su vez, el hielo se vaya quedando en el camino.
Una de las consecuencias más recientes de este derretimiento del hielo es el reventón de los tanques de diésel de la compañía Norilsk Nickel, el gigante mundial de níquel y paladio con sus instalaciones en Siberia, que ha dejado 20.000 toneladas de combustible a la deriva hacia el Mar de Kara y posiblemente el Océano Ártico. Pero este no será el único efecto que observemos: "El permafrost contiene gases de efecto invernadero como el metano. Si se derrite y se liberan, esto contribuirá a acelerar el cambio climático", detalla para concluir este investigador.