En un rápido paseo entre las paradas de del Mercat del Lleó de Girona se observan decenas de abanicos, ventiladores instalados de manera improvisada, botellas de agua, gotas de sudor en las frentes y hielo fundiéndose bajo el pescado.
Y es que en el interior de este mercado los termómetros ascienden a 35 grados ya a las 10:30 de la mañana. El sistema de climatización de esta infraestructura municipal se estropeó hace meses y aun no se ha logrado reparar, por lo que los paradistas, el producto que comercializan y los clientes están viviendo la peor pate de la ola de calor prácticamente desprotegidos de las altas temperaturas.
"Soportamos la jornada laboral bebiendo mucha agua y mojándonos de vez en cuando en la pica" relata Sara Gil, charcutera en la Carnisseria Mercader, y asegura que ya ni siquiera se fija en el termómetro: "El cuerpo ya me dice la temperatura que se está sufriendo aquí dentro".
En cada parada se han espabilado para tratar de poner remedio a la situación y afrontar las largas jornadas de la mejor manera posible, como es el caso de la tienda de vinos Va de Vi, donde Sandra Serrano ha instalado un pequeño ventilador, aunque asegura que no es suficiente y tiene que salir a fuera de vez en cuando para refrescarse.
Anna Pol, responsable de la pescadería Peixos Pol ha asumido que tendrán que echar de menos el aire acondicionado durante todo el verano y explica que "ocho horas aquí, con los delantales de plástico, las botas y los guantes es insoportable".
Con una temperatura que se acerca a los cuarenta grados, mantener los productos en buen estado se ha convertido en un reto para los tenderos, que están invirtiendo más tiempo y dinero en cuidar de alimentos más sensibles al calor como la fruta o el pescado.
Las pescaderías notan el calor especialmente, puesto que necesitan mantener el aparador siempre cubierto de hielo para que el producto se mantenga en un estado óptimo para su venta. Con las temperaturas que se están viviendo, la inversión habitual en hielo ha ascendido en un 30 o 40 por ciento, según los cálculos de Anna Pol, de Peixos Pol. "Gastamos más en hielo, cuidamos más el producto y, en general, tenemos que estar más pendientes de que no se estropee", explica.
En la misma situación se encuentra Xavier López, pescatero en la parada de Peixos Arbusà, que detalla que están todo el día rociando el producto con agua para mantenerlo hidratado y tratar de que el hielo tarde más en fundirse: "Estamos poniendo más hielo para conservar el pescado pero no es suficiente". Indica que, en media hora, las 16 barras de escarcha que ha puesto ya se están fundiendo y asegura que en unas horas no quedará nada.
Por su parte, en la frutería Fruites Alt Empordà han tomado la decisión de reducir la cantidad de producto expuesto en el aparador: "A medida que vamos vendiendo, vamos reponiendo", detalla la tendera Maria Pujolàs. Tienen la mayor parte de las frutas y verduras guardadas en la cámara de frío "para que no se estropeen y se mantengan en perfecto estado", por lo que los viajes al almacén son constantes.
Y es que las cámaras de enfriado están más llenas que nunca en este mercado porque se ha tenido que hacer hueco incluso para las conservas y los encurtidos de Lourdes Garrido, cuya parda es Món Salat, a causa de que las neveras de la propia tienda no dan a basto para mantener la temperatura durante todo el día.
La frutera confiesa que las altas temperaturas les obligan a trabajar más para poder ofrecer el mismo servicio y denuncia que "con este calor nosotros no trabajamos a gusto y los clientes no compran a gusto".
"He venido hoy porque era de necesidad, sino no vengo", asiente Assumpció, clienta habitual en varias paradas de este mercado, que afirma que, debido a las altas temperaturas registradas en el Lleó, intenta salir a comprar lo menos posible para evitar el calor. Hoy ha comprado más de lo normal y cree que así no tendrá que acercarse al mercado al menos hasta la próxima semana.
Y no es la única que se ha visto obligada a cambiar sus hábitos de compra, los tenderos coinciden en que hay menos clientes de lo esperable en agosto, que de por si es un mal mes para las ventas de producto fresco, puesto que muchos consumidores habituales se van de vacaciones.
Lourdes Garrido, de Món Salat, cuenta que ha observado como algunos "clientes salen del mercado tal cual entran", espantados por el calor. "Muchos prefieren ir a una gran superficie porque allí se está fresco, aquí te ahogas de calor a la que entras", lamenta.