No es plato de buen gusto ver cómo el mundo entra en una fase climática sin precedentes cuyas consecuencias amenazan la supervivencia de la Humanidad y del resto de los habitantes del planeta. Mientras miles de personas ven el problema como algo todavía muy lejano, a otros tantos el futuro les produce una verdadera angustia. Se ha profundizado poco en las consecuencias en la salud mental de las personas, pero son muchos los que sienten temor, preocupación y estrés ante el devenir que les aguarda. No solo siente ecoansiedad el que mira con recelo el temido 2050, también son proclives aquellos que han sufrido un desastre natural de gran magnitud, acontecimientos que cada vez ocupan más la actualidad mediática.
La Asociación Estadounidense de Psicología describe la ecoansiedad como un temor crónico de un cataclismo ambiental, un estrés causado por observar los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático, y preocuparse por el futuro de uno mismo, de los niños y generaciones futuras. Esta definición de 2017 viene avalada por un estudio auspiciado por el organismo estadounidense y realizado por un grupo multidisciplinar compuesto por cuatro expertas en distintas materias como la psicología y estudios medioambientales. "Algunas comunidades y poblaciones son más vulnerables a los impactos del cambio climático relacionados con la salud", señalaban en esta investigación. "Los factores que pueden aumentar la sensibilidad incluyen la ubicación geográfica, la presencia de discapacidades preexistentes o enfermedades crónicas, y las desigualdades socioeconómicas y demográficas, como el nivel educativo, los ingresos y la edad. En particular, el estrés por los fenómenos climáticos puede hacer que los niños experimenten cambios en el comportamiento, el desarrollo, la memoria, la función ejecutiva, la toma de decisiones y el rendimiento escolar", añadían.
Trastornos de la ansiedad y depresiónAsimismo, señalan que el clima extremo inducido por el calentamiento global, los patrones climáticos cambiantes, los alimentos en mal estado, los recursos hídricos escasos y el aire contaminado tienen un efecto en la salud mental. Entre las consecuencias agudas incluían el aumento de traumas y estados de shock, estrés postraumático, ansiedad, abuso de sustancias y depresión. No obstante, se indican también efectos crónicos como el incremento de agresiones y violencia, sensación de impotencia, desesperanza, miedo, fatalismo o sentimientos intensos de pérdida. Y para muestra destacan la situación vivida en las áreas afectadas por el huracán Katrina, donde las tasas de suicidio y tentativa se triplicaron tres años después del desastre, y, además, un 49% de los afectados desarrolló trastornos de ansiedad y depresión.
De los inuits a los aborígenes del AmazonasLlama la atención también la situación de los inuits, pobladores de las regiones árticas de América del Norte. En La salud mental del inuit y el cambio climático, Ashlee Cunsolo, directora del Labrador Institute of Memorial University, recuerda que el norte circumpolar se calienta más del doble del promedio mundial y son los pueblos indígenas locales los que están amenazados física y psíquicamente. Muy similar a lo que sucede con las tribus del Amazonas acorroladas por los incendios incontrolados.
Y advierten del enorme impacto que el calentamiento global tiene sobre los más jóvenes. Según la psiquiatra Elizabeth Haase, tener una experiencia en un desastre natural puede causar en los niños y adolescentes trastorno de estrés postraumático, síntomas de pánico, pesadillas y conducta fóbica, pero también genera estrés y ansiedad un futuro climático incierto. "La alienación y la depresión son comunes en los jóvenes que han sufrido consecuencias climáticas y su entorno no valida sus temores", subraya esta especialista del Hospital Carson Tahoe.
Frente a la preocupación, la acción
Para superar la angustia que produce el futuro incierto que plantea el actual calentamiento global es recomendable tomar cartas en el asunto. Según los expertos, asumir una actitud positiva y activa frente a esta situación puede ayudar a los afectados a enfrentar sus miedos y superarlos. Y no solo mediante la resiliencia o con un activismo en comunidad, también asumiendo ciertas rutinas ecológicas como usar menos plástico, instalar paneles solares o energías renovables, utilizar los medios de transporte público, la bicicleta o simplemente andar en los traslados, concienciar a los más pequeños, mostrar nuestro compromiso real a través de las redes sociales…