Un sargento de Sevilla, expulsado del Ejército por abusar sexualmente de dos niñas de su familia

Un sargento primero del Ejército del Aire y del Espacio no volverá a trabajar más como militar. Su expulsión de las Fuerzas Armadas se ha confirmado definitivamente tras una sentencia del Tribunal Supremo. Antes, había sido condenado a cuatro años de cárcel por unos abusos sexuales como los que cometió un hombre en Ávila con su sobrina. En el caso del suboficial, las víctimas fueron dos hijas de sus primos, menores de edad.

Así lo recoge el Diario de Sevilla, que se ha hecho eco del fallo judicial. Nacido en Sevilla, el acusado se encontraba trabajando desde 2016 en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid). Pero fue expulsado tras lo ocurrido.

El Ministerio de Defensa y el Alto Tribunal ratifican la condena que le impuso inicialmente un juzgado de Sevilla, que después confirmó la Audiencia Provincial en junio del 2021. "Faltó el respeto al decoro que como militar y servidor público le es exigible", señala la sentencia.

"Gravedad y trascendencia" de los hechos para expulsarlo

También añade que sus actos fueron "una absoluta falta de respeto a la indemnidad sexual de las menores". Desde el departamento que dirige Margarita Robles se valoró la "gravedad y trascendencia" de los hechos.

Además, se recalcó el ejemplo que debía dar, ya que como sargento primero estaba obligado "a constituirse en líder natural para sus subordinados". El 25 de julio de 2023 se inició el trámite para su separación del Ejército.

Se le atribuyó una falta muy grave, siguiendo lo estipulado por el artículo 8.14 de la Ley Orgánica de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas. Aunque el abogado del afectado presentó un recurso contencioso administrativo contra la resolución.

Pero el Tribunal Supremo lo ha rechazado en su fallo del 14 de marzo de este año. La defensa del suboficial alegaba que lo ocurrido no afectó a su trabajo ni "a la imagen pública" de la institución.

Sí afectaba a la "dignidad militar" y a su "ejemplaridad"

Sin embargo, la primera sentencia condenatoria sí apuntaba a que afectaba "negativamente a la dignidad militar". Por lo que el Alto Tribunal incide en que su actuación debía "estar presidida por la ejemplaridad", sin dar "motivo alguno de escándalo".

“La elección de la sanción ha quedado plenamente justificada”, dice el TS. “La conducta del recurrente resulta totalmente incompatible con la rectitud y el decoro que ha de presidir el comportamiento de los miembros de las Fuerzas Armadas", añade.

"Los hechos por los que ha sido condenado merecen una profunda y tajante repulsa social. No existe conducta más detestable que la de quien comete abusos sexuales sobre personas especialmente vulnerables amparándose en una situación de superioridad, explica la Sala.

A pesar de que el condenado defendió su impecable hoja de servicios y trasladó un informe de su superior que destacaba su “honestidad, lealtad, fiabilidad y dedicación”, no se tomaron como argumentos para declinar la decisión de echarle.

El Tribunal Supremo es claro: unas "conductas abominables y detestables"

“Quien lleva a cabo unas conductas tan abominables y detestables no puede seguir formando parte de las Fuerzas Armadas”, concluye el Supremo. El castigo penal que se le impuso en enero del 2020 recogía cómo sucedieron los abusos.

El primero data de 2014, en una excursión al parque de atracciones de Isla Mágica. Al sargento, que pasó la noche en casa de un familiar, "le tocó compartir cama" con una de las hijas de un primo, de 13 años.

"Con la excusa de hacerle cosquillas", comenzó a acariciarle los hombros y “sin su consentimiento descendió hasta sus glúteos” para después continuar por sus genitales. La pequeña, "sorprendida y asustada", se marchó.

En cuanto al segundo abuso, ocurrió un mes después, ese mismo año, tras una boda. En el autobús de regreso, se sentó junto a la hija de otro primo, de 15 años. “Aprovechando que la joven llevaba un vestido que dejaba sus piernas al descubierto” le puso la mano encima de la rodilla.

Luego, comenzó a subir hasta la zona íntima. La niña se puso un abrigo sobre sus piernas "para que el acusado cesara su comportamiento", tras apartarle la mano. Casi dos años después, se presentó la denuncia.

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