El posible uso en España de una aplicación de teléfono móvil para rastrear posibles contagios genera todavía mucha polémica y hay quien sostiene que atenta contra la libertad del individuo. Así es como funcionan este tipo de aplicaciones.
Rastreamos los contactos de un enfermo de COVID-19. El móvil guarda sus pasos y puede ver si se alejó más de un km de distancias. También a través de la geolocalización podemos descubrir si esa persona estaba o no sola. En caso afirmativo habría que rastrear también a esta otra persona, ya que podría estar contagiada, y avisar a su vez a las personas con las que ha estado. La investigación choca con la privacidad de todos los implicados. Para los sanitarios entrar en esta red es voluntario y se requiere el consentimiento expreso del enfermo para utilizar sus datos.
Mientras España se resiste, países como Singapur, Corea del Sur y Australia han apostado por las nuevas tecnologías para llevar a cabo de este tipo de rastreo.
Hay dos modelos principales de rastreadores, los basados en el geolocalizador GPS y bases de datos centralizadas que son más invasivos, como los que se utilizan en China y Corea del Sur, y los que usan la tecnología Bluetooth como los de Singapur o Australia.
La clave para defender la privacidad, según los expertos, es que el sistema sea descentralizado.
Gracias a su experiencia con el SARS, un tipo de coronavirus, en 2003, Singapur fue uno de los países que antes reaccionó ante la COVID-19 y el primero en lanzar un rastreador basado en la tecnología Bluetooth -el 20 de marzo-.
La aplicación, llamada TraceTogether, intercambia códigos identificatorios entre usuarios que estén en un radio de 2 metros de forma automática y encriptada a través del Bluetooth que tienen la mayoría de los teléfonos móviles.
Si un usuario contrae la neumonía COVID-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, puede compartir su información con las autoridades y el sistema avisará a las personas que estuvieron en contacto con él o ella para romper las cadenas de contagios.
En un vídeo explicativo, TraceTogether asegura que el proceso requiere la autorización del usuario y la aplicación no recopila datos de geolocalización.
Sin embargo, solo 1,1 millones de personas se han bajado el programa, cerca de un quinto de la población, cuando la cifra debería alcanzar al menos el 60 para que sea efectivo, al tiempo que la aplicación está teniendo algunos problemas técnicos en los móviles de iPhone.
Además de usar las nuevas tecnologías, Singapur, China, Corea del Sur o Taiwán, donde el nuevo coronavirus ha sido más o menos controlado, emplean a cientos o miles de personas para rastrear y monitorizar posibles brotes.
Esta movilización de recursos humanos pueden generar desafíos en países con cientos de miles de contagios como España, Italia o Estados Unidos.
"Si me preguntas si cualquier sistema de rastreo de contactos Bluetooth activo o en desarrollo, en cualquier parte del mundo, está listo para sustituir al trabajo manual de rastreo, te diré sin reservas que la respuesta es no", escribió en un blog Jason May, director en la Agencia de Tecnología de Singapur, creadora de TraceTogether.
En China, los residentes deben bajarse una aplicación que, mediante un logaritmo que incluye lugares visitados, emite un código verde para quienes tienen libertad de movimiento y amarillo o rojo para los que es obligatorio hacer cuarentena.
Además, los movimientos de la población están estrictamente monitorizados por las autoridades del país, donde la privacidad y la información personal no están protegidas del escrutinio estatal.
Los contagiados por la COVID-19 en Taiwán están controlados por sus móviles, que envían señales que permiten a las autoridades saber si están violando la cuarentena y multarlos.
En el caso de Corea del Sur, las autoridades usan datos del GPS, pagos con tarjetas de crédito y hasta la información de las cámaras de vigilancia para crear un mapa con los lugares visitados por un enfermo de la COVID-19.
El mapa puede ser consultado en internet y el sistema también envía mensajes de alerta a toda la población.
Conforme los países relajan las cuarentenas y restricciones de movimiento, los Gobiernos están tanteando soluciones tecnológicas para rastrear posibles contagios y frenar la propagación del virus.
Vietnam y Australia son algunos de los países en lanzar aplicaciones basadas en el modelo singapurense, mientras que España forma parte de un consorcio europeo que desarrolla un software Paneuropeo de Proximidad para Preservar la Privacidad (PEPP-PT) que usa tecnología Bluetooth.
Los gigantes tecnológicos Google y Apple, dueños de los sistemas operativos de los teléfonos Android y iPhone, se han basado en el sistema europeo para desarrollar conjuntamente su propia aplicación de rastreo.
Según un informe del bufete de abogados Linlaters, al menos 28 países han lanzado aplicaciones de rastreo de la COVID-19, incluidos India, Irán o Colombia, y otros 11 están desarrollando sus propios sistemas.