Con gesto serio, concentrado, sin dejarse menguar por los gritos de jaleo. A un perfecto ritmo (compás del bueno), con arte, elegancia y clase en demasía, un niño de tan solo 7 años deja perplejo a un público jerezano entregado a sus Zambombas.
El pequeño se llama Martín Iglesias Vallé, es de Trigueros, un pueblo de Huelva, y aunque cueste creerlo, la del pasado sábado era la primera vez que acudía a Jerez a disfrutar de sus tradicionales fiesta flamencas.
Junto a sus padres, era un espectador más que disfrutaba de letras populares al calor de una candela, pero llegado un momento, no pudo resistirse más: "Mamá yo quiero bailar, ¿puedo?", le dijo el pequeño a una madre que, sin tiempo a contestar, vio cómo su hijo deleitaba a los allí presentes.
Los teléfonos móviles para grabar el instante se multiplicaron de tal forma que los videos de Martín por villancicos lo han compartido y visto miles de personas. "Yo misma me encontré el video en las redes sociales y aluciné", dice Soraya Vallé, la madre.
Lo que no sabe esa multitud es que el niño baila desde que tiene poco menos de año y medio y que "se levanta por las mañanas y va a la cocina taconeando". Le sale solo, es un don, es innato, aunque no se sabe de dónde le viene, porque en la familia nadie canta ni baila.
Este año, ha comenzado a ir a clases a una prestigiosa academia de Sevilla para perfeccionar una técnica que es capaz de pillar a vuelo. "Baila bulerías y alegrías como si fuera una persona mayor".
No es de extrañar que rodeado del arte jerezano no pudiera frenar las ganas de mostrar, a una de las cunas del flamenco, lo que es bailar de verdad.
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