Lalueza-Fox, el genetista que rastrea las huellas de la desigualdad en nuestro genoma: "Hubo un colonizador español que tuvo 30 hijos en tres años"

  • Entrevista con el paleogenetista, autor del libro "Desigualdad": "En nuestros antepasados genéticos y genealógicos, están sobrerrepresentadas las personas que practicaron la desigualdad"

  • "La parte de toda esa gente que ha sufrido la desigualdad no ha sido contada: una de las ideas del libro es estudiar esas historias anónimas"

  • "Ahora sabemos que la desigualdad ha modelado nuestros genomas, pero tenemos mecanismos sociales para intentar corregirla"

¿De dónde venimos? La pregunta nos acompaña desde el comienzo de nuestra existencia. Y las respuestas que nos ha dado la historia nos han hablado, durante mucho tiempo, de un pasado glorioso de héroes, batallas y conquistas. Pero ahora empezamos a saber que quizá no lo fue tanto. Y en ello tiene mucho que ver la genética. La paleogenética nos revela, ahora, los episodios de desigualdad que fueron conformando las sociedades antiguas. Y nuestro genoma.

"Si no tienes la posibilidad de estudiar los genomas de las personas que estuvieron implicadas, es mucho más difícil entender cómo fueron esos episodios de desigualdad", explica a NIUS el genetista Carles Lalueza-Fox. Él sí la tiene. Y, de hecho, lleva haciéndolo desde hace años. Acaba de publicar un libro (Desigualdad, Ed. Crítica) en el que explica las marcas genéticas que la desigualdad nos ha dejado a lo largo de nuestra historia.

Lalueza-Fox es uno de los mayores expertos del mundo en el estudio del ADN antiguo. Su libro describe sorprendentes hallazgos genéticos de estudios recientes, que ahora son posibles gracias a las nuevas tecnologías de secuenciación del ADN. La genética da un vuelco a la historia de nuestro pasado. De ello hablamos con él, en esta entrevista.

Pregunta: Anhelamos una sociedad igualitaria, y trabajamos por ella, pero ahora resulta que venimos de lo contrario. Los análisis genéticos del ADN antiguo revelan que partimos de una desigualdad clara: los hombres poderosos tuvieron mucha más descendencia que los demás.

Respuesta: Sí, es un buen resumen. Hemos sido modelados por la desigualdad del pasado. Y, al mismo tiempo, ahora tenemos el máximo de desigualdad que ha existido nunca, según los economistas. Pero estamos en disposición de intentar corregirla.

P: Dice en el libro que los patrones de desigualdad (todas esas historias de discriminación, abuso, sufrimiento, explotación…) dejaron marcas genéticas en las poblaciones antiguas. ¿Cómo?

R: Esto parte un fenómeno que solo ocurre en los humanos: la posibilidad de acumular riqueza y transmitirla a tu descendencia. Eso es crucial para dejar una huella genética. Y se puede articular de varias maneras, como las migraciones de poblaciones tecnológicamente avanzadas sobre otras menos avanzadas, o el sometimiento de los hombres sobre las mujeres, que es la forma de desigualdad más extendida a lo largo de la historia... Y que todavía sigue funcionando.

P: ¿Y eso deja marcas genéticas, que hoy en día se pueden estudiar y antes no?

R: Correcto. Porque ahora podemos estudiar en directo, en el espacio y en el tiempo, a las personas que sufrieron estos episodios de desigualdad, que están enterradas en yacimientos. A veces, en un mismo yacimiento, hay gente enterrada con una gran acumulación de riqueza y al lado, la mayoría de la gente enterrada no tiene absolutamente nada. Y son contemporáneos…

Si hablamos de episodios que han tenido lugar en los últimos centenares de años, como la colonización de América, no hace falta recurrir a la paleogenética, porque son muy recientes. Pero a medida que vamos al pasado más remoto, si no tienes la posibilidad de estudiar los genomas de las personas que estuvieron implicadas, es mucho más difícil entender cómo fueron esos episodios de desigualdad. En el caso europeo, por ejemplo, algunos ocurrieron hace 5.000 años, sería difícil hacerlo sin la paleogenética.

P: La colonización de América es un claro episodio de desigualdad en nuestra historia. Pero, ahora, la genética lo confirma.

R: La colonización de América se forma con la mezcla reciente de tres poblaciones muy distintas (nativos americanos, africanos y colonizadores europeos), que es la que ha generado las poblaciones actuales, al mezclarse genéticamente. Pero no es que en esos genomas haya una tercera parte de cada uno, no. Hay sesgos en la proporción de los componentes y en cómo se han estructurado, que nos informan de una historia de desigualdad.

En muchas poblaciones actuales de Sudamérica o Centroamérica, vemos que el cromosoma paterno (el que se transmite de padres a hijos y sólo tenemos los hombres) es 100% europeo. Pero cuando se mira el resto del genoma, a veces es mayoritariamente nativo americano. Cuando se mira el ADN mitocondrial (que se transmite por línea materna, de madres a hijos e hijas), resulta que en algunos casos el 100% es nativo americano, o 80% americano y 20% africano. A veces no hay ni uno sólo que sea europeo.

Esto significa que en esas poblaciones ha habido una contribución genética desigual de varones europeos, que han tenido hijos con mujeres locales, americanas o africanas. Y que hay hombres nativos americanos que no tuvieron descendencia en absoluto.

P: Porque si esos pocos tuvieron mucha descendencia de varias mujeres, eso implica que otros muchos no tuvieron ninguna. No pudieron tener hijos. O incluso, aunque los tuvieran, sobrevivían menos. ¿Los comportamientos de esa minoría fueron sentando las bases genéticas de la mayoría?

R: Sí, especialmente en el caso de los hombres. Eso significa que hay mucha menos diversidad genética en el cromosoma paterno (en el Y) que en el ADN mitocondrial (materno). Y también significa que las mujeres han contribuido más a la diversidad genética de la humanidad actual que los hombres.

Ha habido hombres con centenares de hijos, y al mismo tiempo otros que no tuvieron ninguno. Hubo un colonizador de Palos de la Frontera, por ejemplo, que en tres años tuvo 30 hijos.

P: Dice que nuestra diversidad genética viene, sobre todo, de las mujeres. Y esto da un vuelco a la historia, porque la que ha trascendido siempre habla en masculino, está contada desde el punto de vista de los poderosos, que eran hombres. ¿Habría que contarla desde las mujeres? Desde el punto de vista genético, su contribución ha sido mayor.

R: Sí. Y hay muchos ejemplos. La colonización de Islandia, por ejemplo. Nos hablan de guerreros vikingos surcando el Atlántico Norte. Pero cuando se analiza el genoma de esos primeros pobladores, se ve que los hombres tenían ascendencia noruega, muchos de ellos, pero las mujeres venían de las Islas Británicas y de Irlanda, de donde probablemente se las habían llevado. No sabemos los detalles, porque la parte de esa gente que ha sufrido la desigualdad no ha sido contada. Pero una de las ideas del libro es estudiar esas historias anónimas.

P: "Durante la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer”. Esta cita de Virginia Woolf, que encabeza un capítulo del libro, lo resume bien.

R: Sí.

P: La historia nos habla de héroes y conquistadores, pero su libro destapa historias tremendas de explotación, dominación, abuso. Descubrimos que no hay mucha gloria en ellas, más bien vergüenza ajena… ¡o propia!

R: Sí, podría ser propia, porque nosotros en buena lógica somos sus descendientes, con más probabilidades. En nuestros antepasados genéticos y genealógicos, están sobrerrepresentadas las personas que practicaron la desigualdad.

En la comunidad afroamericana de EE.UU., por ejemplo, cuando se hacen estos test genéticos que ahora se han puesto de moda, muchos de ellos descubren que su cromosoma paterno es europeo. De media, tienen un 24% de genes europeos, algunos de ellos más del 50%. Es decir, que aunque sean considerados afroamericanos, en algunos casos la mitad de su genoma es europeo. Y eso, para ellos, es una herencia incómoda. Es una historia de sufrimiento y opresión muy reciente.

P: Explica en el libro que la migración fue un fenómeno muy frecuente en el pasado, y que "en las poblaciones humanas modernas hay capas sucesivas de diferentes ancestros genómicos”. Sabiendo esto, ¿qué sentido tienen las reivindicaciones nacionalistas de pertenencia a un pueblo ancestral único y distinto?

R: Si son reivindicaciones de tipo genético, no tienen sentido. Porque lo que vemos en todas las poblaciones europeas, ahora, es que todas tienen estas capas de ancestralidad asociadas a esas grandes migraciones del pasado. Reivindicaciones de tipo nacionalista existen en toda Europa. Y en la mayoría de los casos entiendo que están circunscritas a cuestiones culturales. No tendría sentido que fueran de tipo genético.

P: El filósofo John Rawls hablaba de la importancia de la "lotería genética" en la igualdad, y a la hora de ponderar el mérito, ese mito. Pero ahora vemos que esa “lotería” no lo es tanto, que no hay tanto de azar como de conductas concretas de los poderosos, que están en nuestra huella genética...

R: Es una idea interesante, pero no veo nada claro que la desigualdad actual dependa de nuestra base genética, sino más bien de conexiones sociales que aseguran la persistencia de estatus económicos, dentro de sociedades que en principio son meritocráticas. En el libro hablo, por ejemplo, de que los apellidos de la nobleza inglesa están sobrerrepresentados en las universidades mas elitistas, como Eaton, Cambridge y Oxford. Eso no es genética, sino conexiones sociales.

P: Pero todas esas conexiones sociales irían alterando, en cierto modo, esa “lotería genética”…

R: Lo que está claro es que las conexiones sociales llevadas a la biología, por ejemplo a la manera de seleccionar pareja y tener descendencia, es algo que no ocurre al azar. Crea una estructura genética dentro de la población. Y hay sociedades donde se ha estructurado de forma increíble, como las castas de la India, en las que hay subdivisiones muy estrictas y muy planificadas que crean capas genéticas diferenciadas por categoría social. Y es algo que probablemente también opera en nuestra sociedad.

P: Toda esta historia de conquistadores y poderosos de la que nos habla, de desigualdad, ¿ha tenido alguna utilidad adaptativa para los humanos como especie? ¿Nos deja algo bueno?

R: No lo sé (risas). Es un terreno que no es conocido todavía. Claro, si explotar a tus contemporáneos presenta una ventaja adaptativa y eso está enraizado en los genes, entonces se irían imponiendo al conjunto de la población. La idea es interesante. Pero no lo veo claro.

P: ¿Hasta qué punto esta desigualdad genética que nos acompaña desde hace miles de años es algo inalterable? Usted dice que ha llegado el momento de "superar ese lastre". El libro, al final, es optimista.  

R: Yo creo que sí, que lo es, aunque la gente me dice que es un libro pesimista. En el pasado, esto no podía conocerse, ni discutirse. Y cuando había estos picos de desigualdad, han acabado casi siempre de forma catastrófica. Ahora el panorama es distinto.

Aunque es cierto que la desigualdad actual no tiene paragón, debido a la globalización: ahora puedes ser rico no sólo en tu reino, sino a escala planetaria. Y después de la pandemia, esto ha aumentado más. Son cifras que ya no podemos ni entender: 2.000 personas que tienen el 70% de la riqueza del planeta. Lo que está pasando, a partir de un determinado nivel, no tiene ningún sentido para una persona normal. Pero tenemos la posibilidad de discutirlo y de intentar corregirlo.

Aunque nosotros podamos ser conscientes de que la desigualdad ha modelado nuestros genomas, tenemos mecanismos sociales para intentar corregirla. No estamos supeditados genéticamente a seguir la historia pasada.

P: La genética desmonta el relato histórico de los poderosos. ¿El objetivo del libro es “honrar la memoria de los seres anónimos”, como reza esa cita que recoge de Walter Benjamin?

R: Sí. Estas tecnologías no estaban disponibles hace apenas diez años. Es una revolución en el conocimiento del pasado, en la que vamos de la mano de arqueólogos e historiadores. Es un conocimiento que no se podía tener antes. Y es una forma única de hacer que esta gente hable, de darles voz. Ahora tenemos la posibilidad de conocer las historias genéticas, por ejemplo, de los esclavos que se trajeron del continente americano. Y es algo que veremos en los próximos años. Creo que era el momento de explicar esta revolución científica.