Huétor Tájar (Granada) ha pasado en unas horas del alboroto de unos días de fiestas patronales al silencio más absoluto, el de un pueblo que se ha quedado mudo al descubrir que uno de sus vecinos ha matado a sus nietos antes de quitarse la vida y ha añadido un segundo acto a la tragedia familiar.
La larguísima calle Alfredo Nobel que cruza este municipio del Poniente granadino ha perdido este lunes la imagen de vía tranquila para concentrar el pesar de los vecinos, el dolor de los familiares y el trabajo de los profesionales que han vivido de cerca una pesadilla sin retorno, como cuenta José Rocamora en el vídeo.
Justo en el cruce con la calle Ancha, un dispositivo especial de la Guardia Civil y el tráfico restringido marcaban la ubicación del doble crimen, ese edificio que convirtió en vecinos a dos partes de una misma familia y que ha sido también el escenario de un desenlace que nadie imaginó.
Un hombre de 72 años se encerró este domingo en casa con sus dos nietos, los mismos con los que viajaba camino del conservatorio de música el pasado 19 de marzo, un trayecto de rutina que fue el arranque de la pesadilla a la que el septuagenario, "un buen abuelo" según los vecinos, ha puesto este lunes punto final.
Aquella tarde de hace dos meses conducía el coche en el que viajaba con su mujer, su hija y sus dos nietos y con el que sufrió un accidente en el que murieron las dos mujeres, un siniestro que lo cambió todo y que fue el arranque de esta tragedia en dos actos.
"Todo empezó ese día, porque el hombre se sentía responsable, cualquier cosa le ha entrado en la cabeza para que haya podido hacer algo así", ha explicado a EFE el alcalde de Huétor Tájar, Fernando Delgado, quien ha pedido sosiego para gestionar el duelo sin caer en habladurías.
Un banco ubicado casi en penumbra en el cruce de las dos calles se ha convertido en el punto de encuentro y descanso para unos vecinos que han recordado al septuagenario, al que han descrito como un buen hombre apagado por la pena, una trabajador jubilado, un abuelo entregado. También ha sido el rincón para las lágrimas, para abrazos que han servido para sostener en pie a los familiares que no querían creer lo que ya contaban los medios y que repetían y repetían que ese final era imposible.
"Me gustaría poder despertarme de esta pesadilla, que fuera de verdad solo un mal sueño", explicaba una de las allegadas de la familia, que ha contado la versión ofrecida por algunos vecinos. Ese relato sitúa al septuagenario encerrado en casa con sus dos nietos, armado de la escopeta que en otros tiempos usó para cazar y con la que ayer habría disparado varias veces desde un balcón, dos disparos que se mezclaron con los fuegos artificiales de una noche de fiestas.
"Nos ha dejado a todos hechos polvo, con una pena y un dolor muy grande", ha insistido el alcalde de este pueblo que hoy mezcla historias de reproches, custodias, tragedias y culpas, pero que esta tarde guardará unido un minuto de silencio por las víctimas.
Los compañeros de las dos víctimas han comenzado un día más de clase sin los menores, un lunes que se ha ido despertando ya sin esperanza de que el septuagenario dejase salir con vida a los niños. Un equipo de especialistas ha pasado ya por el colegio y el instituto de las víctimas para ofrecerles herramientas con las que entender lo incomprensible.
Los vecinos sí coinciden en decir que el abuelo que ha acabado con la vida de sus nietos no era el mismo desde el accidente, que incluso compartía con algunos allegados que no le veía sentido a la vida porque había "destrozado" a la familia.
Esta mañana, después de acabar con la vida de sus dos nietos, ha cumplido esa advertencia y se ha suicidado cuando los agentes han entrado a la vivienda en la que se había atrincherado, el escenario del segundo acto de esta pesadilla hecha realidad.
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