Salir a la calle actualmente es un riesgo en casi cualquier lugar del mundo, pero en México y algunos países del Caribe como Cuba lo es doblemente por el calor desorbitado que está haciendo. Las aguas del Golfo están caldeadas, concretamente a unos 2,5ºC más de lo normal, y eso se nota en tierra. Y a esto hay que sumarle la latosa humedad que multiplica la sensación de sofoco a casi 50ºC.
Los meteorólogos definen la ola de calor que se vive en el sur y sureste de México como extrema, lo cual no es de extrañar. Se han registrado alrededor de 48,8ºC en los estados de San Luis Potosí, Tamuín y Gallinas. Son, hasta el momento, las temperaturas más elevadas alcanzadas en 2020 en el Hemisferio Norte, donde el verano todavía queda lejos.
En las próximas horas, al cóctel se unirá un frente húmedo. Esto provocará un desarrollo de las nubes que se verá muy favorecido por el ascenso del calor, muy poco denso. Como resultado, no se descarta que las precipitaciones sean en forma de granizo en algunas de las regiones afectadas por la ola de calor.
Por su parte, lo de Cuba, más que extremo es extraordinario. En las estaciones meteorológicas de Jucarito y Veguitas (ambos en la provincia de Granma) se han alcanzado los 39,2 y 39,7ºC respectivamente, siendo la segunda marca la más alta par un mes de abril en la isla. Además, ambas cifras superan en más de 10ºC lo habitual para la fecha (promedio del periodo de referencia 1981-2010).
Al calentamiento del Golfo de México que está afectando a los países de la cuenca hay que sumarle dos cosas. Por un lado, la influencia anticiclónica que han sufrido estos días, y por otro, la masa de aire cálido y seco que ha contribuido a disparar los termómetros durante las horas de sol.
Los expertos son muy cuidadosos a la hora de dar información sobre la influencia de la meteorología en la propagación del COVID-19. Dejan claro que las medidas de confinamiento son fundamentales para parar el contagio en la población, pero sí es cierto que varios estudios establecen una asociación.
Una de las investigaciones que se han publicado en los últimos días es la realizada por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y el Instituto de Salud del Carlos III. En ella, se argumenta que tanto la temperatura como la humedad y la contaminación atmosférica juegan un papel a tener en cuenta en la propagación de la enfermedad.
A partir de los datos de temperatura promedio correspondientes a cada Comunidad Autónoma en el periodo estudiado, se observó una incidencia en el número de contagios nuevos diario por cada 100.000 habitantes. "A menor temperatura promedio, mayor incidencia, en consonancia con lo obtenido en otras investigaciones internacionales", enuncia el informe.
Cuando este calor se da además con mucha humedad, especifican, se reduce considerablemente su transmisión. Estudios previos establecen que esto se debe al tiempo de 'supervivencia' del COVID-19 con diferentes condiciones meteorológicas. En los virus como este, el material genético está envuelto en una especie de cápsula, una membrana de lípidos, que es la responsable de interactuar con las células huésped y ayuda a rehuir los ataques inmunes. Esta membrana es frágil, pero necesita unas características para tener menor recorrido, y esas características incluyen el calor y un cambio brusco de humedad.
Por último, el análisis de la Aemet y el Instituto de Salud del Carlos III menciona la correlación de la enfermedad con la contaminación atmosférica, estableciendo que una alta concentración de material particulado PM10 puede agravar la afectación.
No obstante, todo lo anterior no significa que el contagio en América Central no vaya a prosperar, puesto que lo fundamental para evitarlo es cumplir el confinamiento. El calor y la humedad ayudarían, únicamente, a que el virus ‘aguantara’ menos tiempo en las superficies.