Un acontecimiento concreto cambió mi manera de entender la alimentación para siempre. Fue la tarde del 8 de agosto de 2019. Leía Twitter, y me topé con un artículo que alteró todos mis sentidos: "Reducir tu consumo de carne puede contribuir a mejorar el cambio climático". Ese titular resumía el informe de expertos en emergencia climática y me dejó durante días pensando en una única cosa: tenía que hacer algo y no iba a mirar hacia otro lado.
A partir de ahí, cada vez que iba al supermercado, cada vez que me movía por la ciudad o que tiraba la basura, mis pensamientos marcaban un mismo compás. Sin ser consciente, estaba empezando a reflexionar como lo hace una persona 'climatarian', hasta que, seis meses después, lo sería casi del todo. Pero, ¿qué significa esto y cómo influye en tu día a día? Te lo cuento en este artículo.
Al informarme sobre este término para seguir aquellos consejos que otros habían labrado, encontré varias incongruencias que no me permitían entender al cien por cien cómo podía contribuir yo, una chica de ciudad y de 22 años, a acabar con la mayor amenaza medioambiental a la que nos enfrentamos. Lidié con ideas generalizadas que iban desde la obligación de hacerte vegano hasta aquellos que creían en los productos eco como la única alternativa posible. Sin embargo, con el tiempo y la experiencia, me percaté de que ser climatarian va más allá de la alimentación. Es despertarte, vestirte, o trasladarte pensando en cómo proteger el planeta.
Tras leerme con detenimiento el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), los datos quedaron grabados en mi retina y fueron la principal causa que me llevó a plantearme si estaba respetando el medioambiente, o por si el contrario, estaba empeorándolo. La principal consecuencia del estudio giraba entorno a la industria cárnica, a sabiendas de que el ganado y sus productos derivados son responsables de al menos 32.000 millones de toneladas de C02 por año, o, en otras palabras, del 51% de todas las emisiones de gases de invernadero en el mundo.
Los datos, que no avecinaban nada nuevo, también removieron las entrañas de la ONU, momento en que instó a toda la población mundial a reducir su consumo de carne. Y ese fue mi primer paso. Empecé dejando la carne roja, y luego el jamón y el pollo, hasta que al final, lo terminé descartando por completo de mi dieta. Sin embargo, mi decisión puede llevar a contradicciones, porque dejar la carne no implica ser climatarian: es un paso importante pero no imprescindible.
El verdadero objetivo de un climatarian es reducir la demanda para así, poder frenar la producción y presentar nuevas vías alimentarias. Un informe de 'Alimentos Kilómetros' afirmó que la producción de carne se ha multiplicado por cuatro desde 1960, y en consecuencia, consumimos el doble de carne que personas hay en el mundo. Además, se sabe que la ganadería no solo es la principal emisora de metano (ch4), -otro gas causante del cambio climático y con un poder invernadero 23 veces más potentes que el CO2-, sino que el transporte de este alimento también influye en las emisiones de dióxido de carbono. Solo el traslado de los animales vivos en 2007 desde España produjo más de 1.300 kg de CO2.
*Imagen: Importaciones y emisiones de CO2 que generó la industria cárnica en 2007 /
Por ello, lo que hice para reducir mi consumo de carne fue sustituirlo por recetas elaboradas con otros alimentos ricos en proteínas: lentejas, frijoles, garbanzos, soja o huevos. Además, la demanda de productos no carnívoros se ha extendido de tal forma que han surgido diversos alimentos compuestos de especias que se asemejan a la carne, como la eura o la soja texturizada, otras de las alternativas que se pueden encontrar en numerosas pescaderías o carnicerías.
Reducir el consumo de carne es el primer paso para mejorar nuestra huella ecológica pero no es el único. De hecho, de nada sirve consumir únicamente fruta, legumbres y verduras si todo lo que compras está envuelto en plástico. De esta forma, para convertirte en un verdadero 'climatarian' tendrás que ir al supermercado analizando lo que consumes y pensando de dónde provienen los productos. Es ardua tarea conseguirlo, pero con paciencia, y algunos pasos a seguir, terminarás tomándolo como una rutina. Apunta:
Desde hace cuatro meses intento reducir el consumo de plástico de todos los productos. Hay muchos alimentos que vienen envasados en cristal: escógelos frente a los otros. Opta por el carro en vez de las bolsas de plástico, no utilices las bolsitas para la fruta o la verdura, e intenta optar por embalajes de cartón. Estos son algunos de los pasos que sigo en mi día a día y que marcan mi lista de prioridades a la hora de desplazarme al supermercado.
Asimismo, es preferible optar por los productos locales y, sobre todo, por la ganadería local. Se ha demostrado que la producción de carne ecológica tiene el potencial de reducir en más de 1/3 las emisiones de gases de efecto invernadero frente a otro medio de cría, según el informe de 'Amigos por la Tierra'.
El consumo de alimentos de proximidad (principalmente las hortalizas, la fruta y el pescado) favorece a mejorar nuestra huella ecológica, y además, ayuda a mejorar nuestra salud, ya que son alimentos más frescos y que conservan mejor las propiedades originales (aromas, gusto, sabor, contenido de vitaminas y minerales...).
Y lo más importante: reduce la contaminación producida por el transporte en la que se recorren largas distancias. Para ello, intenta consumir los productos preferiblemente en fruterías cercanas a tu vecindario que consideres fiables. Si puedes permitírtelo, opta por los productos granel, aunque sean un poco más excesivos de precio. Y sino, a todo remedio, consulta las zonas de productos locales de algunos hipermercados, como Carrefour o Alcampo.
Hay un aspecto muy relevante que no se suele tener en cuenta a la hora de hacer la compra. Según el investigador de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC), David Yáñez, "es más importante conocer las temporadas de los alimentos que comprar productos locales, ya que lo se produce fuera de ella precisa aún más energía”. Desde que tuve conocimiento de ello siempre intento corroborar las etiquetas, y si no lo indica, preguntar sobre el origen de los productos. Otra opción bastante eficiente es consultar las diversas listas de temporadas que resumen a la perfección qué productos son recomendables para consumir en cada estación. Si sabes que el invierno no es la estación de las fresas, todo a su debido tiempo, intenta no consumirlas.
La incorporación de alimentos de producción ecológica, siempre que sean de temporada y de proximidad, puede considerarse como un valor añadido a tu dieta. Para ello, es necesario mirar con detenimiento la etiqueta para que no nos engañen. Siempre que incorporen los sellos 'EU Organic Bio Logo', 'Ecolabel', o 'Agricultura ecológica española', se podrá garantizar el respeto con el medioambiente, el bienestar animal y los aspectos sensoriales (aroma, sabor, etc.), según Oxfam Intermón.
Ante tanto consejo, sin duda, lo más complicado aparece cuando llegas a las estanterías. Lo más importante es no frustrarse y dedicarle el tiempo necesario. Ees el único requisito fundamental para ser 'climatarian': tener paciencia. La prisa suele ser nuestro principal aliado y seguir todos estos pasos se podrá convertir en una carrera de obstáculos en muchas ocasiones, ya que no hay un estante donde se coloquen todos los productos sostenibles. Pero merece la pena cuidar de nuestro entorno y más aún de nuestra alimentación. No es sencillo, pero cuando tomas las riendas, llegas más lejos. Con que sigas unos de los consejos anteriores, piensa que ya estarás contribuyendo mínimamente a mejorar tu huella ecológica.
Lo primero que intenté cambiar cuando el medioambiente se convirtió en mi principal prioridad fue la alimentación, y en parte, lo he conseguido siguiendo los consejos que he expuesto. Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo, y en función de documentarme acerca de ello y de leer otras opiniones, me percaté que ser climatarian va más allá de la visión que sostengas en un simple supermercado. Está en cada detalle de tu vida y a veces no somos capaces de verlo. La forma en que tiramos la basura, la higiene, el transporte, los excesos de electricidad, etc.
Una familia estuvo más de 11 años sin producir residuos, y toda la basura de un año cabe, si queremos, en un pequeño frasco de cristal. Para ello, es fundamental tener conciencia acerca del desperdicio de alimentos y dónde tiramos los alimentos que consumimos y materiales que compramos. Según la FAO, cada año 1.300 millones de toneladas de comida acaban en la basura, un tercio de la producción total. Es cierto que un gran porcentaje de las pérdidas se dan en la distribución de los alimentos, pero también los consumidores somos culpables de una gran parte de los productos que acaban en el vertedero.
Hay que ir más allá de las 3R's (Reciclar, Reutilizar y Reducir) y tener en cuenta otros aspectos que pueden mejorar también nuestra huella de carbono, sobre todo en España, que solo se recicla el 33,9% de los materiales orgánicos, según Eurostat. Lo más importante aprovechar siempre las sobras, controlar la cantidad de comida que compramos y cocinamos para no excedernos, y si nos pasa, siempre podemos transformar los restos en abono para las plantas.
Todo es cuestión de adaptarse y de ser consciente del impacto ecológico que tienen tus hábitos. Más allá de cerrar el grifo cuando te lavas los dientes o llevar a cabo las 3R's, lo más importante es configurar una huella personal que deje paso por el planeta. Hace unos meses, Madrid declaró la guerra a las toallitas húmedas. Se demostró que tirar este tipo de producto al inodoro alarga su recorrido al vertedero, lo que acumula un total de 34.000 toneladas de residuos tóxicos, según EFE Verde.
Si conocemos a dónde va lo que tiramos al inodoro, quizá nos replanteemos hacerlo, de igual forma que con las colillas o los productos de higiene íntima. En relación con esto, hay una opinión extendida que insta a utilizar copas menstruales en vez de compresas o tampones, ya que, según la según la ACRC, Agència Catalana de Residus de Catalunya, tiramos una media de 6 kilogramos de compresas y tampones anuales. Sin embargo, con la copa estaríamos contribuyendo a eliminar el exceso de basura que producimos, y a la larga, también supone un ahorro económico.
Llevar una dieta climariana suele ser un camino difícil de alcanzar, supone mucho más tiempo y esfuerzo en tu día a día. Además, se vuelve aún más complejo cuando vives en grandes ciudades y tienes menos opciones de espacios locales, pero aún así, no es inviable. Si por algún motivo te lo has replanteado, tendrás que saber que es mucho más que comer con conciencia y estar constantemente pensando en el impacto que genera los productos que consumes.
Ser climatarian por completo no es nada fácil. Estamos condicionados por un contexto social, y sobre todo, económico que nos obliga a llevar un consumo desmedido y en el que nos hemos acomodado al derroche energético y de todo tipo. No nos preguntamos de dónde sale la energía ni los efectos que tiene su despilfarro, y de igual modo con el origen de los alimentos que consumimos. Por ello, hay unas vías que te facilitan conocer de primera mano cuánto estás contaminando con tu dieta. Son las calculadoras de CO2 de alimentos que te indican la diferencia entre una dieta climariana o mediterránea, por ejemplo. Pruébalo y sabrás de qué manera tu rutina está influyendo negativamente en el planeta.