El Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) ha liderado el análisis de un estudio internacional que confirma "una fuerte y clara asociación" entre la exposición a la radiación de las tomografías computarizadas (TAC) en jóvenes y un mayor riesgo de desarrollar un cáncer de la sangre.
El estudio analiza datos de casi un millón de personas que se han sometido antes de los 22 años a al menos un TAC, el procedimiento que incluye el diagnóstico, la planificación del tratamiento y el seguimiento de la enfermedad.
Su uso generalizado ha suscitado preocupación en la comunidad médica y científica por los posibles riesgos de cáncer asociados a la exposición a radiaciones ionizantes, sobre todo en pacientes jóvenes.
Los resultados del análisis muestran una asociación entre las dosis totales de radiación absorbidas por la médula ósea y el riesgo de desarrollar tumores malignos, tanto mieloides como linfoides.
"La exposición asociada a la tomografía computarizada se considera baja, pero sigue siendo superior a la de otros procedimientos diagnósticos", afirma Elisabeth Cardis, jefa del Grupo de Radiación de ISGlobal y coordinadora del análisis.
Para abordar estas limitaciones, un grupo de clínicos, epidemiólogos y dosimetristas de nueve países europeos (Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y Suecia) han participado en EPI-CT, un estudio coordinado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) y financiado en gran medida con fondos europeos.
"Llevar a cabo este gran estudio multinacional fue todo un reto. Hubo que extraer datos de los registros radiológicos de 276 hospitales y vincularlos a registros de población de nueve países, todo ello manteniendo la confidencialidad de los datos personales", explica Cardis.
Una dosis de 100 mGy incrementa el riesgo de desarrollar un cáncer de la sangre por un factor de aproximadamente 3. De este modo, una exploración típica hoy en día (con una dosis media de unos 8 mGy) aumenta en un 16% el riesgo de desarrollar este tipo de cánceres.
"En términos de riesgo absoluto, esto significa que, por cada 10.000 jóvenes que se someten a un TAC, podemos esperar ver alrededor de 1-2 casos de cáncer en los dos a 12 años siguientes al examen", dice la primera autora Magda Bosch de Basea, investigadora de ISGlobal cuando se hizo el estudio.
El equipo investigador calculó, para cada persona, la dosis de radiación absorbida por la médula ósea, que es donde se producen las células sanguíneas.
Al vincular esta información a los registros nacionales de cáncer, identificaron a quienes desarrollaron un cáncer de la sangre más tarde. El seguimiento de las personas se prolongó durante una media de 7,8 años, aunque para aquellos que se sometieron a un TAC en los primeros años de la tecnología, fue posible controlar la incidencia de cáncer durante más de 20 años después del primer TAC.
Para mejorar las estimaciones de riesgo en el futuro, los autores señalan la importancia de asegurarse de que las dosis y los parámetros técnicos se recogen de forma sistemática y adecuada en las clínicas en tiempo real.
En la actualidad, más de un millón de niñas y niños europeos se someten cada año a un TAC. Aunque las dosis de radiación han disminuido sustancialmente en los últimos años. Por ello, el estudio destaca la necesidad de concienciar a la comunidad médica y de seguir aplicando medidas estrictas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica.
Asimismo, los resultados publicados en Nature Medicine, ponen de manifiesto la importancia de seguir aplicando estrictas medidas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica.
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