De pelotaris en 1895 a Vinícius o Lewandowski, el fervor por los cromos no lo mata ni Internet
Para el experto Josep-Manuel Rafí, los cromos "fueron el primer democratizador del coleccionismo: fueras una familia humilde o burguesa, la colección era la misma y si te faltaban tenías que intercambiarlos"
Algunos álbumes antiguos se conservan en la Biblioteca Nacional, puesto que cuentan mucho de la sociedad de una época en la que se empezaban a configurar las clases medias
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Como cada año desde 1972, esta semana vuelve la colección de cromos de La Liga y miles de niños y niñas correrán al quiosco con las propinas de padres, tíos y abuelos para hacerse con el álbum y los primeros sobres. En un mes los patios de recreo de los colegios se llenarán de pequeños aprendices de comerciante tratando de conseguir esa lámina que les falta, al grito de "tengui, tengui, tengui, ¡falti!", de Vinícius, Lewandowski o Joao Félix.
"No hay persona en los últimos 150 años en España que no haya pasado por eso", sonríe Josep-Manuel Rafí, quien ha dedicado una vida entera al coleccionismo de cromos. Como a muchos, sus primeros cromos se los regalaron sus abuelos, "para que me entretuviera y no molestara", dice; pero le llamaron mucho la atención, los guardó y desde entonces ha ido ampliando la colección hasta llegar a más de 50.000 ejemplares de todas las épocas.
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Tras estudiar durante largo tiempo la historia de sus cromos, conoce todos sus secretos, y explica, por ejemplo, que la primera colección de cromos de deportes que se hizo en España, en 1895, "no era de futbolistas, ni motoristas, ni tenistas, ni boxeadores, sino de pelotaris, de jugadores de la pelota vasca", y las estampitas se conseguían con las tabletas de chocolate de Jaume Boix.
La primera colección "tal y como las conocemos ahora" sobre el fútbol en España la creó, en 1915, la editorial barcelonesa Tiquet, "y se creó la fiebre que hay actualmente por los cromos de La Liga". Antes de ella, entre 1898 y 1910, coincidiendo con la fundación de los grandes clubes españoles, las colecciones de cromos de fútbol se dedicaron "a explicar cuáles eran las reglas, cómo se jugaba y cuáles eran los diferentes pasos y jugadas", cuenta el coleccionista.
Eran las colecciones de 'Sports Modernos', que además del fútbol mostraban el atletismo, el tenis, el baloncesto o el hockey, y cuentan mucho sobre la sociedad de entonces, pues "irrumpen cuando se empiezan a estructurar las clases medias, que tienen tiempo libre para practicar deportes".
El primer cromo de España
Según apunta Rafí, la publicidad es el origen del cromo: "Fue el primer elemento utilizado en el capitalismo moderno para fidelizar al cliente de una empresa". A España llegaron de la mano de Nestlé, y eran series de imágenes educativas "que explicaban los sitios del mundo, las catedrales o la historia" a una población que no tenía un fácil acceso a la educación y a las bibliotecas.
El afán de coleccionismo causó, de manera espontánea, el primer mercadillo de intercambio de cromos a las puertas de la sede de la empresa en Barcelona, donde "cada día había un montón de gente adulta, no niños, que se concentraban para trajinar con los cromos que les habían salido en los productos que habían comprado", cuenta el experto.
Y es que estos cromos "fueron el primer democratizador del coleccionismo: fueras una familia humilde o burguesa, la colección era la misma y si te faltaban tenías que intercambiarlos".
En esa época, antes de los álbumes especialmente pensados para cromos, la gente los pegaba en libretas de páginas en blanco. Algunos de ellos ahora se conservan en la Biblioteca Nacional de España y en la Biblioteca de Catalunya, y resultan muy útiles para el estudio de la historia contemporánea, puesto que estos cuadernos "cuentan los intereses de las personas y la sociedad en la que vivían", asegura Rafí.
Ese cromo que siempre falta para terminar la colección
"Sobre el mito popular de que las colecciones no se pueden terminar porque siempre falta un cromo, hay alguna base de realidad", confiesa Josep-Manuel Rafí.
Después de investigar el tema durante largo tiempo, el coleccionista ha podido averiguar que en los años 60 y 70, las editoriales distribuían algunos cromos menos que otros dentro de una misma colección. "Si de cada cromo se tiraban 100.000 unidades, quizá de uno o dos sólo se hacían 5.000", asegura, lo que complicaba la posibilidad de terminar el álbum y creaba más fervor en los mercados de intercambio.
Un fervor que cree Rafí que no va a terminar, por mucho que Internet intente imponerse: "Si tú vas cualquier domingo al mercado de Sant Antoni, en Barcelona, encontrarás a cientos o miles de personas intercambiando cromos, igual que pasaba hace un siglo".