Muere el último monje del monasterio de Montesión: "Era una persona maravillosa, honesta y sencilla"

Poco antes de morir, el hermano Antonio recibió una llamada en la residencia Fuensanta en Jaén, donde vivía. "¿Se puede hablar con él?", le preguntamos a la mujer que le cuidaba. "Está malito y ya no se acuerda casi de nada", contestaba al otro lado del teléfono. 

De eso hace apenas unas semanas. Ahora, el último ermitaño de Cazorla, el último fraile de la orden de San Pablo y San Antonio Abad en España, Antonio Rodríguez Roldán ha muerto en Jaén a los 83 años y se ha ido sin recordar su propia historia, la historia del último monje de Montesión.

"Era un buen hombre", dice Inma Cepillo sobre su amigo Antonio, "una persona maravillosa, honesta y sencilla, que no pedía nada y todo lo daba". Sobre todo por el monasterio de Montesión, su casa durante décadas y su auténtica pasión a la que dedicó casi toda su vida.

Montesión

El monasterio está levantado sobre varias cuevas conocidas de la zona. En una de ellas la Virgen se había aparecido a un pastor que acabó siendo santo, San Julián Ferrer. Así se construyó una primera capilla barroca a la que seguirían más construcciones del monasterio.

Durante siglos, el edificio ha acogido órdenes religiosas, ha sido un hospital para leprosos y quedó medio abandonado, tan solo ocupado por las ovejas que pastaban la zona en pleno siglo XX. Sin embargo en los años 60, varios monjes de la orden de San Pablo y San Antonio Abad se instalaron en él.

Hasta aquí llegó el hermano Antonio en 1971 con otros cinco monjes para unirse a la congregación. "Venía de Almería donde también había sido fraile", dice Inma Cepillo, "aunque él había nacido en Mondújar, un pueblo de Granada en 1940".

Durante cuatro décadas, el hermano Antonio vivió en el Monasterio una vida de oración y sin lujos. Durmiendo sobre catres, en camas cuyos los colores de los hierros recordaban la época de hospital del monasterio. "Si era azul era de un paciente contagiado y las blancas para casos neurológicos", explica Inma.

Fueron pasando los años y a principios del siglo XXI, los pocos monjes que quedaban en el monasterio se marcharon a Córdoba para integrarse en la orden franciscana, pero Antonio no quiso abandonar el monasterio. "No se fue porque sabía que si se iba se vendría abajo", dice Inma. Y allí se quedó solo defendiendo la historia de su monasterio.

Hace unos quince años, el último monje de Montesión bajo la sierra para instalarse en Cazorla. Pero solo lo hacía para dormir. Cada día por la mañana volvía a subir durante una hora de camino para estar junto a su monasterio que poco a poco se iba viniendo abajo.

Hace tan solo unos años, la enfermedad le impidió volver a subir. El hermano Antonio fue acogido entonces por las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en su residencia de la provincia de Jaén. Lejos de su monasterio y perdido entre sus recuerdos, el último monje de Montesión se fue en silencio.

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