En este exacto momento, mientras el mundo se confina en sus casas para evitar nuevos contagios de coronavirus, hay aproximadamente 24.000 osos siendo criados y enjaulados, listos para ser usados como 'medicina tradicional'. Una industria que fomenta el Gobierno chino con su última recomendación para casos severos de COVID-19: una inyección de Tan Re Qing, que contiene, entre otras sustancias, bilis de oso.
Un estudio que analiza la susodicha inyección, realizado por investigadores de la Universidad de Xi'an Jiaotong y publicado en la revista científica 'Journal of Liquid Chromatography & Related Technologies' en 2019, establece que se compone por "Scutellariae Radix y otras cuatro hierbas (extracto de bilis de oso, Caprae Hircus Cornu –polvo de cuerno de cabra–, Lonicerae japonicae Flos y Forsythiae Fructus)".
De las cuatro supuestas hierbas, dos no son hierbas, sino sustancias que se obtienen de animales. La mezcla se usa para tratar casos de bronquitis e infección respiratoria superior, aunque su efectividad no se ha demostrado.
La 'vacuna' forma parte de una lista de "tratamientos recomendados" que ha publicado la Comisión Nacional de Salud de China, y que la organización World Animal Protection ha denunciado a través de un informe titulado 'Cruel Cures'.
En el documento de la ONG se detalla lo que supone este fármaco utilizado en la medicina tradicional china (TCM, por sus siglas en inglés) no solo en China, que cuenta con unas 68 granjas de osos con licencia, también en Laos, Myanmar, Corea del Sur y Vietnam.
El texto destaca además la paradoja de que se aconseje una sustancia animal teniendo en cuenta que se apunta a un 'mercado húmedo' –donde se sacrifican perros, ciervos, mapaches o pangolines ante la mirada de los que esperan enjaulados– como el origen de la pandemia.
"El 60% de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas (se transfieren de animales a humanos), y se cree que el 70% de estas se originan en animales salvajes", enuncia. Es fácil encontrar una constatación de estos datos si echamos la vista atrás.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) cree que el SARS se contagió de los murciélagos a las personas en 2002. Lo mismo se piensa del MERS, que fue identificado por primera vez en 2012, aunque se ha apuntado también a los dromedarios. Y más de lo mismo con la gripe aviar, que se transfirió de las aves en 1996 y reemergió de nuevo en 2003.
La extracción de bilis de oso es una de las formas más extremas de maltrato animal que existen en el mundo. Cuando llega el momento, les perforan el abdomen para drenar la ansiada sustancia de su vesícula biliar con un tubo de metal. Una tortura que les deja secuelas y les daña físicamente como no puede describirse con palabras.
Aunque esto poco le importa a un puñado de compañías farmacéuticas chinas que, como Kaibao Pharmaceutical Co Ltd, compran toneladas de bilis en polvo cada año. Por si fuera poco, la sustancia se agrega a menudo a productos no médicos, desde pasta de dientes hasta cosméticos.
En el caso de Laos, no existe evidencia de que los osos que se retienen en granjas, normalmente propiedad de inversores chinos, estén ahí legalmente, ni tampoco de que hayan nacido en cautividad, lo que implica que han sido extraídos de la naturaleza y se recluyen de manera clandestina.
En Myanmar hay un total, que se sepa, de seis granjas de osos, de las cuales cuatro comercializan con ellos y con partes de su cuerpo, mientras que las otras dos directamente extraen la bilis que, una vez más, se vende mayoritariamente en China.
Los esfuerzos de las Green Korea United y World Animal Protection en Corea del Sur en conjunción con el Gobierno estatal han ayudado a que la situación mejore allí, aunque aún queda un largo camino. Desde hace unos años, es ilegal extraer bilis de los osos dentro de sus fronteras, pero todavía se permite su sacrificio cuando cumplen los 10 años. Según los datos de estas organizaciones ecologistas, la cifra de osos en granjas es ahora un tercio de lo que era hace un par de décadas, entre otras cosas, por la norma de esterilizarlos que se aplica desde 2017. Eso sí, persisten todavía otros focos ilegales que quedan por controlar.
Algo parecido sucede en Vietnam, donde desde 2005 es ilegal extraer bilis de osos y todos los ejemplares deben contener un microchip que el Ministerio de agricultura y desarrollo rural monitorea. La ley, no obstante, no dice nada de los que se criaban en granjas previamente, con que quedan unos 450 (de los aprox. 4.500 que había antes) que se siguen usando para el comercio macabro de bilis.
Dos puntos calientes de venta de productos –eso sí, ilegales– que contienen bilis de oso son Estados Unidos y Canadá, según datos de LEMIS, una organización internacional de analistas. En Japón, por su parte, declaran que la bilis de sus artículos proviene de osos pardos rusos y se importan a través de China. No está claro, no obstante, que en algunos casos se vendan falsamente como oso pardo para aparecer como un producto legal, habiendo sido obtenidos ilegalmente en otros lugares.