El origen de esta pandemia no está claro, pero hay una altísima probabilidad de que fuera un murciélago, desde el que el virus habría saltado hasta el ser humano a través de otro animal, un huésped intermedio. Probablemente un pangolín, aunque tampoco está claro. No hay paciente cero en esta pandemia, lo cual complica bastante las cosas a la hora de establecer con absoluta certeza cómo empezó la transmisión del virus.
Lo que sí está claro es que fue en Wuhan, en el mercado húmedo de esa ciudad china, donde es frecuente el tráfico de pangolines y el contacto entre esa especie y el ser humano. Los primeros casos documentados tuvieron relación con ése mercado.
Cada vez tenemos más contacto con la vida silvestre, según los expertos mucho más del que deberíamos. Las causas son muchas: la superpoblación, el cambio climático, la invasión de hábitats animales, la enorme movilidad de la especie humana... La interacción entre animales y humanos cada vez es mayor, y las zoonosis - enfermedades se transmiten entre animales (incluidos los seres humanos) a través de medios como el aire, picaduras o saliva- serán cada vez más frecuentes.
Lo advierten los expertos, desde hace años. Hablamos con Víctor Briones, Catedrático de Sanidad Animal de la Universidad Complutense y veterano experto en zoonosis.
Pregunta: La interacción entre humanos y animales ¿está en el origen de esta pandemia?
Respuesta: El 100% de certeza no se lo doy, pero del 95% no baja. Parece bastante probable, no hay una evidencia tajante que la asocie con un animal en concreto, pero el genoma de este coronavirus se parece muchísimo al del murciélago (en más de un 90%) y es muy parecido también con el de la epidemia del SARS (por eso se le llama así, de hecho (SARS-CoV-2). Se piensa que, de nuevo, como en aquella epidemia, los murciélagos hayan estado detrás.
Nadie puede demostrarlo, porque ya no hay ni hubo paciente cero, no tenemos ni tendremos a la primera persona que se infectó. Pero sí sabemos a ciencia cierta que el virus que tenemos en humanos es el mismo que el del murciélago, lo que no sabemos es cómo nos ha llegado. Puedes inducirlo, aunque no puedas demostrarlo.
P: Ésa es la cuestión... ¿Cómo habría llegado desde el murciélago hasta el humano? No es fácil el contacto directo entre las dos especies.
R: Bueno, hay una frase que yo repito mucho en clase a mis alumnos: "Cualquier forma de transmisión, por insospechada que parezca, puede llegar a darse”. En ciertos países, los murciélagos se cazan como alimento, por ejemplo, y para eso tienes que entrar en cuevas, donde sus heces generan aerosoles… Este no parece el caso, pero de momento son todo especulaciones.
P: ¿Y si hubiera saltado a través de un pangolín? ¿Cómo podría haber sido esa relación?
R: No se sabe, pero a veces se dan las maneras más insospechadas de vínculos epidemiológicos. No hay que descartar nada. En este caso, puede que se haya cazado y se haya llevado ese animal a un mercado. Se está sacando a los animales salvajes de su medio y se les introduce en zonas urbanizadas, con el riesgo que ello conlleva.
P: Pero también está ocurriendo al revés. La invasión de hábitats animales y la superpoblación también tienen mucho que ver en el aumento de estas epidemias.
R: Sí, y es que además, cada vez hay un mayor uso de la tierra con fines agrícolas. Para toda la producción masiva de soja o aceite de palma, por ejemplo, se deforestan grandes áreas… mucho más que lo que deforestan las grandes ciudades. Esa entrada del ser humano en zonas de selva o boscosas les expone a ellos - y a sus animales domésticos, no hay que olvidarlo- a patógenos nuevos para el ser humano. Con los humanos van sus perros, sus gallinas… y si hay un patógeno, el que sea, que encuentra nuevos hospedadores, así comienza todo.
P: ¿Tenemos que acostumbrarnos a esto? ¿Habrá más epidemias así en el futuro?
R: Ha ocurrido en el pasado, acaba de ocurrir y seguro que va a volver a ocurrir. Se estima que dos tercios de los patógenos que afectan a las personas proceden de los animales. Actualmente, tres de cada cuatro enfermedades emergentes son de origen zoonótico, proceden de animales. Ha habido brotes de este tipo en el pasado, como la peste, la rabia, o más recientemente el SARS (donde el origen fueron las civetas), o el MERS (el origen fueron camellos)… y en el futuro volverá a haber. Es un hecho continuo. Hay que concienciar y trabajar para que se conciban las enfermedades transmisibles como un todo.
P: Queda claro que la gran mayoría de las enfermedades emergentes son de origen zoonótico, pero ¿cómo influye en su expansión la enorme movilidad actual de la especie humana por todo el planeta?
R: En el pasado, esto no ocurría con tanta frecuencia, aunque también es cierto que ahora se difunde más todo lo que ocurre. Ahora hay una mayor movilidad de personas, sí. Alguien que se contagie en Wuhan, en 24 horas está en la otra punta del planeta. La peste, en la Edad Media, se desplazaba a lo largo de meses. La gripe de 1918 la dispersaron soldados americanos que la trajeron a Europa en la Primera Guerra Mundial, y el medio por el que se propagó fue a través del ferrocarril. Ahora son los aviones. Ahora, un brote se desplaza y se propaga en 24 horas.
Pero es que ahora hay más intercomunicación en ambos sentidos. No es solo la gente que viaja, también los productos animales viajan. Ahora se pueden conseguir animales exóticos de cualquier país. Y no todos están bien supervisados. Ese transporte de producto animal también conlleva grandes riesgos de transmisión de enfermedades.
P: Debemos concienciarnos, por tanto, de que nos veremos en esta situación con cierta frecuencia, pero ¿qué medidas se podrían tomar para evitarlo? En China se ha impuesto una moratoria al consumo de animales salvajes y se va a revisar la legislación, pero es un tema cultural, cambiar hábitos tan arraigados no parece fácil.
R: Habrá que regular algunas cosas. Es necesaria una regulación de los mercados húmedos de todo el sudeste asiático. Hay mercados con caza de animales salvajes en China y en medio planeta. Y hay puestos donde venden gallinas, por ejemplo, pero en la trastienda tienen un verdadero zoológico de animales salvajes que también venden, en el mercado negro. Somos cazadores desde el neolítico, no es algo tan raro. Pero cualquier sociedad que sigue dedicándose a eso convive con estos riesgos, está muy expuesta, mucho más que la nuestra.
P: Pero ahora, ambas sociedades estamos interrelacionadas mucho más, así que estamos expuestos todos, en realidad, en esto ya no hay fronteras.
R: Claro. Y para acabar con esto hay que regular, pero también hay que concienciar a la gente de que no consuma estos productos. Que no haya demanda de este tipo de productos. Y la concienciación se consigue a través de la educación. Es un proceso lento.