En los últimos años, los estudios llevados acabo por varios equipos científicos apuntan a que los hombres de todo el mundo sufren un deterioro de la calidad del semen, lo que a menudo se conoce como una auténtica crisis de fertilidad. La última investigación en tratar de conocer por qué se produce este deterioro de la calidad del semen ha estado capitaneado por el profesor Andreas Kortenkamp, de la Universidad Brunel de Londres. En su estudio, el científico ha descubierto que este deterioro se puede producir debido a un aumento de productos químicos como los bisfenoles y las dioxinas en el organismo.
Al parecer, en los análisis tomados en la muestra que se ha llevado a cabo se han detectado niveles "asombrosos" de estos químicos. Hasta 100 veces por encima de los considerados como seguros, asegura la publicación científica. El bisfenol A (BPA) es uno los químicos que han sido responsable de los mayores riesgos de este deterioro del esperma. En concreto, esta sustancia se encuentra en productos cotidianos como los productos lácticos o las latas de conservas. El metal de estas latas se acaba mezclando con los ingredientes y penetran en el alimento. De esta forma, el bisfenol A llega a nuestro organismo.
En los últimos 40 años, la cantidad de espermatozoides en el cuerpo han disminuido hasta en un 50%. Este descenso se debe, según la investigación publicada por la Universidad Brunel de Londres, por el aumento de compuestos químicos en el organismo.
Los investigadores se han mostrado "totalmente asombrados por la magnitud del índice de peligro". Seguidos del bisfenol A (BPA), otros compuestos químicos que preocupan a los científicos son sustancias como dioxinas, el paracetamol y los ftalatos. Es decir, el paracetamol también disminuye la calidad del esperma.
Por otro lado, otra investigación ha descubierto que los hombres con obesidad mejoran la calidad de su semen si pierden peso y lo mantienen, según publican en la revista 'revista Human Reproduction'. El estudio ha estado capitaneado por investigadores de la Universidad de Copenhague y del Hospital Hvidovre, en Dinamarca.
"Nos ha sorprendido que se pueda mostrar una mejora tan grande en la calidad del semen en relación con una pérdida de peso. Y dado que el 18% de los daneses padecen obesidad, este nuevo conocimiento puede marcar la diferencia", afirma la profesora Signe Torekov, que dirigió el estudio junto con el profesor Romain Barres en el Centro de Investigación Metabólica Básica de la Fundación Novo Nordisk.
Los nuevos hallazgos de este estudio, en el que participaron 56 hombres con obesidad, de entre 18 y 65 años y con un índice de masa corporal de entre 32 y 43, pueden ser una buena noticia para la fertilidad, ya que anteriormente se había demostrado la relación entre un mayor número de espermatozoides y la consecución más rápida del embarazo.
Signe Torekov explica que desde hace tiempo se sabe que la obesidad está asociada a una menor calidad del semen. Estudios anteriores también han sugerido una relación entre la pérdida de peso y el aumento de la calidad del semen, pero estos estudios han tenido tan pocos participantes o una pérdida de peso tan modesta que ha sido difícil sacar conclusiones de ellos, explica.
"Pero ahora estamos preparados para hacerlo. Este es el primer estudio aleatorio a largo plazo en el que hemos demostrado que la calidad del semen de los hombres con obesidad mejora con una pérdida de peso sostenida", afirma Signe Torekov, del Departamento de Ciencias Biomédicas.
"Los hombres perdieron una media de 16,5 kg, lo que aumentó la concentración de esperma en un 50 por ciento y el recuento de esperma en un 40 por ciento ocho semanas después de la pérdida de peso. Durante las 52 semanas que duró el ensayo tras la pérdida de peso, los hombres mantuvieron la mejora de la calidad del semen --destaca--. Pero sólo los hombres que mantuvieron la pérdida de peso: al cabo de un año, estos hombres tenían el doble de espermatozoides que antes de la pérdida de peso. Los hombres que recuperaron el peso, perdieron las mejoras en la calidad del semen".
En el ensayo, todos los participantes siguieron primero un régimen de ocho semanas con una dieta baja en calorías, lo que supuso una pérdida de peso. A continuación, los participantes se dividieron aleatoriamente en cuatro grupos.
Dos de los grupos recibieron medicación placebo, mientras que los otros dos grupos recibieron medicación contra la obesidad. Entre los dos grupos de placebo, uno tuvo que seguir un programa de ejercicios en el que cada semana debían realizar un mínimo de 150 minutos de entrenamiento físico moderado o 75 minutos de entrenamiento duro, o una combinación.
El otro grupo no cambió su nivel habitual de actividad física. Los dos grupos que recibieron medicación contra la obesidad se dividieron de la misma manera, en un grupo con y otro sin programa de ejercicios.
Después de un año, se demostró que el grupo que sólo hizo ejercicio y no recibió medicación, así como el grupo que sólo recibió medicación para la obesidad y no hizo ejercicio, mantuvo la pérdida de peso de 13 kg. El grupo que recibió tanto la medicación para la obesidad como el ejercicio perdió peso adicional y mejoró su salud. El grupo del placebo -los que pensaron que recibían medicación, pero no hacían ejercicio- recuperó la mitad de la pérdida de peso con el agravamiento de muchos de los factores de riesgo relacionados con el desarrollo de la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares.