Una gigantesca ballena apareció varada en Florida en enero de 2019. Dos años después, se acaba de descubrir que se trataba de una especie totalmente nueva. La ballena de Rice, desconocida hasta ahora, acaba de ser identificada y ya se encuentra en peligro de extinción.
Apareció en la costa de Everglades de Florida, a lo largo de Sandy Key, a orillas del Golfo de México. Los expertos que acudieron a la escena determinaron que el ejemplar, de 11,5 metros de largo, se trataba de una ballena de Bryde, una especie de ballena barbada del mismo grupo que incluye ballenas jorobadas y azules.
Tras dos años de análisis, un documento publicado el pasado 10 de enero en la revista ‘Marine Mammal Science’ concluye que se trata, en realidad, de la especie que ha sido bautizada Rice. La investigación establece que debe haber unos 100 ejemplares en todo el planeta, lo que hace que haya ido incluida, según ha confirmado la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense (NOAA), en la lista de mamíferos marinos “en peligro crítico de extinción”.
En cuanto a los motivos de la muerte de la ballena de rice varada en Florida, los investigadores hallaron un trozo enorme de plástico duro en su intestino, que anteriormente también ha causado el fallecimiento de otros cetáceos.
Aunque es la primera vez que se pone nombre a la ballena de Rice y se confirma que es distinta a su homóloga, la ballena de Bryde, no es la primera vez que se analiza un ejemplar de esta especie.
La autora principal del estudio, Patricia Rosel, y su coautora, Lynsey Wilcox, realizaron las primeras pruebas genéticas de esta ballena en 2008. Lo que descubrieron entonces es que su cráneo mostraba diferencias respecto a la ballena de Bryde.
Y eso no es todo. Las ballenas de Rice pueden pesar hasta 27.000 kilogramos y medir hasta 12,8 metros de largo, según la NOAA, mientras que las ballenas de Bryde son bastante más largas, con hasta 15,2 metros, y pesan más de 25 kg.
Las investigadoras creen que la nueva especie vive unos 60 años, aunque no han podido confirmarlo, y temen que, como ocurre con otras ballenas, estén expuestas a múltiples riesgos en el Golfo de México, principalmente colisiones con embarcaciones, derrames de petróleo y deterioro de su hábitat por la exploración y producción de energía en sus aguas, ha dicho la NOAA.