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Cataluña ha apurado hasta la última gota para declarar el estado de emergencia por sequía extrema. Una situación temida que a partir de este jueves afrontarán seis millones de personas de Barcelona y Girona, como resultado del declive ininterrumpido del nivel de los embalses del Ter y Llobregat, al situarse por debajo de los 100 hm3, umbral que marca la máxima alerta.
La emergencia llega a un total de 202 municipios catalanes, que sufrirán las restricciones de manera intensificada. Incluso en el ámbito doméstico, donde las afectaciones irán en aumento si los estados de los embalses siguen empeorando.
Para ello, la Generalitat de Cataluña tiene tres subfases de emergencia, con medidas graduales que reducen desde este jueves el consumo de agua en viviendas, instalaciones deportivas, hostelería, usos agrarios, ganaderos, industriales y recreativos.
Los habitantes de las comarcas del Alt Penedès, Anoia, Bages, Baix Empordà, Baix Llobregat, Barcelonès, Berguedà, Garraf, Gironès, Maresme, Selva, Solsonès, el Vallès Occidental, y el Vallès Oriental están inmersos en la fase de emergencia I, que limita su consumo de agua a 200 litros por día.
Una situación que ya vivían 37 municipios, que dependen de Darnius-Boadella, Riudecanyes y el acuífero Fluvià-Muga, también en en estado de emergencia.
Todos ellos tienen prohibido limpiar sus vehículos, excepto en establecimientos comerciales con recirculación de agua. Por su parte, los gimnasios y clubes deportivos pueden seguir llenando sus piscinas, siempre y cuando lo compensen con el cierre parcial de las duchas. No obstante, cámpings, hoteles y comunidades de vecinos pueden seguir utilizando sus piscinas, pero no llenarlas.
La Generalitat de Cataluña sí que permite llenar las piscinas de uso terapéutico, que están en hospitales, residencias y centros de educación especial, como piscinas particulares destinadas al baño de personas que disponen de una evaluación del grado de discapacidad, donde consta alteraciones de la conducta.
Del mismo modo que las piscinas con agua de mar, siempre que se llenen y se vacíen sin conexión a las redes de abastecimiento ni saneamiento.
En la primera fase de emergencia, el riego del arbolado público está habilitado con agua regenerada o freática, para garantizar la seguridad de los peatones y refugios climáticos en verano, pero sin que la medida comprometa el suministro domiciliario.
Lo mismo ocurre con el riego de los campos de deporte federado. Una medida con la que pretenden garantizar el acceso al deporte de jóvenes y niños, siempre que se apliquen medidas de ahorro compensatorias.
Este consumo de agua también deja graves afectaciones en la actividad agraria, con un incremento de las restricciones del 80%, mientras que en la ganadería es del 50%, industria y otros usos recreativos del 25%, aunque los que impliquen riego quedarán prohibidos.
La fase I de emergencia no permite el uso de las duchas e instalaciones para la limpieza de pies en las playas. También quedan prohibidos los actos lúdicos, públicos o privados, que comporten la utilización de agua susceptible de ser apta para el consumo humano, como pistas de hielo temporales o de uso lúdico, fiestas de espuma, juegos de agua o similares.
Lo mismo ocurre con las fuentes ornamentales, lagos artificiales y otros elementos de uso estético de agua, aunque sí que se pueden llenar las balas que sirven de refugio de fauna en peligro de extinción y fauna destinada a la recuperación de las especies autóctonas.
Esta fase de emergencia será el día a día de seis millones de personas, aunque las restricciones podrán ser aún peores en el caso de que declaren la fase II, una vez las reservas lleguen a los 67 hm3 (10,95%) e, incluso, la III con unas reservas de 33 hm3, la subfase más crítica de una situación que sigue en declive.
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