El río Fluvià se seca cada año más. A su paso por Torroella de Fluvià (Girona), cerca de su desembocadura en el golfo de Roses (Girona), observan desde hace tiempo que es normal que en agosto se seque, dejando como mucho un hilo de agua, pero este año no ha circulado nada de agua desde enero, advierten los vecinos del pueblo.
"Parece un desierto, es muy impactante", lamenta Jaume, un jubilado que ha vivido en Torroella desde pequeño. Un desierto lleno de cadáveres de cientos de peces que han muerto disecados ante la falta de agua. "El agua es vida y aquí no hay vida", añade Mercè, también vecina del mismo municipio.
Jaume, cuya familia está vinculada al sector agrario, explica que la sequía no sólo ha causado grandes estragos en la capa superficial del río, ahora seca por completo, sino que "los dos últimos años, en los que prácticamente no ha llovido" han generado una reducción significativa de la capa freática del Fluvià. Y avisa de que esto ha causado que los payeses de la zona hayan tenido que reducir el tamaño de sus cultivos de maíz, una producción habitual en este entorno que consume mucho agua.
El verano pasado el cauce del río era lo suficientemente abundante como para que hubiese bañistas que saltaban desde una pequeña cascada y excursiones en kayak, asegura Marcel, otro vecino que ha vivido durante 35 años en Torroella de Fluvià y que no recuerda haber visto nunca el río seco durante tanto tiempo.
Antiguamente, cuentan los vecinos, el Fluvià podía secarse durante algunos días, incluso semanas, pero pronto llegaban lluvias y el caudal se llenaba de nuevo, afectando mínimamente al entorno en ciclos naturales provocados por la climatología habitual de las diferentes estaciones, pero ahora, tras ocho meses sin agua, temen que la situación se prolongue demasiado y aseguran que ya ha causado daños significativos en el ecosistema fluvial que podría tardar tiempo en recuperarse de la falta de agua y biodiversidad.