Vender 64.000 botellas de vino es el gran reto al que se enfrentan las monjas del monasterio de Sint Catharinadal, en Oosterhout (Países Bajos), tras la abundante vendimia del otoño pasado: "En verano hizo demasiado calor y sol", explica Thibaud Van der Steen, cofundador de una plataforma local de ayuda a los pequeños agricultores de la zona que ya se ha puesto manos a la obra para encontrar salida a tantos litros de vino, en una entrevista con la televisión pública Omroep Brabant.
Y es que el calor que arrasa con las cosechas en el sur de Europa, multiplica exponencialmente las del norte, al darse las condiciones adecuadas para algunos cultivos que no suelen ser demasiado abundantes en los climas más fríos.
Esta congregación de monjas ocupa el monasterio desde el año 1647, pero sus habilidades en la producción de vino son relativamente nuevas: "Debido a la crisis económica, en 2012 tuvimos que encontrar una nueva fuente de ingresos, por eso empezamos esto", cuenta Sor María Magdalena sobre este negocio vitícola, que se ha convertido en la principal fuente de liquidez del monasterio.
La misma monja explica que la primera idea del grupo para hacer frente a las dificultades económicas fue cultivar lúpulo en los alrededores del convento, pero pensaron "que la cerveza y un convento no encajaban mucho", pese a que son muchos los monasterios de monjes que han producido y comercializado su propia marca de esta bebida durante siglos. El vino, en cambio, "es bíblico, hace referencia a Jesús" y, fuera de cámara chivan que les gusta más.
Así, las monjas de Sint Catharinadal aprendieron lo necesario sobre el cultivo y la producción de esta bebida y crearon varios tipos que venden por 14,50 euros, la botella más barata, a través de su nueva tienda en línea. Una herramienta que han montado este año gracias a la plataforma de Van der Steen y con la cual se podrán enviar pedidos a toda Europa para vaciar el enorme almacén que tienen a rebosar.
De hecho, la producción de los viñedos el año pasado fue tan grande que tuvieron que incrementar la plantilla de voluntarios y trabajadores con discapacidad, que son quienes en realidad se ocupan de la mayor parte de los trabajos, hasta llegar a sumar 130 personas.
Entre las etiquetas de esta bodega se encuentra la historia de estas monjas: el "Norbertus", un blanco bautizado en honor fundador de la orden Norbertina, el rosado "Ricwera", nombre de la primera habitante del convento, o el "Augustine", cura de la iglesia, son algunos de los ejemplos.
"Necesitamos desesperadamente esos ingresos para mantener el monasterio y poder seguir viviendo aquí", sigue Sor María Magdalena, que en estos diez años ya ha podido observar los riesgos del negocio del vino.
En 2020, durante la pandemia de Covid-19, tuvieron que aguantar con más de 20.000 botellas atascadas que iban a vender a KLM, la compañía aérea neerlandesa, la cual se hizo atrás cuando empezaron los confinamientos.
El año pasado tampoco fue bueno, "la vendimia de 2021 fue muy mala", asegura la monja, así que el año pasado sobrevivieron con lo que pudieran sacar de las 9.000 botellas que produjeron.
Ahora tienen el problema contrario: han obtenido tanta cantidad que no saben cómo gestionarla. Pero aseguran que si consiguen vender esas 64.000 botellas, "la gran cantidad de vino" habrá sido "un regalo de Dios" que les ayudará a paliar "las preocupaciones económicas" que están sufriendo "ahora con la crisis energética".