El pueblo entero de Zafarraya, en Granada, se compinchó para engañar a su doctora. La primera fue la alcaldesa, Rosana Molina, que emitió un comunicado secreto pidiendo a los vecinos que se reunieran en el centro cultural sin decirle nada a ella. Así empezaba el último día de trabajo de Doña Teresa antes de jubilarse.
"Le dijimos que en el centro cultural se había caído un trabajador mientras colocaba unos focos", explica la alcaldesa. Y hasta allí salió corriendo Doña Teresa con su bata blanca sin saber que dentro no le esperaba ninguna urgencia, pero sí un centenar de vecinos que aguardaban nerviosos que se abriera la puerta de entrada.
"No se lo esperaba", dice Marián Plata, la hija de la doctora, y aún le sorprende cuando recuerda el momento exacto en el que cruzó la puerta. Todos de pie aplaudiéndole, mientras avanzaba entre abrazos y besos de los que hasta ahora habían sido sus pacientes, entre ellos vecinos de otras localidades, como El Almendral, a quienes también atendía.
De los 45 años que ha ejercido la sanidad, 22 los ha pasado en este pueblo de la comarca de Alhama. Y lo hacía a pesar de vivir a 80 kilómetros de distancia, en Granada. Durante dos décadas, Doña Teresa recorría un total de 160 kilómetros diarios de ida y vuelta entre su casa y el centro de salud donde trabajaba.
"Nunca pidió un traslado", explica la alcaldesa de Zafarraya, "ella siempre dijo que quería jubilarse aquí". Al final ha cumplido su promesa y el pueblo entero ha querido agradecérselo con una gran sorpresa. "Doña Teresa dice que nosotros somos como su familia", explica Rosana, "y ella sabe que esta siempre será su casa".
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