La Luna no nos ha interesado en décadas, pero desde hace unos años, vuelve a haber una carrera por reconquistarla. Concretamente una zona: su polo sur. ¿Por qué? El administrador de la NASA, Bill Nelson, apuntaba la respuesta, durante su reciente visita a España: por los enormes depósitos de agua que alberga esa zona. El polo sur de nuestro satélite es el objetivo de las misiones lunares tripuladas que prepara EE.UU. Pero también de las de China. La carrera espacial actual se disputa entre ambos países, y la meta es la misma: el agua lunar.
No es la primera vez que Nelson advierte de que China quiere “apoderarse” de la Luna. Y más concretamente, de esos depósitos de agua: de su hidrógeno y de su oxígeno. Ya no se trata de ser el primero en llegar, como hace 50 años, sino de que el primero que lo haga tendrá acceso antes a esos valiosos recursos naturales.
Porque, aunque el hallazgo de agua en la Luna no es nuevo - ya se anunció hace años-, ahora se ha descubierto que hay mucha más de la que se creía. Por eso el interés creciente en llegar los primeros. Por eso la desconfianza entre ambos países. Aunque para evitar conflictos, ya se está diseñando un marco de cooperación internacional - los acuerdos Artemis - en el que los países se comprometen a la exploración espacial pacífica de la Luna. Ya han firmado 25 países, incluidos EE.UU. o España. China no está entre ellos.
Lo que se ha descubierto es que la Luna contiene grandes reservas de hielo en las zonas de sombra de los polos. Y que en su superficie hay diminutas perlas de vidrio que pueden contener grandes cantidades de moléculas de agua. Los hallazgos se han publicado en dos estudios recientes, uno de China y otro de EE.UU.
En su estudio, que analiza muestras tomadas en una misión de 2020, China ha descubierto que las capas exteriores del suelo lunar contienen perlas de vidrio formadas hace millones de años, por el impacto de asteroides con su superficie. Y estima que en esas perlas, que pueden estar por toda la superficie lunar, puede haber hasta 270 billones de kilos de moléculas de agua.
Ahora, están estudiando la forma en que podrían acceder a ella y utilizarla. “Saber cómo se produce, almacena y repone el agua cerca de la superficie lunar sería muy útil para que los futuros exploradores la extraigan y la utilicen con fines de exploración”, decía en la revista Vice uno de los autores del estudio, Sen Hu, profesor del Instituto de Geología y Geofísica de la Academia China de Ciencias.
EE.UU., por su parte, ha hallado evidencias de enormes concentraciones de agua en las rocas que están en la zona de sombra perpetua del polo sur. Hace tres años anunciaba que puede haber hasta 40.000 kms2 de depósitos de agua helada (el equivalente a la superficie de Extremadura). Ahora, gracias a los datos enviados por el observatorio SOFIA, la NASA ha creado el primer mapa detallado de la zona y la distribución del agua en la Luna. Ya planea enviar un vehículo robótico en 2024 para trabajar sobre el terreno.
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de agua? ¿Por qué son tan importantes estos hallazgos? Porque hablamos de agua para beber y de oxígeno para respirar. Entre otras cosas.
Tanto China como Estados Unidos ven en la Luna un paso intermedio, un trampolín para llegar a Marte. Porque la logística de las misiones al planeta rojo es mucho más complicada. Si a la Luna se tardan 3 o 4 días, en Marte hablamos de un viaje de 7-8 meses. Además, habría que permanecer allí un tiempo largo, hasta poder volver a la Tierra. Serán misiones de años, que la NASA tiene previstas a partir de 2040. Y que requerirán de una base “habitable” en ese planeta.
Cuando hablamos de agua, hablamos de H2O. Es decir, dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Hablamos, por tanto, no sólo de agua para beber sino también de aire para respirar, de oxígeno para los astronautas. Y el hidrógeno podría ser combustible para los cohetes. Todo ello podría reducir mucho tanto el coste como el riesgo de las misiones tripuladas a Marte. Y podría suponer un paso gigante para la exploración espacial, en general.
"El objetivo es tener una presencia humana permanente en la Luna”, decía en NIUS hace unos meses Eduardo García Llama, el español al mando de los ingenieros de la NASA que guiaron el viaje de Orion a la Luna. “Y si no es EE.UU. será otro país el que lo haga”. Preguntado por si China podría adelantarse a EE.UU., el ingeniero jefe de la NASA confesaba: “Es una posibilidad real”. Y aprovechaba para recalcar que “el objetivo es cooperar, debería serlo. Artemis es un gran ejemplo de cooperación entre la NASA y la ESA”.
Explicaba García Llamas que la idea, en la Luna, es “hacer investigación científica, probar tecnologías y técnicas que sirvan para una futura misión tripulada a Marte”.
EE.UU. y China corren para ser los primeros en volver a alunizar con astronautas. Estados Unidos, que volvió a orbitar la Luna en noviembre pasado, tiene previsto pisarla con la misión Artemis 3, en 2025. Ya ha anunciado que lo harán un hombre y una mujer.
China, que ya alunizó en 2019, prevé enviar astronautas a la Luna en 2030. Aunque está pisando el acelerador y podría hacerlo antes. Ya ha anunciado su intención de establecer una base de investigación en el polo sur lunar para 2028, y utilizar vehículos controlados a distancia para buscar agua.
Porque el objetivo de ambos países es poder acceder a esos recursos naturales, a esas enormes reservas de agua que ya tienen localizadas. El pasado 9 de enero, la NASA anunció que, en 2024, cuando envíe su vehículo robótico al polo sur de la Luna, tratará de extraer oxígeno del hielo y construir una tubería para canalizar hidrógeno. Pero temen que China se les adelante. Si lo consiguen, ¿podrían apropiárselas?
Ese es el temor de EE.UU. Nelson lo ha advertido en varias ocasiones. “Si (los chinos) llegan a la Luna con el pretexto de la investigación científica, no es descartable que digan: ‘No os acerquéis, estamos aquí, este es nuestro territorio'. Si lo dudas, mira lo que hicieron con las Islas Spratly”, decía en esta entrevista reciente. “Estamos en una carrera espacial”, advertía el administrador de la NASA.
Pero legalmente no parece fácil que puedan hacerlo. El Tratado de la ONU sobre el uso del espacio exterior, de 1967, habla de cooperación y establece que ningún país puede reclamar la nacionalidad de ningún territorio de la Luna ni de otros cuerpos celestes.
En su artículo 2, leemos: “El espacio ultraterrestre, incluida la Luna y otros cuerpos celestes, no está sujeto a apropiación nacional por reivindicación de soberanía, por uso u ocupación, o por cualquier otro medio”.
Pero, desde entonces, la exploración espacial ha avanzado tanto que la pregunta, a día de hoy, es si ese tratado puede ser suficiente. Al ritmo que van los acontecimientos, es probable que no haya que esperar mucho para saberlo.