Las dos superpotencias mundiales llevan su competición más allá de la Tierra y aunque hay disparidad de opiniones sobre si se trata o no de una carrera espacial, hace tiempo que las pugnas por la supremacía entre Estados Unidos y China también superan la estratosfera. Para muchos expertos, hablar de carrera implica que ambas naciones tengan “aproximadamente las mismas capacidades en el espacio”. Esto no se corresponde con la realidad, tal y como expresa la profesora adjunta en Seguridad Internacional de la Universidad del Aire en Paquistán, Svetla Ben-Itzhak, los estadounidenses están “muy por delante no sólo de China, sino de todas las demás naciones espaciales combinadas”. En cambio, hay quienes tienen otra vara de medir. Otro experto, Bill Nelson, que fue astronauta y ahora es administrador de la NASA, avisa de los peligros que se esconden tras las capacidades espaciales de Pekín y sus ambiciones en la Luna. Para él, las pretensiones espaciales superan el aspecto cuantitativo, es decir, el hecho de que EEUU cuente con mejor y más numerosa tecnología no significa necesariamente que sea superior. “Estamos en una carrera espacial”, afirmó Nelson a Politico. “Más vale que vigilemos que no lleguen a un lugar de la Luna con la excusa de la investigación científica. No está fuera de lo posible que digan: 'No os acerquéis, estamos aquí, este es nuestro territorio’”, agregó.
Por lo pronto, China está en la Luna. Se ha convertido en la primera nación en aterrizar en el denominado lado oscuro, el que no podemos ver desde aquí abajo porque los 29 días que necesita en orbitar la Tierra casi coinciden con los que pasa rotando sobre sí misma. La nave robótica, Chang’e 4, llevó a cabo el histórico alunizaje en la Cuenca Aitken del satélite natural en enero de 2019. La misión fue un secreto hasta el último momento, cuando Pekín ya pudo anunciar su éxito gracias a los logros de su vehículo lunar, Yutu-2, que recorrió más de un kilómetro sobre la superficie. A finales de marzo, anunciaron a través de una publicación en la revista científica, Nature Geoscience, que de las muestras obtenidas en aquella misión, se ha descubierto una nueva fuente renovable de agua que está incrustada en diminutas perlas de vidrio. Según uno de los autores de la investigación, Hejiu Hui, de la Universidad de Nanjing, el agua podría extraerse calentando dichas perlas y “ser usada por futuros exploradores”.
Pekín se encuentra en la cuarta fase de su Programa de Exploración Lunar, el cual comenzó en 2007 y 2010 con el lanzamiento de dos órbitas lunares -Chang’e 1 y Chang’e 2- como parte de la primera fase. El objetivo fue el de llevar a cabo un mapa de alta definición en 3D de la Luna al completo y de identificar elementos químicos en su superficie. La segunda derivó en alunizajes como el del Chang’e 4 para llevar a cabo diversas investigaciones y recoger muestras, mientras que la tercera se centró en coordinar dos misiones de retorno a la Tierra para el análisis de dichas muestras.
“China ha conseguido logros extraordinarios en la última década con las últimas misiones lunares y es el primer país del mundo que ha alunizado suavemente una nave espacial en la cara oculta de la Luna, abriendo nuevos campos de investigación y filosóficos a la humanidad”, expresa Giuseppe Reibaldi, presidente y fundador de la Moon Village Association (MVA), organización no gubernamental creada en 2017 y ubicada en Viena que tiene el objetivo de fomentar la instauración de la Aldea de la Luna, un concepto de concordia global sobre cómo actuar en territorio lunar, que tiene el fin de fomentar la cooperación entre países que lleven -o no- a cabo misiones espaciales. Su misión es, básicamente, evitar disputas geopolíticas en la Luna.
Completadas las tres fases anteriores, China ha entrado este año en la cuarta y, además, trabaja para llevar a cabo misiones lunares con tripulación. Está previsto que en 2025, 2026 y 2028 los Chang’e 6, 7 y 8 respectivamente investiguen la topografía de la Cuenca Aitken, pongan en marcha la tecnología para buscar más recursos y utilicen esos recursos in situ. Si hay una carrera espacial en marcha y una exploración de la Luna pormenorizada, China está, como poco, desempeñando un papel protagonista en los últimos años. Paralelamente a estos avances, en 2021 Pekín lanzó la Estación Espacial Tiangong con el objetivo de “ofrecer oportunidades para experimentos espaciales y crear capacidad para la innovación científica y tecnológica”. Además, Rusia y China anunciaron en 2021 que tienen previsto construir en 2035 una base en la Luna, denominada Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS). Venezuela ha recibido una invitación para formar parte de este programa, Este proyecto nace como contrapunto o reacción al programa Artemis, anunciado en 2017 y liderado por EEUU a través de la NASA junto a sus socios de la Agencia Espacial Europea y de la Agencia Espacial Canadiense. Japón, Brasil, Corea del Sur, Reino Unido o Emiratos Árabes Unidos colaboran junto a otros 18 países en este proyecto que no incluyó a Pekín y a Moscú.
“Creo que Artemis e ILSR no deben ser vistos como competidores, sino que tienen que formar parte de la Aldea Lunar, y como tales, deben cooperar entre sí. La Luna es un lugar difícil para vivir y trabajar y es evidente que pronto habrá que acordar normas de cooperación. Es el próximo gran salto de la humanidad y, como tal, debemos cooperar, no crear barreras. Es un laboratorio para la paz y, como tal, los países deben crear un mecanismo de coordinación internacional”, insistió Reibaldi en Global Times.
Para levar a cabo esta Aldea Lunar como un lugar de exploración pacífica entre naciones, la MVA reunió en 2021 al denominado Grupo Global de Expertos para las Actividades Sostenibles Lunares (GEGSLA), formado por representantes de la industria espacial tanto gubernamentales como del sector privado de 40 países. De este colectivo salió un documento de recomendaciones que ha sido presentado en la ONU este mes con el fin de crear un Grupo de Coordinación Internacional en Operaciones Lunares entre los países miembros.
Los más pesimistas perciben que las tensiones en la geopolítica de la Tierra no tardarán en trasladarse a la Luna y a otros puntos del espacio. Según Ben-Itzhak, aunque EEUU siga teniendo un gasto mayor (presupuesto estimado de 54.000 millones de euros en 2021), China ha duplicado el gasto en investigación y tecnología espacial en los últimos cinco años (estimación de 14.600 millones de euros en 2021). Además, los estadounidenses “lideran significativamente” el número de satélites activos alrededor de nuestro planeta (63 por ciento del total) y tienen más puertos espaciales. Sin embargo, la diferencia está, según la profesora adjunta de la Universidad del Aire, en que “la inmensa mayoría (el 84 por ciento) de los lanzamientos chinos tenían cargas útiles gubernamentales o militares”, mientras que para EEUU, “el 61 por ciento de los lanzamientos fueron para uso no militar, académico o comercial, predominantemente para observación de la Tierra o telecomunicaciones”.
Esto es precisamente lo que inquieta a los mandos militares de Washington, quienes insisten en alertar sobre la militarización china del espacio tras un progreso “asombrosamente rápido” de Pekín. Algunos, como David Thompson, general de las Fueras Espaciales estadounidenses denuncian “ataques reversibles” -que no producen daños permanentes- contra sus satélites en órbita. “Tanto China como Rusia atacan regularmente los satélites estadounidenses con medios no cinéticos, como láseres, inhibidores de radiofrecuencias y ciberataques”, argumenta. China, se defiende aludiendo al “uso pacífico del espacio exterior”. Dicen mostrarse en contra de una “carrera armamentística” y tener el deseo de trabajar por un “futuro compartido para la humanidad en el ámbito espacial”.
La dialéctica de bloques es la misma, ya sea en el Mar de China Meridional o en la Luna, y a juzgar por cómo afilan los cuchillos dentro de la atmósfera, no es descabellado pensar que nuestro único satélite natural está llamado a convertirse en el enésimo motivo de disputa de los poderes dominantes.