En medio de una pandemia que no deja de preocupar, una plaga de langosta se está haciendo con Sudamérica. Empezó en Paraguay y, a pesar de que acaba de arrancar el invierno en el Hemisferio Sur, el calor está ayudando a propagar la invasión. La nube de insectos ha traspasado el río Paraná y cubre el cielo de varias provincias septentrionales de Argentina. Por suerte, el frío está evitando que la “manga” llegue al sur. Pero los países que colindan al norte están vigilantes: Brasil ha declarado la alerta fitosanitaria por lo que pueda pasar.
Argentina conoce bien la desgracia que trae una invasión de la langosta. En 2016 vivió la peor del último medio siglo, cuando los enjambres devoraron 700.000 hectáreas de cultivos de trigo y girasol. En 2017 y 2019 la plaga se repitió y a estas alturas el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) se ha especializado mucho en su control mediante el monitoreo y la fumigación. Pero encontrar el momento oportuno para ‘atacar’ al animal no es tarea fácil.
Se teme que haya llegado a Uruguay y Brasil. Hablamos de un animal capaz de recorrer 150 kilómetros en un día, según la intensidad del viento, volando sin parar día y noche a la caza de cultivos. Ese es el problema: los cultivos. No ataca a las personas ni a los animales, pero una “manga”, como se refieren a los enjambres masivos, puede arramblar con el alimento de unas 350.000 personas, y por tanto desata auténticas crisis de hambruna como la que amenaza al Cuerno de África por la langosta del desierto.
Además se reproducen rápido y se reparten por zonas que a veces resultan de muy difícil acceso. A ello hay que sumar que no paran de moverse de noche, cuando la visibilidad de los equipos de vigilancia no es la misma. Un cóctel que hace que su expansión dependa en buena parte de la meteorología: los vientos, la humedad y la temperatura.
Hasta el momento, el invierno que ha empezado benigno en los países del centro de Sudamérica, y por tanto ha sido fácil que la langosta pasase de Paraguay a Chaco, en el norte de Argentina, y de ahí a Santa Fé, Pilagás, Corrientes y, recientemente, la provincia de Entre Ríos. Ha hecho no menos de 27ºC en general en estas regiones y las noches han sido llevaderas, en ocasiones incluso calurosas, y el viento ha sido una ayuda porque ha soplado en su dirección. Por suerte la situación está cambiando.
El mayor miedo de Brasil es que la “manga” llegue a los estados de Río Grande do Sul y Santa Catarina, que viven en gran medida del cultivo de arroz y soja. Ambos hacen frontera con Argentina y han estado registrando temperaturas alrededor de los 20ºC. Les salva en parte el hecho de que estas zonas, especialmente Río Grande do Sul, más al sur, pegada a Uruguay, atraviesa una sequía preocupante que ya está devastando las plantaciones, y por tanto el insecto se encontraría menos alimento allí. De asentarse, eso sí, las pérdidas serían cuantiosas.
Parece que habrá suerte, como va actualizando en Twitter Héctor Medina, coordinador del Programa Nacional de Langostas del Senasa. Aunque las autoridades no bajan la guardia, parece que un frente frío avanzará por estas regiones y eso ayudará a frenar la expansión de la langosta. El siguiente mapa muestra cómo esta área de Sudamérica pasará de un calor anómalo en altura a un frío evidente, lo que parecen buenas noticias.
*Temperatura y geopotencial a 850 hPa previsto entre el miércoles y el sábado en Sudamérica por el modelo GFS / Tropical Tidbits