Un estudio realizado por un equipo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), ha revelado que la hora a la que comemos podría influir en el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
El análisis realizado sobre una muestra de más de 100.000 personas, a las que realizaron seguimiento entre 2009 y 2022, sugiere que comer tarde en la primera o última comida se asocia a un mayor riesgo.
También parece que un ayuno nocturno de mayor duración se asocia a un menor riesgo de enfermedades cerebrovasculares como el ictus. Los resultados, publicados en Nature Communications, destacan la importancia del horario y el ritmo de las comidas diarias para reducir el impacto.
"Cuándo comemos influye, y es mejor durante las horas que estamos activos. El desayuno es mejor pronto y no saltárnoslo. Hay un aumento del 6% de riesgo cardiovascular por cada hora que retrasamos", explica Manolis Kogevinas, director científico del centro excelencia ISGLOBAL.
La hora ideal para la primera comida del día es a las 08:00 horas. En el caso de las cenas, Kogevinas reconoce que hacerlo después de las 21:00 horas supone un riesgo del 25%. "En España se cena tarde por razones sociales. No es fácil, pero tenemos que intentar hacerlo antes porque se metaboliza mejor".
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en el mundo, según el estudio Global Burden of Disease, con 18,6 millones de muertes anuales en 2019, de las cuales alrededor de 7,9 son atribuibles a la dieta.
Asimismo, una mayor duración del ayuno nocturno -el tiempo transcurrido entre la última comida del día y la primera del día siguiente- se asocia a un menor riesgo de enfermedad cerebrovascular, lo que respalda la idea de realizar la primera y la última comida del día más temprano.
"No podemos hacer horarios de suecos o alemanes, son sociedades diferentes, pero tenemos que mejorar nuestros horarios de desayuno y cena", sugiere Manolis Kogevinas.
Los motivos del estudio se deben a que una cuarta parta de las muertes en España son por enfermedades cardiovasculares, es decir, unas 120.000 al año. "No había estudios de cuándo se comen. Y es importante cuándo comemos, no solo qué comemos".
El equipo científico utilizó datos de 103.389 participantes. El 79% de los cuales eran mujeres, con una edad media de 42 años, para estudiar las asociaciones entre los patrones de ingesta de alimentos y las enfermedades cardiovasculares.
Para reducir el riesgo de posibles sesgos, tuvieron en cuenta un gran número de factores de confusión, especialmente sociodemográficos (edad, sexo, situación familiar, etc.), la calidad nutricional de la dieta, el estilo de vida y el ciclo de sueño.
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