Grillos, moscas, gusanos… Incluso cucarachas. La cría de insectos está en auge y se plantea como una de las alternativas más prometedoras contra la crisis climática. ¿De qué manera? Tiene que ver con las recientes palabras del ministro Alberto Garzón sobre el consumo de carne y las consecuencias medioambientales que acarrea. Pero, ¿cómo pueden ayudarnos las granjas de bichos?
A más de uno le entra repelús solo de pensar en meterse un saltamontes a la boca, sin embargo en otras partes del mundo está más que normalizado. “Aquí comemos caracoles, gambas o pulpos, pero si te vas a otros sitios y dices que comes eso les extraña”, lo compara Sergio Dumas, ambientólogo y uno de los impulsores de Insectorium, una granja de cría de tenebrios (un insecto de la familia de los escarabajos).
Aunque acostumbrar a la gente al consumo de ciertos insectos llevará tiempo “porque hay que romper la barrera cultural”, reconoce. No obstante, el éxito de estas granjas radica en otra finalidad a día de hoy: la fabricación de piensos para animales.
Este es uno de los principales problemas que enfrenta el planeta. El consumo de carne asciende a más de 300 millones de toneladas al año a nivel global. Esa carne proviene del ganado y el ganado se alimenta de piensos producidos principalmente a base de soja, maíz, cereales y harina de pescado.
“El problema por ejemplo con la harina de soja son los monocultivos y las grandes cantidades de espacio que necesitan, que muchas veces se traducen en deforestación”, cuenta el fundador de Insectorium.
En la selva amazónica, el 80 % de la tala de árboles tiene como fin último liberar la tierra para cultivar estos productos, que acaban en el plato de vacas, cerdos, ovejas, aves o caballos.
“Los expertos nos dicen que, si continuamos con nuestro modelo de consumo actual, para 2050 no habrá suficiente espacio en la Tierra para producir todo el alimento que necesitaremos”, continúa Dumas.
Y no solo eso: a esta preocupación hay que sumar “la cantidad de agua y de alimento que necesita principalmente la ganadería vacuna, además de los gases de efecto invernadero que produce”, que equivalen a alrededor del 14,5 por ciento de todas las emisiones antropogénicas, según informes de la FAO.
Las granjas de insectos son una de las alternativas sostenibles que más están creciendo en los últimos años. “La larva de este escarabajo se comercializa viva o deshidratada y va destinada a la alimentación de animales, tanto a mascotas como a ganadería y acuicultura”, explican los fundadores de Insectorium en su web.
“El gusano del tenebrio se comercializa como estiércol para plantas. Y el exoesqueleto de los escarabajos, que es rico en quitina, es una sustancia de interés para la industria química y farmacéutica”, publican. Todo tiene su aplicación.
La propia ONU lanzó un informe de 2013 recomendando a los países occidentales que incorporasen los insectos como alimento por su valor nutricional, económico y de sostenibilidad medioambiental, puesto que su cría apenas supone huella ecológica.
Desde el 2018, los estados miembros de la Unión Europea incluyen los insectos como “nuevo alimento” y permiten la comercialización de algunos de ellos.