No es ciencia ficción y tampoco es altamente probable, explica, pero “es una posibilidad para la que hay que estar preparados”. Salvador Macip, genetista, habla así del riesgo de que en algún momento llegue un “supervirus”, que podría ser mucho más peligroso que este. Pero también pide no caer en el alarmismo. Estar preparados, sí, pero también ser prudentes, aprender de lo ocurrido y aplicar el sentido común. Macip se queja de la falta de previsión de los gobiernos y asegura que "se han desaprovechado" los más de diez años que han pasado desde la última epidemia de Gripe A, que califica como "la primera pandemia de nuestra época".
Este científico y divulgador catalán pasó diez años en Nueva York, investigando en el prestigioso hospital Mount Sinai sobre el funcionamiento del sistema inmune y las infecciones. Y actualmente investiga sobre el cáncer y el envejecimiento en el laboratorio que dirige en la Universidad de Leicester, en el Reino Unido. Desde allí, atiende a NIUS para esta entrevista, con motivo de la reedición de su último libro, “Las grandes epidemias modernas”, publicado en 2010. “Los editores pensaron que era importante reeditarlo ahora, para ayudar a entender lo que está pasando”.
Pregunta: En la portada de su libro se habla de “la lucha de la humanidad contra los enemigos invisibles”. Y siempre que hablamos con científicos, de hecho, hablamos de dimensiones a las que el resto de los mortales no estamos acostumbrados: micras, gotículas… medidas que nos resultan invisibles, difíciles de imaginar. ¿Cómo es este enemigo invisible al que nos enfrentamos ahora?
Respuesta: Sí, no hay una idea clara sobre de qué estamos hablando, y sería importante que la hubiera. Falta conocimiento general en la población. Este virus -cualquier virus- es la forma más simple de organismo, de hecho hay gente que no los considera organismos vivos siquiera porque no pueden reproducirse por sí solos. Los coronavirus son, básicamente, unos cuantos genes envueltos por una cápsula protectora que utiliza trucos para engancharse a células, humanas o de otros animales, porque ahí es donde pueden vivir y multiplicarse. Trucos como esconderse, o engañar (hacer ver que es una cosa y es otra)... En este caso tiene la corona, que le permite engancharse muy bien a cierto tipo de células, como las del pulmón, por ejemplo.
P: A este coronavirus, en concreto, los científicos lo definen como inteligente, buen estratega, sigiloso… Tiene una letalidad baja pero es altamente contagioso. El hecho de que mate poco y se transmita mucho ¿lo hace más peligroso que otros?
R: Sí, lo es. Hay dos factores que definen la peligrosidad de los virus. Su letalidad y su capacidad de infectar. Los que infectan mucho, matan poco, y al revés: los que matan mucho, infectan poco. Esto es, al menos, lo que se ha visto hasta ahora. Un ejemplo claro sería el virus del ébola, que tiene una letalidad de entre el 50% y el 80% pero infecta poco, sus brotes se quedan localizados en las zonas de origen, en general, y por eso no llega nunca a convertirse en pandemia.
Este coronavirus, en cambio, infecta mejor que otros compañeros de su familia, y parte de su habilidad se debe a que consigue que la persona, aunque no tenga síntomas aun, ya esté infectando. Eso hace muy difícil controlar su propagación, y esa es la diferencia con otros virus de su familia, tipo el SARS.
P: En el libro dice que, en 2009, cuando escribió la primera edición, ya advertía de que esto iba a pasar a todo el que le preguntaba. No estaba claro cuándo, pero sí estaba claro que vendría una pandemia como esta. ¿A usted no le ha sorprendido, entonces?
R: No, no me ha sorprendido, ni a mí ni a nadie que trabaje con virus. Los científicos llevan años advirtiendo. Incluso la propia OMS. Pero es muy difícil hacer caso si no sabes cuándo va a pasar. Y no puedes dar una fecha concreta, ni saber qué virus la va a provocar. Se pensaba que sería una pandemia con el virus de la gripe, de hecho, pero han aparecido los coronavirus y desde principios de siglo, desde el SARS, ya empezamos a ver que podía ser una familia de virus que podía provocar problemas serios. Y a la tercera, lo han conseguido. (Se refiere Macip a los dos brotes anteriores causados por coronavirus: el SARS en 2002 y el MERS en 2012).
P: Pero ¿podría haber una pandemia de gripe? Esto sí que cuesta entenderlo, habiendo una vacuna…
R: Sí, hay vacuna, pero ese virus está mutando constantemente. Aunque tenemos una vacuna de base, y sabemos cómo hacerlas rápido, hay combinaciones de este virus que hacen que sea más agresivo. Ocurrió, por ejemplo, con la gripe aviar (H5N1), que fue mucho más letal, aunque se consiguió una vacuna rápidamente. Sería posible una pandemia porque hasta que tienes la vacuna pasan muchos meses, incluso sabiendo qué vacuna tienes que hacer.
Si surgiera un virus de la gripe muy diferente a los que corren ahora, y no hubiera una inmunidad de base, podría generar una pandemia si el virus fuera mucho más agresivo. La amenaza está en el aire, no se puede descartar. Está claro que habrá más pandemias, pero no sabemos de qué tipo de virus.
P: En el libro leemos: “Nuestra actitud debería haber cambiado después de la Gripe A (H1N1) de 2009, la que puede considerarse la primera pandemia de nuestra época, la primera en atacar un mundo globalizado y sin fronteras”. Han pasado más de diez años, ¿no se ha hecho nada desde entonces?
R: No se ha hecho lo suficiente. Hubo mucha investigación en coronavirus cuando hubo el brote del SARS en 2002, pero se paró en seco porque logró contenerse. Y eso a pesar de que mucha gente decía que los coronavirus iban a seguir siendo una amenaza. Es lo que decía antes, si no puedes concretar a los políticos fecha ni tipo de virus, ellos deciden invertir en otra cosa. Y siempre hay que estar preparado para lo peor. Se han desaprovechado estos diez años, sí.
P: Lo dice así, en su libro: “Estaría bien que, en lugar de aprender a golpes, fuésemos lo bastante maduros para prepararnos para la siguiente guerra cuando aún estamos en tiempo de paz”.
R: Sí. Porque ahora, esta pandemia es un problema global y no puede ser que cada político haga lo que crea conveniente. Habría que tener, haber creado, una especie de organismo supranacional que coordine un plan de respuesta. Porque si al principio de la pandemia dudamos, no sabemos bien qué hacer, el número de muertes aumenta muchísimo, ya se está viendo. Y eso que este virus es muy poco letal…
P: Usted sugiere que ése organismo podría ser la propia OMS. Pero en esta pandemia, el papel de la OMS está siendo muy criticado, su actuación está quedando en entredicho.
R: Sí, quizás no podría ser la OMS, porque hay un problema de base, de falta de confianza y de poder político, la OMS no tiene demasiada capacidad para influir en los gobiernos. Habría que crear algo así como un organismo supranacional de vigilancia de pandemias. Esto es muy utópico, pero hay que hacer algo para que los políticos estén más preparados a nivel científico y más coordinados a partir de ahora. Los líderes políticos tienen que estar más preparados.
P: Dice en su libro, no obstante, que ahora se han superado algunos de los errores que se cometieron en la crisis de la Gripe A. ¿Qué cosas se están haciendo mejor?
R: La más obvia es la coordinación científica. Que es lo contrario, precisamente, de la descoordinación política. Es increíble la cantidad de datos que se están generando en tan poco tiempo, yo nunca había visto algo así. Una respuesta tan masiva y tan coordinada es inédita.
P: En relación con esto, dice que el objetivo de su libro es hacernos “entender mejor cómo funcionan las infecciones y qué recursos tenemos para frenarlas”. Se necesita mucha divulgación, pero también mucha inversión en ciencia, mucha cultura científica.
R: Ése es uno de los problemas que hay en España, sí, se tiene la idea de que la ciencia es algo caro y lento. Hay que financiar más, de forma estable y constante. En España hay científicos buenísimos pero hay una falta crónica de presupuesto, tienen menos dinero que en otros sitios. A lo mejor después de esto, cambian de actitud. Espero que sí. La ciencia es útil, pero hay que cuidarla, no solo acordarse cuando hay problemas. Cuando esta pandemia pase, no hay que desconectarse. Los científicos tienen que poder seguir trabajando.
P: De momento, parece que nos queda un año para volver a la vida normal. Lo advierte usted, lo advierten todos los expertos. Pero no estamos hablando de un año de confinamiento. ¿Qué nos queda por delante hasta poder volver a una cierta “normalidad”?
R: Ahora estamos entrando en una fase nueva. Es muy importante la vigilancia, el virus aun está rondando y el riesgo de nuevos brotes es muy elevado. Estar confinados un año no, pero cuando empecemos a desconfinarnos habrá que hacerlo progresivamente y sin bajar la guardia.
Quizá haya que volver a aislar zonas, de nuevo, donde haya brotes y reconfinar. Pero iremos saliendo progresivamente. Quizá estaría bien abrir primero las zonas menos habitadas y después las grandes ciudades, o quizá desconfinar por turnos... Desde luego, habrá que evitar al máximo ciertos contactos sociales y situaciones de riesgo, como los partidos de fútbol o los conciertos. Hasta que tengamos la vacuna o la inmunidad de grupo –y esto va a tardar, al menos un año- haremos vida más o menos normal, pero no del todo.
P: Pero le voy a hacer una pregunta que aquí, en España, seguro que nos ronda a todos por la cabeza. ¿Cuándo podré volver a tomarme unas cañas con los amigos?
R: Sí, ésa creo que nos la hacemos todos... Pues depende. Si pensamos en una terraza de Madrid a reventar de gente, codo con codo, eso no lo veo muy factible. Pero por ejemplo, en un bar de un pueblo de Cáceres puedes estar de cañas tranquilamente. Hay que aplicar el sentido común, y eso tenemos que hacerlo nosotros. Hay que intentar no hacer tonterías. Tendremos que aplicar medidas de seguridad y de prudencia.
Puedo quedar con pocos amigos en un sitio abierto, pero no juntarnos cincuenta en un sitio cerrado. Y además –y esto es importante- tenemos que tener presente que la situación puede cambiar de un día para otro. Hace falta rapidez y flexibilidad por parte de los políticos. Que actúen rápido si la cosa se complica, pero a la vez, que solo impongan restricciones severas donde realmente haga falta.
P: ¿Cree que en España se está haciendo bien hasta ahora? Han pasado meses y todavía no hay datos fiables de la incidencia de la pandemia, por ejemplo.
R: Hay que hacer más test. Puede que no se estén haciendo por la falta de material, porque los serológicos cuesta mucho fabricarlos y todo el mundo los quiere. Pero con el PCR es más discutible por qué no se hicieron antes y por qué no se hacen más ahora. No debería ser tan complicado poner a trabajar a todos los que sabemos hacerlos.
En Reino Unido, de hecho, hay muchos científicos voluntarios para hacerlos desde hace semanas, y siguen esperando. Hay lista de espera porque el gobierno no es capaz de organizarlos. Está habiendo muchos problemas burocráticos, pero científicos y máquinas sobran. La política es lenta en sus decisiones, y estamos perdiendo un tiempo precioso.
P: ¿Y qué le parece la gestión de Boris Johnson? Sobre todo, su idea inicial de dejar que la población se infectase para generar inmunidad de grupo.
R: Fue tremendo. A nivel teórico tiene razón, pero la inmunidad de grupo no puedes conseguirla dejando que toda la población se infecte a la vez. Es muy diferente que ocurra en un par de años a que ocurra en un par de meses. La idea era buena en la teoría y podría haber funcionado con un virus menos infeccioso, pero es que cuando la planteó ya se sabía lo altamente infeccioso que era este. La idea aguantó una semana. Es que no se entiende, en un país científicamente potente. Y Johnson tiene buenos asesores. ¿Por qué sus asesores pensaron que era buena idea? Debieron de entrar en juego presiones y otros factores que desconocemos.
P: Afirma en su libro que “las cuatro grandes epidemias, por su impacto sanitario, continúan siendo la gripe, el sida, la malaria y la tuberculosis”. ¿Esta podría ser la quinta?
R: Todavía no lo sé. Habrá que ver. Depende de que hagamos la vacuna rápido y de que esa vacuna sea efectiva y se mantenga en el tiempo. Ha habido michos virus problemáticos que han acabado siendo controlados con una vacuna. ¿Este será más como la polio o como la gripe? No sabemos. Necesitamos más tiempo para saberlo.
P: Lo que sí asegura es que “el SARS-COV-2 no es el «supervirus» que pronosticaba en estas páginas (por fortuna)”. ¿Cuál sería ése supervirus?
R: Un supervirus sería un virus que fuera muy infeccioso, como este, pero mucho más letal. En este, la letalidad ya hemos visto que es relativamente baja. Sería una mezcla entre la máxima letalidad del ébola y la máxima efectividad de este, un virus que tenga un poco de cada uno en ese sentido.
Es una posibilidad que existe. No es muy probable, quizá, pero tampoco es ciencia ficción. Esperemos que no, pero si pasa algo así, el tiempo de reacción tiene que ser mucho más rápido. Este es un riesgo del que todos los que trabajan en virus alertan desde hace mucho. Causaría una primera oleada de muertes mucho más alta que esta.
P: ¿Pero es algo que podríamos ver en este siglo, que estadísticamente toca?
R: Esto es imposible de predecir. El riesgo de que pase el año que viene existe, o que pase dentro de cien años. Ese es el problema cuando hablamos de pandemias. Pero no hay que perder de vista que la posibilidad existe. Y podemos prepararnos, al menos en la parte logística y política.
P: Pero para estar preparados, los tiempos de la política no ayudan. Los gobiernos trabajan a corto plazo, a cuatro años vista...
R: Sí, y es un problema, es el problema crónico que tenemos los científicos. Los proyectos son a largo plazo y los políticos trabajan a cuatro años. Hay un desfase enorme entre la política y la necesidad científica. Y creo que también hay un problema en que la población, en general, tampoco entiende esto. Por los recortes en ciencia nadie sale a la calle a protestar.
Hace falta mucha visión a largo plazo, debería de haber un plan de todos los políticos, una especie de pacto de estado por la ciencia para que los científicos puedan trabajar tranquilos en sus proyectos. Esto, aquí, en el Reino Unido, está mejor, hay una sensibilidad científica de fondo que en España no hay. Se entiende mejor.
P: Son muchos los expertos que están advirtiendo, estos días, de que la sobreexplotación del planeta tiene mucho que ver con esta pandemia. Cada vez somos más, invadimos cada vez más los hábitats animales, y eso, unido a nuestra mayor movilidad, puede ser un cóctel peligroso.
R: Sí. Estamos hablando mucho del impacto que tienen los humanos en el clima, pero hay muchos más factores en los que influimos. Ahora, por ejemplo, se está hablando mucho de la salud planetaria. Estamos invadiendo hábitats animales y entrando en contacto con virus con los que nunca deberíamos haber tenido contacto, que después, revierten hacia nosotros en forma de enfermedad. Se podría reducir mucho el riesgo de pandemias como esta si empezamos a interaccionar con los ecosistemas de otra forma, más racional.
P: Usted plantea que hay que moverse “entre la alarma y la prudencia”. ¿Tenemos que aprender a vivir así desde ahora?
R: Es importante no alarmar, esto no es el fin de la humanidad, pero a la vez hay que ser conscientes del riesgo. No podemos despreocuparnos, pero tampoco estar alarmados todo el día. Hay que hacer mucha más divulgación en temas científicos con la población en general.
Falta conocimiento científico de base para entender las cosas que están pasando. No nos podemos permitir no entender ciertos conceptos básicos de ciencia, porque nos afectan a decisiones que tomamos en el día a día. No es sólo un tema de científicos, la población también tiene que hacer el esfuerzo de intentar entender. Ojalá crisis como esta sirvan para eso.
P: Se habla mucho en términos de guerra estos días, por parte de los gobiernos. En esa “guerra” que libramos de forma constante, e intermitente, entre los virus agresivos y los humanos ¿quién ganará al final?
R: Es que no es una lucha, es una coexistencia. Los virus estaban aquí antes que nosotros y, si en el futuro nos extinguimos, ellos van a seguir aquí. Pero hay que encontrar la manera de convivir y coexistir, de hecho es lo que hacen la gran mayoría de los microbios, que no causan enfermedades sino que viven en simbiosis con nosotros.
P: Es un tema de equilibrios. Pero ¿se está rompiendo ése equilibrio por nuestra parte?
R: Totalmente. Si queremos coexistir con los virus hay que saber que estas cosas pasan, estar preparados, e intentar no plantearlo como una lucha, no como un virus a exterminar. El objetivo debe ser encontrar un equilibrio, poder seguir compartiendo el planeta con estos virus agresivos.