La termografía permite medir la temperatura, en este caso de un volcán. Con ella los técnicos desplazados a Cumbre Vieja en La Palma estudian también las fisuras de las montañas y el avance de la lava. La temperatura de la lava ha superado los 1.000 grados centígrados.
Teniendo en cuenta la temperatura de un volcán, los vulcanólogos pueden prever –además de teniendo en cuenta otros muchos elementos, como la deformación del terreno o los gases- cuándo un volcán va a entrar en erupción y cuando ya lo ha hecho como en el caso del de La Palma, cómo va a evolucionar.
Acercase a un volcán es arriesgado o casi imposible. Son muchos los elementos que los vulcanólogos estudian, más allá de los gases que el volcán expulsa y que tanto preocupan por su toxicidad. Entre ellos está la termografía. Conocer el calor del volcán sirve para identificas nuevas bocas eruptivas y así entender cómo discurrirá la lava.
En la termografía se emplean sensores infrarrojos, esos que usan para la visión nocturna. Es una tecnología que permite detectar el movimiento a partir del calor. Y es que cualquier objeto emite radiación en forma de calor. Los vulcanólogos estudian el calor o la radiación que emiten los penachos que la montaña expulsa al exterior y las coladas de lava.
Los sensores térmicos que usan los vulcanólogos detectan la radiación infrarroja y la traducen en grados centígrados. Los científicos de Involcan, en el caso del volcán de La Palma, son los encargados de llevar al mapa los puntos de temperaturas obtenidos. Superponiendo los sucesivos resultados se puede pronosticar como va a evolucionar el volcán. Eso sí, los expertos tienen un margen de 48 horas para lanzar sus previsiones. Más allá de este tiempo el margen de error es muy amplio.
Los mapas de calor son un complemento a lo que captan sobre el terreno las cámaras termovisibles, según los expertos.
Hasta ahora el volcán de La Palma que llegó a tener hasta nueve bocas eruptivas tiene dos principales. Al menos, los primeros días la temperatura de la lava superó los 1.000 grados centígrados.
Lo que más preocupa a los equipos de coordinación es la seguridad de la gente. Por eso vigilan muy de cerca las dos lenguas de lava principales. Una de ellas se ha frenado. La otra avanza muy lentamente a 4 metros por hora y podría tardar días en llegar al mar, si llega.
Sin embargo, eso no quiere decir que el volcán esté bajando su actividad. Los expertos han calculado que en su interior aún hay 20.000 millones de litros de lava esperando salir, el equivalente a 2.000 piscinas olímpicas.
Hasta ahora la lava del volcán se ha llevado por delante casi 400 edificaciones, 14 kilómetros de carreteras y más de 200 hectáreas, muchas de ellas de cultivo.