La promesa de Antonio, el empresario granadino que cambió la vida de Abdoulaye: "Si algún día llegas a España, llámame"

A miles de kilómetros de Granda, Antonio Cuesta iba montado en su moto por Mauritania sin saber que estaba a punto de cambiar la vida de Abdoulaye Fall, un joven senegalés que aún no conocía. Era 2007 y Antonio, un empresario granadino, estaba de viaje por África cuando la embajada española le sugirió que parara.

"Había muchos secuestros y me dijeron que hiciera noche en un hotel seguro", recuerda Antonio. Ese hotel era el Mauritalia, un establecimiento regentado por una italiana donde trabajaba limpiando Abdoulaye, que nada más ver la matrícula española en la moto de Antonio se acercó para hablar con él.

"Fui a ayudarle con la maleta", explica Abdoulaye, y así con esa excusa empezó a hablarle de su sueño de viajar a España. "Me dijo que estaba ahorrando dinero para pagarse el billete del pasaje en una patera", recuerda ahora Antonio, "era muy joven y me cayó bien". Así que decidió entregarle su número de teléfono con una promesa: "Si algún día llegas a España llámame".

El viaje a España

Abdoulaye no sabía si aquella promesa serviría de algo, ni siquiera sabía si algún día llegaría a España, pero guardó el teléfono con la esperanza de que Antonio cumpliese su palabra. Así pasó el tiempo, Abdoulaye reunió el dinero y salió de Mauritania una noche rumbo a las Islas Canarias. "Fui muy duro", recuerda ahora Abdoulaye su viaje, "el mar por la noche sin ver luz ni nada... y no puedes tirar para atrás, solo hacia adelante". 

Al final su patera consiguió alcanzar las islas y junto a otros 90 inmigrantes desembarcó en Tenerife. Todos con las manos vacías, salvo Abdoulaye que traía una promesa y el número de teléfono de Antonio Cuesta. 

La llamada

"Abdoulaye me llamó desde el Ceti de Tenerife", recuerda el empresario granadino que se puso en contacto con un abogado especializado en temas de extranjería. "Conseguimos que lo trasladaran a la península", dice Antonio y él mismo se encargó de recogerlo en la Gran Vía de Granada.

Lo primero que hizo fue enseñarle la ciudad, luego le presentó a su familia y por último cumplió su promesa. "Yo tenía una casa en un pequeño pueblo de Granada", dice Antonio, y se la ofreció gratis sin tener que pagar luz ni agua ni comida... "y ya vamos viendo", le dijo entonces el empresario granadino.

Abdoulaye se fue a vivir durante año y medio a la casa que Antonio tenía en Ácula, una pedanía de Ventas de Huelma, en Granada. Allí apenas viven 70 personas a lo largo del año y la mayoría son ancianos. "Y de repente llega una persona negra", dice el empresario granadino señalando la sorpresa que muchos se llevaron.

En dos semanas, Antonio ya le había conseguido un empleo de peón albañil en la construcción de una nave. De ahí, fue a otra obra, esta vez en Granada, y también con la recomendación de Antonio. Era la construcción de una pizzería que duró varios meses y de donde le salió su siguiente empleo. 

"Al empresario le gustó tanto Abdoulaye que se quedó a trabajar con él en sus negocios de hostelería", explica Antonio. Abdoulaye trabajó duro y pasó por más negocios de hostelería en Granada, como friegaplatos, pinche o cocinero. Y mientras tanto, Abdoulaye consiguió traer a su mujer de Senegal y ha tenido dos hijos que nacieron en España.

Socios de un negocio

Al final, Antonio y Abdoulaye han acabado trabajado juntos en el restaurante que el empresario granadino tenía en la capital. "Pero yo no soy su jefe", aclara Antonio, que desde el primer momento le ofreció ser socio. "Hoy por hoy, él es el dueño del negocio y yo el propietario del local, pero el jefe es él".

Es el final de una historia que empezó a miles de kilómetros de aquí, en un hotel de Mauritania, donde Antonio no tenía ni siquiera pensado parar. "He tenido mucha suerte de que se cruzara en mi camino", dice Abdoluya, el joven senegalés al que una promesa le cambió la vida para siempre.