Los incendios en Australia parecen convertirse en una historia sin fin a medida que avanzan los meses. Cientos de focos activos han ido propagándose y las imágenes del humo y las cenizas enturbiando el cielo de Sidney preocupan a sus habitantes. El peligro para la salud es evidente en una ciudad que se ha teñido de naranja y cuyas playas han amanecido negras ante la afluencia de la humareda. Y ahora, ¿qué?
El mes pasado la capital de Australia ya preocupó a las autoridades, que la consideraron irrespirable entre el aire tóxico que llega de los incendios. Por si fuera poco, la nube de humo recorrió kilómetros a través del Pacífico y enturbió algunos puntos de Latinoamérica.
Lo último que hemos conocido es que el fuego no sólo está enturbiando el ambiente, también el mar. Numerosos residentes se han topado esta semana con restos de ceniza a orillas de la playa de Balmoral, en Nueva Gales del Sur. A medida que las olas arrastran el fruto de los incendios forestales, el agua se va oscureciendo. "Había zonas del mar donde no podía ver mis propias manos con las cenizas", publicó en sus redes Imogen Brennan, la chica que grabó la escena.
Según ha informado el servicio meteorológico, las condiciones de calor y fuertes vientos están complicando las tareas de extinción.
Por ahora, ya se han calcinado más de 13.000 kilómetros cuadrados sobre todo en Nueva Gales del Sur y Queensland, y se espera que la nube siga viajando por el país. De hecho, la Nasa ha asegurado que "el sendero de humo es tan grande que ahora se extiende por el sur del océano y ha cruzado la punta de América del Sur hacia el Atlántico".
Hasta ahora, el fuego se ha cobrado la vida de multitud de personas y numerosas especies autóctonas como los koalas, declarados funcionalmente extintos con el cambio de las condiciones climáticas, que merman su papel en el ecosistema y se ve en apuros para reproducirse. Además, la cifra de residentes que han perdido sus hogares se infla con el imparable avance de los incendios.