Treinta y cinco años después de la catástrofe nuclear que se vivió en la planta de Chernóbil, masas de combustible de uranio han despertado en lo profundo de una sala de reactor destrozada, donde fueron enterradas. Los expertos comparan estas reacciones con “las brasas de una barbacoa”, ardientes, preparadas para apagarse de nuevo o, por el contrario, obligar a su extinción.
Un grupo de investigadores está monitoreando la planta sin descanso desde que se detectó un aumento de neutrones en una habitación subterránea llamada 305/2, según ha publicado la revista ‘Science’.
El espectro de la fisión autosostenida, o criticidad, en las ruinas nucleares ha perseguido durante mucho tiempo a Chernóbil, según la publicación de 'Science'. Cuando parte del núcleo del reactor de la Unidad Cuatro se derritió el 26 de abril de 1986, las varillas de combustible de uranio, su revestimiento de circonio, las varillas de control de grafito y la arena arrojadas al núcleo para tratar de extinguir el fuego se fundieron en lava.
Fluyó a las salas del sótano de la sala del reactor y se endureció en formaciones llamadas materiales que contienen combustible (FCM), que están cargados con aproximadamente 170 toneladas de uranio irradiado, el 95% del combustible original.
Los expertos del Instituto de Problemas de Seguridad de las Plantas de Energía Nuclear (ISPNPP) en Kiev están debatiendo las teorías más posibles de lo que podría ocurrir y las soluciones necesarias para evitar nuevos desastres nucleares: “Hay muchas incertidumbres”, dice Maxim Saveliev de ISPNPP. "Pero no podemos descartar la posibilidad de un accidente".
El aumento de neutrones es lento, por suerte, por lo que de ser ese el caso (de producirse un accidente) los investigadores tendrían algunos años para intentar evitarlo.
"Es una magnitud de peligro similar", dicen compañeros de Saveliev al ser preguntados por Fukushima, por lo que los científicos del ISPNPP creen que, cuando den con la respuesta, esta podrá servir de ayuda a otras naciones que se enfrenten a eventos nucleares.
Un año después del accidente de Chernóbil, se construyó un sarcófago protector de hormigón y acero llamado Refugio en torno a la Unidad Cuatro para albergar los restos. Pero, cada vez que llueve, el agua se filtra y, puesto que el agua aumenta sus probabilidades de golpear y dividir núcleos de uranio, las lluvias a veces elevaban el conteo de neutrones.
Por ello, tras un episodio de aguaceros que se produjo en 1990 en la zona, se esparció una solución de nitrato de gadolinio, que absorbe neutrones. Pero este no puede penetrar bien los sótanos del reactor.
Por ello, desde 2016 una mega estructura de 25.000 toneladas de acero llamada Nuevo Confinamiento Seguro (NSC) recubre el Refugio que se instaló tras el accidente. La idea era desmantelar el Refugio y dejar el NSC con el tiempo, pero estos planes se están complicando.
"Aunque cualquier reacción explosiva sería contenida [por este NSC], podría amenazar con derribar partes inestables del destartalado Refugio, llenando el NSC con polvo radiactivo", ha señalado Saveliev.
Con suerte, este año, con la ayuda del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, Ucrania podría por fin desarrollar un plan para albergar los restos de FCM en un depósito.