Se llama Diego, tiene 100 años y es la salvación de su especie, la tortuga gigante de las Galápagos

  • Su cifra ha pasado de los 14 ejemplares que quedaban en la década de los 1960 a 2.300 en la actualidad

Diego es uno de los tres únicos machos de tortuga gigante de las Galápagos (Chelonidis hoodensis) que quedaba en la isla caribeña de La Española en la década de los 1960. A sus 100 años, y después de 80 salvando su especie –o lo que es lo mismo, reproduciéndose–, vuelve a casa acompañado por aproximadamente otros 2.300 como él. Una buenísima noticia para la recuperación de la tortuga más grande que queda en el mundo.

En 1960 se dio a la especie por extinta

Allá por el 1835, Charles Darwin llegó a las Galápagos a bordo del Beagle y se encontró con un animal majestuoso que se dedicó a estudiar durante años. Le llamó la atención cómo variaba la longitud de su cuello y la forma de su caparazón en función de qué isla ocupaba y sus características. Quizá incluso alguna cría que conoció el padre de la teoría de la evolución viva hoy, aunque parece poco probable. Pero lo cierto es que esta especie es de las más longevas que existen: su esperanza de vida suele ser de unos 100 años.

Esa edad, precisamente, es la de Diego. Cuando tenía solo 20 años, convivía con otros 13 ejemplares en La Española, pero solo dos de ellos eran machos. Esto iba a suponer su extinción en cuanto murieran, ya que los pocos huevos que consiguieran poner las 12 hembras de la isla seguramente acabarían siendo el alimento de cerdos, ratas, cabras o vacas cimarronas. Realmente esos son sus únicos depredadores, además del hombre, y siempre atacan a los huevos, nunca a los adultos.

El motivo por el que la tortuga gigante estuvo a punto de extinguirse es culpa de ese otro depredador, el ser humano. Piratas, balleneros y comerciantes se dedicaron a darle caza desde el siglo XVII hasta el XIX, cuando la fundación Charles Darwin acudió al rescate de la especie.

De 14 ejemplares a 2.300

Desde entonces, las tortugas supervivientes se han estado multiplicando en el zoológico del San Diego (EEUU), dentro de la Iniciativa para la Restauración de las Tortugas Gigantes (GTRI, por sus siglas en inglés) que acaba dar por terminado su trabajo con éxito. A partir de ahora, si todo va bien, Diego y sus 2.300 compañeras de isla vuelan libres.

El lunes fueron devueltas al Parque Nacional Galápagos después de que los ciudadores las desparasitasen y colocasen un chip de seguimiento. En unos seis meses, los expertos volverán a viajar hasta la isla. Una vez allí, caminarán, de nuevo, los 2,5 kilómetros necesarios para llegar a la región remota de Las Tunas, donde se concentran la mayoría de cactus Opuntia, el alimento preferido de estas tortugas.