África se está partiendo en dos a través de una inmensa grieta que se extiende varios miles de kilómetros a lo largo de al menos diez países. A medida que se divide en dos continentes podrá crearse un vasto océano que dividiría la placa de Somalia y la de Nubia.
La Tierra como la conocemos tiene poco tiempo. La apariencia de nuestro planeta va cambiando a medida que las placas tectónicas se mueven y encajan como un rompecabezas, redistribuyendo los continentes y océanos en escalas de tiempo de millones de años. Los cambios son muy lentos, por lo que los humanos no podemos percibirlos, aunque la tierra a veces da pistas de lo que está por suceder.
La enorme grieta de 5.000 kilómetros de extensión que separa el continente se conoce como Sistema de Rift de África Oriental (EARS), y divide partes de Etiopía, el Congo, Uganda o Zambia, entre otros países. También es referido a veces como Rift africano o Gran Valle del Rift.
En unos 5 a 10 millones de años, según algunos estudios, podría formarse un vasto océano que convertiría África oriental en una isla, con un mar donde ahora está la grieta.
La grieta empezó a formarse hace 20 millones de años debido al movimiento en dirección opuesta de las placas somalí y la nubia o africana. La primera lo hace hacia el este; la segunda, hacia el noroeste. Desde entonces, cada año las placas tectónicas se alejan unos pocos milímetros. Realmente, no hay mucho consenso en cuanto a cuándo se abrirá lo suficiente para que se forme un océano.
La última vez que el suelo de África oriental mostró signos de movimiento fue en 2018, cuando apareció un socavón a lo largo de varios kilómetros que partió algunas carreteras del condado de Narok, en Kenia. Aunque nunca llegó a aclararse del todo si la grieta tenía algo que ver con las placas tectónicas que delimitan el gran Rift.
Resulta complicado atribuir la aparición de estas rupturas en el terreno a la enorme grieta de África Oriental, puesto que sus orígenes profundos no se conocen bien, y los movimientos suceden de manera muy lenta.
La teoría más probable que barajaron los investigadores en su momento es que las lluvias intensas hicieron mella en el terreno al filtrarse y “lavar” las cenizas del subsuelo, que aporta el vulcanismo en la zona.