El aumento de exposición al calor extremo junto con el cambio climático amenazan la vida en aquellas poblaciones pobres y con un rápido crecimiento urbano, especialmente en el sur de Asia y el África subsahariana. Estas urbes podrían convertirse en zonas imposibles de habitar para el ser humano. Estas zonas son cada vez más vulnerables a las elevadas temperaturas y a la alta humedad, según un amplio estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), que evaluó a más de 13.000 ciudades de todo el mundo entre 1983 y 2016.
El informe recoge que la exposición global al calor extremo aumentó casi un 200% durante ese periodo de tiempo, como resultado del crecimiento de la población, el cambio climático y el hecho de que la infraestructura de la ciudad absorbe más calor. Casi un 25% de la población mundial se encuentra en áreas donde la exposición al calor extremo está aumentando de forma significativa, indica el estudio.
El cambio climático está aumentando la frecuencia, duración e intensidad del calor extremo en todo el mundo. De hecho, la combinación de temperatura y humedad ya superan la tolerancia biofísica humana en algunos lugares. Además, la reducción de la pobreza en los asentamientos urbanos depende del repunte de la productividad laboral y las temperaturas elevadas se han asociado con una disminución de la producción económica, una cuestión que es difícil de paliar sin la inversión suficiente, la intervención humanitaria y el apoyo de los respectivos gobiernos.
Las regiones más expuestas a este aumento de las temperaturas son el sur de Asia, que incluye gran parte de India y Pakistán; el África subsahariana, con países de extrema pobreza como Nigeria, Ghana o Burkina Faso, así como la costa norte del continente y el canal de Mozambique; el golfo de México y algunos países del Caribe; pequeñas regiones del interior de la Amazonía; gran parte de la costa que bordea la península Arábiga, así como Siria, Egipto o Israel; la costa oriental de China y el archipiélago que converge el océano Índico con el Pacífico, como Filipinas o Indonesia.
El Acuerdo de París firmado en 2015 y puesto en marcha un año más tarde, fijó como objetivo mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC con la intención de evitar un peligroso cambio climático. Pero, desde la revolución industrial, hace más de 200 años, la expulsión constante de dióxido de carbono en la atmósfera ha favorecido a que se llegue a más de la mitad de ese punto.
Por ejemplo, de 1920 a 1980 la temperatura del planeta aumentó 0,4ºC. Pero, después de 1980 ese crecimiento fue de casi el doble. De 1980 al 2000 las temperaturas han subido otros 0,7ºC. En los últimos años, este incremento de las temperaturas ha superado los 1,2ºC (2016, con 1,29ºC; 2019, con 1,25ºC; y 2020, con 1,27ºC), según datos extraídos de Berkeley Earth.
Si la tendencia de la última década se mantiene, el planeta podría alcanzar esos 2ºC de en 2040, y posiblemente hasta 3ºC en 2060. Según los expertos, la solución pasa por reducir significativamente las emisiones
El informe también recoge que el cambio climático está aumentando las condiciones para el desarrollo de enfermedades infecciosas, lo que supondría un problema añadido para los países con menos recursos sanitarios; restableciendo las provisiones alimentarias y de suministro de agua por las sequías y otros fenómenos naturales que pueden suceder, y acrecentando la exposición a incendios forestales, como ya ocurrió, por ejemplo, en el Amazonas (2019) o en Australia (2019-2020).
Además, el calor puede dañar o matar de múltiples formas, siendo esta una de las causas que más personas mata al año en el mundo. Los órganos del cuerpo pueden sobrecalentarse peligrosamente si pierde la capacidad de regular la temperatura. Asimismo, la alta humedad puede reducir la capacidad del cuerpo para enfriarse con el sudor. El calor también puede exacerbar los síntomas de dolencias, como enfermedades cardíacas, diabetes o problemas renales.
Los científicos también ponen de manifiesto otra conclusión acerca del riesgo creciente por altas temperaturas, quienes esperan olas de calor más frecuentes e intensas a medida que los seres humanos continúan quemando combustibles fósiles y calentando el planeta. Por esta misma previsión, algunas ciudades se están preparando para paliar las consecuencias que estas puedan ocasionar. Es el caso de Sevilla, cuyas temperaturas superan en varios ocasiones los 40ºC en verano.
El alcalde de la ciudad hispalense, Juan Espadas, anunció que su ciudad nombrará y categorizará las olas de calor de manera similar a como los meteorólogos tratan a los huracanes. Esta idea ayuda a clasificar las olas de calor por su impacto en la salud, lo que podría ayudar a concienciar y a prepararse de las mismas. Sevilla será la primera localidad en comprometerse con este sistema.
El calor extremo, también conocido como "el asesino silencioso", mata a más personas que cualquier otro fenómeno climático en Estados Unidos. Además, Europa tiene la tasa de mortalidad relacionada con el calor más alta del mundo entre las personas de 65 años o más.