Esther Suárez y Diego Castro son dos jóvenes de 17 años de Ponteceso, un municipio coruñés de apenas seis mil habitantes. Sus inmensas ganas de investigar y de aprender le ha llevado a ser elegidos como los candidatos españoles al Stockholm Junior Water Prize (SJWP), considerado el ‘Premio Nobel del Agua’ juvenil cuyo fallo se conocerá a finales de agosto en Estocolmo (Suecia).
Optan al máximo galardón con un proyecto desarrollado íntegramente por ellos que permitiría monitorizar en tiempo real el aumento del caudal de un río y alertar de una inundación, con lo que se salvarían vidas y se podrían minimizar los daños materiales en las zonas afectadas.
Amigos y compañeros desde primero de Primaria, Esther y Diego reconocen que llevan en sus venas el gusanillo de la investigación por lo que mientras otros compañeros dedican su tiempo libre a practicar deporten, ellos lo invierten en desarrollar proyectos científicos y presentarse a ferias de investigación.
Y no es la primera vez que lo hacen. Hace poco desarrollaron un sistema para mejorar el cuidado de las plantas en los invernaderos y, u estudio físico que permitiera a un móvil en caída libre golpearse en aquel lugar delo dispositivo donde menos daños sufriera. Todo un ejemplo de inventiva puesto al servicio de las propias necesidades.
Pero en esta ocasión el reto aún ha sido mayor. Tanto Esther como Diego coinciden en que su trabajo es fruto de la realidad que viven día a día. Cuenta Esther que "nuestro pueblo está prácticamente levantado sobre las marismas del río Anllons. Cada año, sobre todo en invierno, sube el nivel de las aguas provocando inundaciones. La verdad es que no son tan llamativas como las que ocurren en zona de Valencia que son más destructivas, sino que aquí los daños son solo materiales y, por eso nos decidimos a trabajar en este proyecto, pero también con la idea de extrapolarlo a otras zonas".
Para Diego, el trabajo también parte de sentido práctico, "cuando nos planteamos colaborar en un proyecto de ciencias, siempre nos gusta pensar en los problemas que tenemos en nuestro alrededor y uno de los que más nos afectan son las inundaciones por lo que nos decidimos a investigar y buscar algo para prevenirlas".
El proyecto con el que han obtenido la nominación al Nobel Júnior es muy sencillo, cuenta Diego, "son varios dispositivos que analizan los datos, sobre todo la altura del agua del río en cada instante estableciendo un nivel de riesgo que envía una la alerta en caso de posible inundación". El trabajo se complementa con la creación de "distintas bases sobre el cauce del río de forma que cuando se modifique un factor en la parte alta del curso mande la alerta más temprana si pasa cierta cosa en la parte baja".
Para desarrollar este proyecto, Esther reconoce que investigaron dispositivos previos existentes, pero que "la mayoría remite a estar atentos a los partes meteorológicos, pero nada tan específico como lo nuestro. La principal novedad es que nos centramos de forma específica en el río estudiado".
El trabajo de Esther y de Diego titulado "Nunca choveu que non escampara" sería imposible sin el impulso de las Aulas Científico-Tecnológicas Isidro Parga Pondal" coordinadas por David Ballesteros y con la colaboración de Iría Ollero.
Detrás también está la Fundación Aquae, una organización sin ánimo de lucro creada en 2013 con el objetivo de impulsar iniciativas frente al cambio climático; promover y apoyar el talento y la innovación.
Aquae trabaja como un 'think tank' que aspira a despertar la inquietud, la creatividad y el espíritu colaborativo para conseguir un modelo social, económico y medioambiental sostenible.
El proyecto de Esther y David fue seleccionado durante la final nacional en la que también se defendieron otros tres trabajos de investigación: “Células de electrólisis microbiana y su potencial uso en la generación de hidrógeno”, realizado por Juan de Marco, alumno de 2º de Bachillerato del IES El Clot (Valencia), bajo la tutoría de la profesora Julia Romero Ortolà; “Las Norias de Abarán: el giro de la física para el ahorro energético”, realizado por Fernando Piñera, alumno del IES Los Albares, de Cieza (Murcia), bajo la tutoría de los profesores Joaquín Gómez Bastida y Pedro Peinado Rocamora, y “Cada gota cuenta. Estudio de la eficiencia del riego en la Cerdaña” proyecto de Anna Esteve, del Centro Educativo INS Pere Borrell, de Puigcerdá (Girona), dirigida por el profesor Jordi Antiñolo Franquesa.
Tras su evaluación, el Tribunal acordó designar como ganador de la edición 2022 al trabajo de Esther Suárez y Diego Castro por “la claridad, el tono y ritmo de la exposición, así como por la profesionalidad mostrada por los alumnos en su presentación, y por ser capaces de poner en marcha e implantar un proyecto actual que tiene la capacidad de anticiparse a catástrofes provocadas por el cambio climático, como las inundaciones, con el objetivo de dar solución a un problema local de forma eficiente”.
El empleo de las tecnologías más verdes y eficientes para dar solución a los desafíos climáticos que nos acontecen terminaron por decantar al jurado por el proyecto “Nunca choveu que non escampara” como el merecedor de ser el representante español en la fase final del Stockholm Junior Water Prize.
Parte del éxito de Esther y Diego se debe al trabajo de las Aulas Científico-Tecnológicas Isidro Parga Pondal (A Coruña), coordinadas por David Ballesteros. Profesor de secundaria desde hace años se ha reconvertido como divulgador científico entre los jóvenes a los que considera mejor preparados que generaciones anteriores.
Ballesteros cree que el modelo de aulas que coordina "es totalmente replicable y debería de estar en todas partes, porque los jóvenes que tienen interés por aprender algo más necesitan tener a su disposición algún espacio y formadores que les permitan seguir aprendiendo en su tiempo libre".
Para este profesor, "hay muchos jóvenes como Diego y Esther, jóvenes muy válidos y con muchas ganas que lo único que necesitan es un espacio donde les permitan aprender más allá de lo que les enseñan en las aulas".
David también comprueba en las Aulas la separación entre chicos y chicas a la hora de escoger entre estudios científicos o tecnológicos: "no sabemos muy bien por qué ocurre esto, sí que es verdad que los chicos tiran más por la tecnología y las chicas por las ciencias y el campo sanitario. Y eso que nosotros intentamos que lo prueben todo por igual pero lo cierto es que aún hay un cierto sesgo que sabemos determinar el motivo de esta diferencia".
"Nuestra deducción, añade David, es que las chicas necesitan más ver la la aplicación práctica de lo que van a a hacer por una cuestión de madurez, aunque se trata de una consideración muy personal".
Y concluye: "Los profesores vemos mucho que cuando ellos deciden qué investigar les salen mejor los trabajos que cuando les damos a elegir entre varias ideas ya cerradas".