Madres y padres están en una encrucijada. En España y en todo el mundo. Dejar a sus hijos sin móvil es una dura condena. Ostracismo, segregación del grupo, marginación e incluso ‘bullying’. Permitir que usen y abusen de él es un error. Ruptura de la comunicación familiar, consumo incontrolable de contenidos inapropiados, pornografía, multiplicación de trastornos psicológicos. El término medio, que defiende un razonable control parental, se abre camino con dificultad, en un escenario conquistado hasta el último rincón de la infancia y de la adolescencia por los teléfonos inteligentes. ¿Qué hacer?
La conjunción de dos noticias recientes ha agudizado el debate. Por un lado, a iniciativa de la dirección de un colegio de primaria de la pequeña localidad irlandesa de Greystones, el Saint Patrick´s National School, la comunidad educativa y familiar se ha unido para impedir que los niños dispongan de acceso al móvil hasta llegar a los 16 años. Hasta los 12, nada de nada. Y de los 12 a los 15 años, con supervisión de los adultos, en casa y en la escuela. Por otro, Suecia, estandarte europeo de la digitalización en las aulas, ha pegado un frenazo en sus proyectos y ha decidido que los libros de texto vuelvan a las clases. Nunca habían desaparecido del todo, y tampoco ahora se volatilizarán los ordenadores y las pantallas en la educación, pero se buscará un nuevo equilibro para tratar de evitar el desastre que están pronosticando todos los estudios internacionales sobre niveles educativos.
El último informe PIRLS (siglas en inglés del Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora) encendió las alarmas en Suecia, un país acostumbrado a ocupar puestos de excelencia internacionales por sus métodos educativos. No está siendo un debate ajeno a la ideología. El gobierno del primer ministro Ulf Kristersson, de centro moderado, en el poder desde el pasado mes de octubre, ha echado el freno de mano y lo ha hecho en un momento destacado, cuando Suecia está al frente de la presidencia semestral de la Unión Europea. Los libros vuelven. Su decisión ha resonado en todo el continente. “Es una mezcla de varias cosas”, nos cuenta la pedagoga e hispanista sueca Inger Enkvist: “Se ha tenido en cuenta la evidencia de que las pantallas provocan una mayor distracción y un menor rendimiento. Y a ello se une la realidad de que unos mayores índices de inmigración han causado una caída del nivel medio”. En España, según este estudio, la caída ha sido más acusada, pero todavía no se ha puesto en marcha un debate político y social similar al que ha protagonizado la vida sueca durante los últimos años.
“Los inconvenientes son mayores que las ventajas”, remacha esta profesora, mientras asiente Marc Massip, fundador y promotor del programa Desconect@, destinado a dar apoyo psicopedagógico a niños, jóvenes y familias. “Estoy de acuerdo con todo lo que está diciendo Inger y me gusta la iniciativa irlandesa de prohibir los móviles en la infancia”, comenta Massip, “pero, en mi opinión, se queda corta. Son los gobiernos los que tienen que legislar. Parece una opción a contracorriente, pero hay que hacerlo. Los padres solos no pueden. Los gobiernos tienen que promulgar leyes, como en su día se hizo con el tabaco, el alcohol, el casco en la moto o el cinturón de seguridad”. Según Massip, los menores usan mayoritariamente sus teléfonos móviles en la cama y en el cuarto de baño, un dato que considera compatible con el gran consumo de pornografía que se da en esas edades. Una aberración que está causando conductas antisociales y un repunte de violencia y agresividad sexual entre los más jóvenes. De momento, parece que la decisión de no usar móviles es una decisión de las élites”, dice Inger Envist: “Quienes construyen tecnología prefieren que sus hijos sigan siendo constructores, no consumidores”. Es cierto, no hay familia que no tenga esta preocupación en la cabeza. Y así queda de manifiesto en este capítulo de A ver si me he enterado, el videopodcast que conduce Miguel Ángel Oliver en Nius. Pero, ¿quién le pone el cascabel a este gato digital?