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"Tan triste es morir en la calle como vivir en ella". La frase tiene dueña, se llama Milagros Fernández Bey y es una de las personas que mejor conocía a Roberto el Cubano. La asociación que preside, Personas Sin Hogar Con Derechos, le estuvo acompañando hasta el último día... Y ese día fue el domingo pasado en Cádiz.
Roberto López se va casi en silencio, pero llegó a España entre grandes titulares de la prensa. Era uno de los 115 presos cubanos que Zapatero había conseguido que Fidel Castro excarcelara a cambio de ser trasladados a España. Un convenio histórico que les otorgaba el estatus de protección internacional asistida.
Sin embargo, la historia de este preso político empezó muchos años atrás. Cuando era un niño, su padre trabajaba con el equipo de seguridad del Ché Guevara. Roberto recuerda cómo jugaba con los propios hijos del Ché, creciendo muy cerca de la revolución y muy lejos de su padre al que Fidel apartó de su familia.
Durante cinco años, Roberto llegó a pensar que su padre había muerto... hasta que un día le llamaron para que acudiera a un edificio del gobierno en Cuba. Le dijeron que no se asustara, luego abrieron una puerta y allí apareció su padre. "La anécdota la contaba entre lágrimas", recuerda Milagros, a la que todos llaman Mila.
La familia de Roberto en Cuba tenía estudios superiores. Él mismo se formó como ingeniero en refrigeración. También estudió música y llegó a actuar con la nueva trova cubana. "Tocó con Pablo Milanés y con Silvio Rodríguez y llegó a grabar discos con ellos", cuenta Mila, antes de convertirse en profesor de música.
En los años setenta tuvo que cambiar los instrumentos por las armas cuando participó en la operación Carlota: la intervención cubana en la guerra de la independencia de Angola apoyando al bando izquierdista. Allí contaba que lo habían torturado. "Antes de desvelar nuestras posiciones me tenían que matar", decía Roberto, "matar porque si no te mataban a ti".
De la guerra y las torturas se llevó a Cuba un cuerpo lleno de cicatrices y un alma de lucha, la misma que en 1982 le llevó a unirse a la oposición al gobierno cubano. Por este motivo fue detenido acusado de ser anticastrista y pasó diez años en la misma cárcel en la que Orlando Zapata murió durante una huelga de hambre que zarandeó las conciencias de todo el planeta.
Aquello llevó a la negociación que más tarde le trajo a España. Roberto pasó por varias ciudades, desde Madrid hasta Compostela, pasando por Puente Genil o Huelva. Finalmente llegó a Cádiz y durante un tiempo consiguió ganarse la vida dando clases de música. Pero entonces llegó la pandemia...
Para sobrevivir fue vendiendo uno a uno sus instrumentos y acabó viviendo en la calle. Así fue como la asociación Personas Sin Hogar Con Derechos dio con Roberto. Consiguieron para él una furgoneta desahuciada que le hizo de casa en un descampado de Cádiz. "Dentro tenía un catre donde dormir y sus pocas pertenencias", dice Mila, "para él era un palacio".
Fuera de ese palacio estaba la calle donde había sufrido agresiones, "le patearon más de uno", dice Mila, cuya asociación lucha desde hace años por las personas sin hogar en la provincia de Cádiz. "Imagina que no tienes dónde volver, donde dormir sin miedo", cuenta a Informativos Telecinco.
En Cádiz se calcula que hay 140 personas viviendo en la calle. Mila cree que son muchas más. "No están en la calle por que quieren", dice impotente mientras denuncia falta de recursos, "si podemos llegar a la Luna como no vamos a tener capacidad de resolver el problema de las personas que viven en la calle".
Roberto era uno de esas personas. Vivía sin hogar con un problema de adicción y una pierna afectada por la gangrena que acabaron amputando los médicos como única solución... Sin embargo, Roberto no lo superó y murió el pasado domingo con 63 años.
Desahuciado en un descampado de Cádiz, no todos conocían a Roberto el Cubano y muchos menos sabían de su historia. La de un hombre que fue a la guerra, pasó por la cárcel en Cuba, sufrió torturas y supero una huelga de hambre... pero no pudo con la calle.
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