El programa de la Comisión Europea para mejorar el conocimiento del planeta y actuar de manera eficaz lleva ya un cuarto de siglo orbitando en el espacio. Se trata de una constelación formada por 7 satélites que dan la vuelta a la Tierra en hora y media y cada uno captura unas 500 fotos diarias.
Con esas instantáneas se generan una cantidad ingente de mapas de gran precisión. Un material muy valioso por la precisión de los datos que ofrece y que además no podrían obtenerse de otra manera. Copernicus tiene tres líneas de actuación: la aérea de la que se encargan los satélites, la terrestre a través de receptores donde se reciben esos datos y los servicios que realiza gracias a la interpretación que hacen los científicos de toda esa información. Sus imágenes se han visto en los fuegos de Asturias, y ha permitido por ejemplo una eficaz actuación durante el terremoto de Turquía o la erupción del volcán de la Palma.
Sus mapas son una herramienta accesible a todos y ya se trabaja en nuevas misiones que permitirán en un futuro no tan lejano, cuando tengamos en órbita una treintena de satélites, medir el CO2 que produce la actividad humana.
Gracias a su trabajo se realizan tareas de prevención que permiten el análisis de los terrenos y la predicción de los riesgos. Es una pieza clave para coordinar los equipos de rescate en el caso de catástrofes y para recuperar después las zonas de crisis.