El agujero de ozono sobre el Polo Sur es gigantesco este año. Tanto, que su tamaño es ahora más grande que la propia Antártida, algo muy inusual. ¿Cómo ha crecido tanto y qué peligro supone para la Tierra?
La capa de ozono de la atmósfera protege a la Tierra de la radiación ultravioleta potencialmente dañina. Todos los años, los niveles de ozono varían naturalmente según la temperatura, el clima, la latitud y la altitud, mientras que las sustancias expulsadas por eventos naturales como las erupciones volcánicas también pueden afectar los niveles de ozono.
Pero, en la década de 1970, los científicos descubrieron que la capa de ozono se estaba agotando a unos niveles que esos fenómenos naturales no podían explicar. Entonces se descubrió que la causa eran ciertos productos químicos fabricados por el hombre, explican desde la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés).
Ese agotamiento crea lo que llamamos el "agujero de ozono" que tiende a aumentar de tamaño entre agosto y octubre, alcanzando un máximo entre mediados de septiembre y mediados de octubre.
Lo de este año, sin embargo, es extraordinario. Se utilizaron datos de Sentinel-5P para mostrar que el agujero de ozono del año pasado sobre la Antártida fue uno de los más grandes y profundos de los últimos años. El agujero creció rápidamente desde mediados de agosto y alcanzó un máximo de alrededor de 25 millones de kilómetros cuadrados el 2 de octubre.
*Representación 3D de la evolución del agujero de ozono en 2020 / ECMWF
Este año, la historia se repite. La evolución del agujero de ozono parece ser similar al tamaño del año pasado, actualmente alrededor de 23 millones de kilómetros cuadrados, alcanzando una extensión mayor que la Antártida. Según el Servicio de Monitoreo de la Atmósfera europeo (CAMS), el agujero de ozono de 2021 ha crecido considerablemente en las últimas dos semanas y ahora es más grande que el 75% de los agujeros de ozono en esa etapa de la temporada desde 1979.
*Tamaño del agujero de ozono de 2021 / ESA
La reducción de la capa de ozono genera una preocupación mundial por los riesgos que supone para la salud humana y la naturaleza. Esta ‘barrera’ impide que las longitudes de onda UVB de luz ultravioleta atraviesen la atmósfera, por tanto si se debilita la radiación puede provocar desde problemas de visión como cataratas hasta cáncer de piel.
Por ello se creó el Protocolo de Montreal en 1987 para proteger la capa de ozono eliminando gradualmente la producción y el consumo de estas sustancias nocivas, lo que está conduciendo lentamente a su recuperación.
Pero algunas de las sustancias que agotan la capa de ozono emitidas por las actividades humanas permanecen en la estratosfera durante décadas, lo que significa que la recuperación de la capa de ozono es un proceso largo y muy lento.