El tiempo es relativo. Un axioma que reside en la Teoría de la Relatividad desarrollada por el físico Albert Einstein en 1905. Este científico dijo en una ocasión que “el tiempo y el espacio son creaciones libres de la inteligencia humana, herramientas del pensamiento que deben servir para relacionar vivencias y comprenderlas así mejor”. Los seres humanos nos movemos entre un tiempo objetivo; aquel que está sujeto a las coordenadas que nuestros antepasados idearon para medir el paso del tiempo y que permite datar los momentos en los que ocurren determinados hechos (lapsos relativamente breves) y procesos (lapsos de duración mayor), y un tiempo subjetivo; que se corresponde más con variables internas psicológicas. En este tiempo entra en juego el aprendizaje, las habilidades cognitivas y el ambiente físico y social.
Todos experimentamos en algún momento experiencias en las que el tiempo parece transcurrir fugazmente, como cuando disfrutamos de unos días de vacaciones y parece que, sin darnos cuenta, el tiempo ha pasado tan rápido que ya estamos de nuevo de regreso. Pero también hemos tenido la sensación contraria de que el tiempo no avanza; por ejemplo, si la película que estamos viendo no nos engancha. Entonces, el tiempo parece haber caído en un profundo letargo.
En el ámbito de la Física, Alberto Corbi, director del Grado de Física de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), indica que “el tiempo es el proceso por el cual un futuro incierto probabilístico, donde todo puede ocurrir, pasa por el presente y acaba calcificándose en pasado conocido”. A nivel humano, el tiempo es el mismo para todos; la velocidad del tiempo es la misma aquí como en un paraje en Nepal. “En lo único que entra la intimidad en la percepción del tiempo es la relatividad, haciendo del concepto algo personal. Pero no personal, entendido para cada persona, sino que fluye de manera distinta según la velocidad a la que vayamos y, por tanto, como cada uno vamos a una velocidad, el tiempo se puede decir que es personal e íntimo. Lo que pasa es que el tiempo a las velocidades que nos movemos, en la escala humana, es inapreciable”, explica este físico.
En la percepción subjetiva del tiempo intervienen elementos tanto internos como externos. Identificar una región concreta del cerebro encargada de la percepción subjetiva del paso del tiempo no es tarea fácil. De hecho, actualmente existen investigaciones que intentan profundizar en el tema. Raquel Prieto Elipe, psicóloga general sanitaria y neuropsicóloga clínica en el Centro de Psicología Vicente Prieto, comenta que “el cerebro se apoya en relojes biológicos con los que cuenta el organismo para situarse temporalmente, como son los que controlan los ciclos de sueño-vigilia, y también se apoya en ayudas externas, como los relojes que nos marcan la hora o los cambios en la luz que se producen a lo largo del día. Pero, además, las investigaciones señalan la existencia de un reloj interno relacionado con la experimentación del tiempo, en el que participan varias regiones y estructuras cerebrales, como el cerebelo, hipocampo, cortezas frontales, corteza parietal derecha y los ganglios basales, así como la corteza entorrinal lateral (LEC), junto a la corteza entorrinal media (MEC)”. Por tanto, sería la acción conjunta y coordinada de varias regiones cerebrales, las encargadas de la percepción del tiempo.
La revista Proceedings of the National Academy of Sciences ha publicado el estudio Las células del tiempo en el hipocampo humano y la corteza entorrinal apoyan la memoria episódica donde se han identificado células en el cerebro humano, denominadas células del tiempo, que colocan una especie de sello de tiempo en los recuerdos a medida que se forman. Es decir, no ayudan a recordar secuencias de eventos o experiencias en el orden correcto. Estas células del tiempo son neuronas situadas en el hipocampo y la corteza entorrinal que se activan en momentos específicos dentro se una experiencia cognitiva. Este hallazgo confirma “que la capacidad de representar el tiempo es fundamental para la memoria episódica, en la que la información del elemento (qué) está vinculada precisamente a la información temporal (cuándo) para crear las experiencias complejas y coherentes del “viaje mental en el tiempo” que son fundamentales para la experiencia humana”.
Los mecanismos neuronales que subyacen a la codificación y memorización de la información temporal siguen siendo objeto de estudio. “La dificultad radica en que el tiempo no es un estímulo que tenga sus propios receptores especializados que puedan captarlo y enviarlo al cerebro para su procesamiento, como ocurre en el caso de los estímulos visuales o auditivos, por ejemplo”, sostiene Prieto Elipe. Investigadores del Instituto Kavli en Noruega han encontrado una red de células cerebrales que registran el tiempo subjetivo que se asocia a cada experiencia que vivimos, ordenando y midiendo los eventos que se van sucediendo, de manera que si la actividad, estado emocional de la persona u otros factores internos o externos cambian, también cambiará el tiempo subjetivo que se percibe. “Por supuesto, nuestra capacidad para percibir el tiempo también va a estar determinada por la memoria tanto a corto como a largo plazo, ya que es una función cognitiva necesaria para medir el tiempo”, apunta esta neuropsicóloga clínica.
La percepción del tiempo varía según se van cumpliendo años. No concebimos el paso del tiempo de la misma manera cuando somo niños que cuando nos hacemos adultos. Raquel Prieto Elipe apunta que durante la infancia “muchas estructuras y mecanismos neuronales están desarrollándose; no existe el nivel de madurez suficiente para poder percibir el tiempo eficazmente”. Sin embargo, en las personas de la tercera edad, continúa esta experta, “se producen cambios a nivel cerebral, un declive o deterioro en las distintas funciones cognitivas y regiones cerebrales claves como el hipocampo, que ocurre de forma natural, con el envejecimiento, y este proceso provoca, entre otras cosas, dificultad en la percepción temporal”.
En la percepción del tiempo juega un papel determinante el tipo de experiencias que se viven a lo largo de la vida. “En las primeras décadas de la vida resultan muy estimulantes y novedosas, generando la sensación de que en esos años el paso del tiempo es más lento. Está asociado a un mayor aprovechamiento del mismo en cuanto a aprendizaje y vivencias únicas. Sin embargo, según vamos sumando años, sumamos también experiencias acumuladas y quizá menos posibilidad de experimentar cosas nuevas, lo que provoca la sensación de mayor rapidez en el paso del tiempo”.